OFICIO DE LECTURAS COMPLETOS PARA TIEMPOS LITÚRGICOS

Adviento

–Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.
–Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

Himno

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya,
Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal.
al mundo del hombre en carne mortal.
Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad,
que vuestra esperanza cumplida será.
Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida en su vida, su Amor en su amor
serían un día su gracia y su don.
Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.
Salmodia

Antífona. 1: Inclina tu oído hacia mí, Señor, y ven a salvarme.
Salmo 30, 2-17. 20-25

SÚPLICA CONFIADA DE UN AFLIGIDO
-I-
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal ,me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y, mi alegría:
Te has fijado en mi aflicción, velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.: Inclina tu oído hacia mí, Señor, ven a salvarme. ‘

Antífona 2: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
-II-
Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor, mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.
Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen;
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.
Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Antífona 3: Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigíos de misericordia.
Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.
Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigíos de misericordia
en la ciudad amurallada.
Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor .
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. : Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
Lecturas
Salmista: Señor, Dios nuestro, restáuranos.
Todos: Que brille tu rostro y nos salve.

PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías (48, 12-21; 49, 9b-13)
El nuevo Éxodo
Así dice el Señor: «Escúchame, Jacob, Israel, a quien llamé: yo soy, yo soy el primero y yo soy el último. Mi mano cimentó la tierra, mi diestra desplegó el cielo; cuando yo los llamo, se presentan juntos.
Reuníos todos y escuchad: ¿quién de ellos lo ha predicho? Mi amigo cumplirá mi voluntad sobre Babilonia y la raza de los caldeos.
Yo mismo, yo he hablado y yo lo he llamado, le he traído y he dado éxito a su empresa. Acercaos y escuchad esto: no hago predicciones en secreto, y desde que sucede, allí estoy yo.» Y ahora el Señor Dios me ha enviado con su Espíritu.
Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: «Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues. Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería como arena, como sus granos, los vástagos de tus en~rañas; tu nombre no sería aniquilado ni destruído ante mí.»
¡Salid de Babilonia, huid de los caldeos! Con gritos de júbilo anunciadlo y proclamadlo, publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: El Señor ha redimido a su siervo Jacob. No pasaron sed cuando los siguióporla estepa, hizo brotar agua de la foaJ, hendió la roca y manó agua.
Por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochomoni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua. Convertiré mis montes en caminos, y mis senderos se nivelarán.
Miradlos venir de lejos; miradlos, del norte y del poniente, y los otros del país de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montadas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados.

Responsorio
Todos: Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque vendrá nuestro Señor. Y se compadecerá de los desamparados.
SaImista: En sus días florecerá la justicia y la paz.
Todos: Y se compadecerá de los desamparados.

SEGUNDA LECTURA
De la exposición de San Ambrosio, obispo, sobre el evangelio de San Lucas (Libro 2, 19.22-23.26-27: CCL 14, 39-42)
La visitación de Santa María Virgen
El ángel que anunciaba los misterios, para llevar a la fe mediante algún ejemplo, anunció a la Virgen María la maternidad de una mujer estéril y ya entrada en años, manifestando así que Dios puede hacer todo cuanto le place.
Desde que lo supo, María, no por falta de fe en la profecía, no por incertidumbre respecto al anuncio, no por duda acerca del ejemplo indicado por el ángel, sino con el regocijo de su deseo, como quien cumple un piadoso deber, presurosa por el gozo, se dirigió a las montañas.
Llena de Dios de ahora en adelante, ¿cómo no iba a elevarse apresuradamente hacia las alturas? La lentitud en el esfuerzo es extraña a la gracia del Espíritu. Bien pronto se manifiestan los beneficios de la llegada de María y de la presencia del Señor; pues en el momento mismo en que Isabel oyó. el saludo de María, saltó la criatura en su vientre, y ella se llenó del Espíritu Santo.
Considera la precisión y exactitud de cada una de las palabras: Isabel fue la primera en oír la voz; pero Juan fue el primero en experimentar la gracia, porque Isabel escuchó según las facultades de la naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del misterio. Isabel sintió la proximidad de María, Juan la del Señor; la mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la presencia del Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, logran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración de sus propios hijos.
El niño saltó de gozo y la madre fue llena del Espíritu Santo, pero-no fue enriquecida la madre antes que el hijo, sino que, después que fue repleto el hijo, quedó también colmada la madre. Juan salta de gozo y María se alegra en su espíritu. En el momento que Juan salta de gozo, Isabel se llena del Espíritu, pero, si observas bien, de María no se dice que fuera llena del Espíritu, sino que se afirma únicamente que se alegró en su espíritu (pues en ella actuaba ya el Espíritu de una manera incomprensible); en efecto: Isabel fue llena del Espíritu después de concebir; María, en cambio, lo fue ya antes de concebir, porque de ella se dice: ¡Dichosa tú que has creído!
Pero dichosos también vosotros, porque habéis oído y creído; pues toda alma creyente concibe y engendra la Palabra de Dios y reconoce sus obras.
Que en todos resida el alma de María para glorificar al Señor; que en todos esté el espíritu de María para alegrarse en Dios. Porque si corporalmente no hay más que una madre de Cristo, en cambio, por la fe, Cristo es el fruto de todos; pues toda alma recibe la Palabra de Dios, a condición que, sin mancha y preservada de las vicios, guarde la castidad can una pureza intachable.
Toda alma, pues, que llega a tal estado proclama la grandeza del Señor, igual que el alma de María la ha proclamada, y su espíritu se ha alegrada en Dios Salvador.
El Señor, en efecto, es engrandecido según puede leerse en otro lugar: Proclamad conmigo la grandeza del Señor. No porque con la palabra humana pueda añadirse algo a Dios, sino porque él queda engrandecido en nosotros. Pues Cristo es la imagen de Dios y, por esto, el alma que obra justa y religiosamente engrandece esa imagen de Dios, a cuya semejanza ha sida creada, y, al engrandecerla, también la misma alma queda engrandecida por una mayor participación de la grandeza divina.
Responsorio
Todos: Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Y María, dijo: «Proclama mi alma la grandeza deÍ Señor.»
Salmista: Venid a escuchar, os cantaré lo que Dios ha hecho conmigo.
Todos: «Proclama mi alma la grandeza del Señor».
Te Deum
Oración
Escucha, Señor, la oración de tu pueblo, alegre par la venida de tu Hijo en carne mortal, y haz que cuando vuelva en su gloria al final de los tiempos, podamos alegramos de escuchar de sus labios la invitación a poseer el reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por las siglos de las siglos. Amén.

 

 

 

 

Navidad

–Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.
–Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

HIMNO
Ver a Dios en la criatura,
ver a Dios hecho mortal
y ver en humano portal
la celestial hermosura.
¡Gran merced y gran ventura
a quien verlo mereció!
¡Quien lo viera y fuera yo!
Ver llorar a la alegría,
ver tan pobre a la riqueza,
ver tan baja a la grandeza
y ver que Dios lo quería.
¡Gran merced fue en aquel día
la que el hombre recibió!
¡Quien lo viera y fuera yo!
Poner paz en tanta guerra,
Calor donde hay tanto frío,
ser de todos lo que es mío,
plantar un cielo en la tierra.
¡Qué misión de escalofrío
la que Dios nos confió!
¡Quien lo hiciera y fuera yo!

SALMODIA
Antífona 1 El Señor me ha dicho: «Tú eres mi Hijo» yo te he engendrado hoy.»
Salmo 2
EL MESÍAS, REY VENCEDOR
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías: «Rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta con su cólera: « Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi monte santo.»
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad, los que regís la tierra: servid al Señor con temor, rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por lo siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor me ha dicho: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.»
Antífona 2. El Señor sale como el esposo de su alcoba.
Salmo 18 A.
ALABANZA AL DIOS CREADOR DEL UNIVERSO
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe ,a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor sale como el esposo de su alcoba.

Antífona 3. En tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente.
Salmo 44
LAS NUPCIAS DEL REY
Me brota del corazón un poema bello, recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente: es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y la justicia, tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden, se acobardan los enemigos del rey. Tu trono, oh Dios, permanece para siempre, cetro de rectitudes tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas. Hijas de reyes salen a tu encuentro, de pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna; prendado está el rey de tu belleza: póstrate ante él, que él es tu Señor. La ciudad de Tiro viene con regalos, los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, la siguen sus compañeras: las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres, tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra.» Quiero hacer memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te alabarán, por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En tus labios se derrama la gracia. el Señor te bendice eternamente.
LECTURAS
Salmista: La palabra se hizo carne. Aleluya.
Todos: Y acampó entre nosotros. Aleluya.

PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 11, 1-10
LA RAÍZ DE JESÉ
Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y. temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordeo, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la o» hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.
No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé Se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.

RESPONSORIO:
Todos: Hoy, por nosotros, se ha dignado nacer de la Virgen el Rey de los cielos, para restituir al hombre a los reinos celestiales. Se alegra el ejército de los ángeles, porque se ha mostrado la salvación al linaje humano.
Salmista: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Todos: Se alegra el ejército de los ángeles, porque se ha mostrado la salvación al linaje humano.

SEGUNDA LECTURA
De los sermones de San León Magno, papa. (Sermón 1 en la Natividad ‘del Señor,I-3:PL 54,190-193)
RECONOCE, CRISTIANO, TU DIGNIDAD
Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador; alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría dé la eternidad prometida.
Nadie tiene por qué sentirse alejado de la participación de semejante gozo, a todos es común la razón para el júbilo: porque nuestro Señor, destructor del pecado y de la muerte, como no ha encontrado a nadie libre de culpa, ha venido para liberarnos a todos. Alégrese el santo, puesto que se acerca a la victoria; regocíjese el pecador, puesto que se le invita al perdón; anímese el gentil, ya que se le llama a la vida.
Pues el Hijo de Dios, al cumplirse la plenitud de los tiempos, establecidos por los inescrutables y supremos designios divinos, asumió la naturaleza del género humano para reconciliarla con su Creador, de modo que el demonio, autor de la muerte, se viera vencido por la misma naturaleza gracias a la cual había vencido.
Por eso, cuando nace el Señor, los ángeles cantan jubilosos: “Gloria a Dios en el cielo, y anuncian: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.» Pues están viendo cómo la Jerusalén celestial se construye con gentes de todo el mundo; ¿cómo, pues! no habrá, de, alegrarse la humildad de los hombres con tan sublime acción de la piedad divina, cuando tanto se entusiasma la sublimidad de los ángeles?
Demos, por tanto, queridos hermanos, gracias a Dios Padre por medio de su Hijo, en el Espíritu Santo, puesto que se apiadó de nosotros a causa de la inmensa misericordia con que nos amó; estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir Cristo, para que gracias a él fuésemos una nueva creatura, una nueva creación.
Despojémonos, por tanto, del hombre viejo con todas sus obras y, ya que hemos recibido la participación de la generación de Cristo, renunciemos a las obras de la carne.
Reconoce, cristiano, tu dignidad y, puesto que has sido hecho partícipe de la naturaleza divina, no pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas vilezas. Piensa de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. No olvides que fuiste liberado del poder de las tinieblas y trasladado a la luz y al reino de Dios.
Gracias al sacramento del bautismo te has convertido en templo del Espíritu Santo; no se te ocurra ahuyentar con tus malas acciones a tan noble huésped, ni volver a someterte a la servidumbre del demonio: porque tu precio es la sangre de Cristo.

RESPONSORIO
Todos: Hoy nos ha descendido del cielo la paz verdadera. Hoy, en todo el mundo, los cielos destilan miel.
Salmista: Hoy brilla para nosotros el día de la redención nueva, largo tiempo preparada, el día de la felicidad eterna.
Todos: Hoy, en todo el mundo, los cielos destilan miel.
Te Deum.

ORACIÓN
Presidente: Oh Dios, que de modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza, y de un modo más admirable todavía restableciste su dignidad por Jesucristo, concédenos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

Cuaresma

–Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.
–Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

HIMNO
Llorando los pecados tu pueblo está, Señor. Vuélvenos tu mirada y danos el perdón.
Seguiremos tus pasos, camino de la cruz, subiendo hasta la cumbre de la Pascua de Luz.
La Cuaresma es combate; las armas: oración; limosnas y vigilias por el reino de Dios.
«Convertid vuestra vida, volved a vuestro Dios, y volveré a vosotros», esto dice el Señor.
Tus palabras de vida nos llevan hacia ti, los días cuaresmales nos las hacen sentir.

SALMODIA
Antífona 1 Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Salmo 102
HIMNO A LA MISERICORDIA DE DIOS
–I–
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de]a fosa y te colma de gracia y de ternura; él sacia de bienes tus anhelos, y como un águila se renueva ,tu juventud.
El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Antífona 2. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.
–II–
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro.
Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como flor del campo, que el viento la roza, y ya no existe, su terreno no volverá a verla.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.
Antífona 3. Bendecid al Señor, todas sus obras.
–III–
Pero la misericordia del Señor dura siempre; su justicia pasa de hijos a nietos: para los que guardan la alianza y recitan y cumplen sus mandatos.
El Señor puso en el cielo su trono, su soberanía gobierna el universo. Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos a la voz de su palabra.
Bendecid al Señor, ejércitos suyos, servidores que cumplís sus deseos, Bendecid al Señor, todas ‘sus obras, en todo lugar de su imperio. ¡Bendice, alma mía, al Señor!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendecid al Señor, todas sus obras.

LECTURAS
Salmista: Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos.
Todos: Estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 58, 1-12
EL AYUNO AGRADABLE A DIOS le
Así dice el Señor Dios: «Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados.
Consultan mi oráculo a diario, muestran deseo de conocer mi camino, como un pueblo que practicara la justicia y no abandonase el mandato de Dios. Me piden sentencias justas, desean tener cerca a Dios.»
«¿Para qué ayunar, si no haces caso?, ¿mortificarnos si tú no te fijas?»
«Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad. No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces.
¿Es ése el ayuno que el Señor desea, para el día en que el hombre se mortifica?, mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?
El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne.
Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy.»
Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.
El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas.»

RESPONSORIO
Todos: El ayuno que yo quiero es éste -dice el Señor-: Partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy.»
Salmista: Cuando venga el Hijo del hombre, dirá a los de su derecha: «Venid, tuve hambre, y me disteis de comer.»
Todos: Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy.»

SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Clemente primero, papa, a los ‘ntios, (Caps. 7,4-8,38,5-9, 1; 13, 1-4; 19,2: 1,71-73.77-78.87)
CONVERTÍOS
Fijemos con atención nuestra mirada en la Sangre de Cristo, y reconozcamos cuán preciosa ha sido a los ojos de Dios, su Padre, pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó la gracia de la penitencia para todo el mundo.
Recorramos todos los tiempos, y aprenderemos cómo el Señor, de generación en generación, concedió un tiempo de penitencia a los que deseaban convertirse a él. Noé predicó la penitencia, y los que le escucharon se salvaron. Jonás anunció a los ninivitas la destrucción de su ciudad, y ellos, arrepentidos de sus pecados, pidieron perdón a Dios y, a fuerza de súplicas, alcanzaron la indulgencia, a pesar de no ser del pueblo elegido.
De la penitencia hablaron, inspirados por el Espíritu Santo, los que fueron ministros de la gracia de Dios. Y el mismo Señor de todas las cosas habló también, con juramento, de la penitencia, diciendo: Por mi vida –oráculo del Señor–, juro que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta; y añade aquella hermosa sentencia: Cesad de obrar mal, casa de Israel. Di a los hijos de mi pueblo: «Aunque vuestros pecados lleguen hasta el cielo, aunque sean como púrpura y rojos como escarlata, si os convertís a mí de todo corazón y decís: “Padre”, os escucharé como a mi pueblo santo.»
Queriendo, pues, el Señor que todos los que él ama tengan parte en la penitencia, lo confirmó así con su omnipotente voluntad.
Obedezcamos, por tanto, a su magnífico y glorioso designio, e, implorando con súplicas su misericordia y benignidad recurramos a su benevolencia, y convirtámonos, dejadas a un lado las vanas obras, las contiendas y la envidia, que conduce a la muerte.
Seamos, pues, humildes, hermanos, y, deponiendo toda jactancia, ostentación e insensatez, y los arrebatos de la ira, cumplamos lo que está escrito, pues lo dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, ni se gloríe el rico de su riqueza; el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, para buscarle a él y practicar el derecho y la justicia; especialmente si tenemos presentes las palabras del Señor Jesús, aquellas que pronunció para enseñamos la benignidad y la longanimidad.
Dijo, en efecto: Sed misericordiosos, y alcanzaréis misericordia; perdonad, y se os perdonará; como vosotros hagáis, así se os hará a vosotros; dad, y se os dará; no juzguéis, y no os juzgarán, como usareis la benignidad, así la usarán con vosotros; la medida que uséis la usarán con vosotros.
Que estos mandamientos y estos preceptos nos comuniquen firmeza para poder caminar, con toda humildad, en la obediencia a sus santos consejos. Rues dice la Escritura santa: En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.
Como quiera, pues; que hemos participado de tantos, tan grandes y tan ilustres hechos, emprendamos otra vez la carrera hacia la meta de paz que os fue anunciada desde el principio y fijemos nuestra mirada en el Padre y Creador del universo, acogiéndonos a los magníficos y sobreabundantes dones y beneficios de su paz.

RESPONSORIO
Todos: Que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad. Porque es compasivo y misericordioso, y se arrepiente de las amenazas, el Señor, nuestro Dios.
Salmista: El Señor no quiere la muerte del pecador, sino que cambie de conducta y viva.
Todos: Porque es compasivo y misericordioso, y se arrepiente de las amenazas, el Señor, nuestro Dios.
Te Deum.

ORACIÓN
Presidente: Señor, fortalécenos con tu auxilio durante la Cuaresma, para que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contrarias fuerzas del mal. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Pascua-I

–Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.
–Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

Himno
¡Cristo ha resucitado! ¡Resucitemos con él! !Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon, y la muerte fue vencida. ¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere para el triunfo de la espiga. ¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza, nuestra paz y nuestra vida. ¡Aleluya, aleluya!.
Vivamos vida nueva, el bautismo es nuestra Pascua. ¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado! ¡Resucitemos con él! ¡Aleluya, aleluya! Amén.

SALMODIA
Antífona 1. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Aleluya.

Salmo 117
–I–
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo; ¿que podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia, veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Aleluya.
Antífona 2. El Señor es mi salvación. Aleluya.
–II–
Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco, en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas, ardiendo como fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es mi salvación. Aleluya.
Antífona 3. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Aleluya.

–III–
Abridme las puertas del triunfo,y entraré para dar gracias al Señor.
Ésta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Aleluya.

LECTURAS
Salmista: En tu resurrección, oh Cristo. Aleluya.
Todos: Se alegren los cielos y la tierra. Aleluya.

PRIMERA LECTURA
De la primera carta del apóstol san Pedro 3, 1-17
LA IMITACIÓN DE CRISTO.
Las mujeres sean sumisas a los propios maridos para que, si incluso algunos no creen en la palabra, sean ganados no por palabras, sino parla conducta de sus mujeres, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. Que vuestro adorno no esté en el exterior: en peinados, joyas y modas; sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios. Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; así obedeció Sara llamándole «señor». De ella os hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener ningún temor.
De igual manera, vosotros, maridos, en la vida común sed comprensivos con la mujer, que es un ser más frágil, respetándolas, ya que son también coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo.
Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por malo insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición. Porque si uno ama la vida y quiere ver días felices, refrene su lengua del mal y sus labios de la falsedad; apártese del mal y obre el bien, busque la paz y corra tras ella, pues los ojos del Señor se fijan en los justos y sus oídos atienden a sus ruegos; pero el Señor hace frente a los que practican el mal.
Y, además, ¿quién podrá haceros daño si os dais con empeño a lo bueno? Dichosos vosotros, si tenéis que sufrir por causa de la justicia; no les tengáis miedo ni os amedrentéis. Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.

RESPONSORIO
Todos: Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Aleluya.
Salmista: Dichosos vosotros, si tenéis que sufrir por causa de la justicia.
Todos: Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Aleluya.

SEGUNDA LECTURA
De las Catequesis de Jerusalén (Catequesis 20 [Mistagógica 2], 4-6: PG 33, 1079- 1082
EL BAUTISMO, FIGURA DE LA PASIÓN DE CRISTO
Fuisteis conducidos a la santa piscina del divino bautismo, como Cristo desde la cruz fue llevado al sepulcro. Y se os preguntó a cada uno si creíais en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Después de haber confesado esta fe salvadora, se os sumergió por tres veces en el agua y otras tantas fuisteis sacados de la misma: con ello significasteis, en imagen y símbolo, los tres días de la sepultura de Cristo.
Pues, así como nuestro Salvador pasó en el seno de la tierra tres días y tres noches, de la misma manera vosotros habéis imitado con vuestra primera emersión el primer día que Cristo estuvo en la tierra, y, con vuestra inmersión, la primera noche. Porque, así como de noche no vemos nada y, en cambio, de día lo percibimos todo, del mismo modo en vuestra inmersión, coma si fuera de noche, no pudisteis ver nada; en cambio, al emerger os pareció encontraros en pleno día; y en un mismo momento os encontrasteis muertos y nacidos, y aquella agua salvadora os sirvió a la vez de sepulcro y de madre.
Por eso os cuadra admirablemente lo que dijo Salomón, a propósito de otras cosas: Tiempo de nacer, tiempo de morir; pero a vosotros os pasó esto en orden inverso: tuvisteis un tiempo de morir y un tiempo de nacer, aunque en realidad un mismo instante os dio ambas cosas, y vuestro nacimiento se realizó junto con vuestra muerte.
¡Oh maravilla nueva e inaudita! No hemos muerto ni hemos sido sepultados, ni hemos resucitado después de crucificados en el sentido material de estas expresiones, pero, al imitar estas realidades en imagen hemos obtenido así la salvación verdadera.
Cristo si que fue realmente crucificado y su cuerpo fue realmente sepultado y realmente resucitó; a nosotros, en cambio, nos ha sido dado, por gracia, que, imitando lo que él padeció con la realidad de estas acciones, alcancemos de verdad la salvación.
¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo fue el que recibió los clavos en sus inmaculadas manos y pies, sufriendo grandes dolores, y a mí, sin experimentar ningún dolor ni ninguna angustia, se me dio la salvación por la comunión. de sus dolores.
No piense nadie, pues, que el bautismo fue dado solamente por el perdón de los pecados y para alcanzar la gracia de la adopción, como en el caso del bautismo de Juan, que conferia sólo el perdón de los pecados; nuestro bautismo, como bien sabemos, además de limpiamos del pecado y damos el don del Espíritu es también tipo y expresión de la pasión de Cristo. Por eso Pablo decía: ¿Es que no sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo Jesús fuimos incorporados a su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte.

RESPONSORIO
Todos: Estos son los corderos recién nacidos, que proclaman el mensaje, aleluya; acaban de renacer de la fuente bautismal. Han sido inundados de resplandor. Aleluya.
Salmista: Están delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Todos: Han sido inundados de resplandor. Aleluya

Te Deum.

ORACIÓN
Presidente: Oh Dios, que has reunido pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede los que han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y una misma caridad en su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Pascua-II

–Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.
–Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

HIMNO

La bella flor que en el suelo
plantada se vió marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Salmos

Ant.1. Mira, Señor, y contempla nuestro oprobio.
Salmo 88, 39-53

LAMENTACIÓN POR LA CAÍDA DE LA CASA DE DAVID
–I–

Tú, encolerizado con tu Ungido,
lo has rechazado y desechado;
has roto la alianza con tu siervo
y has profanado hasta el suelo su corona;

has derribado sus murallas
y derrocado sus fortalezas;
todo viandante lo saquea,
y es la burla de sus vecinos;

has sostenido la diestra de sus enemigos
y has dado el triunfo a sus adversarios;
pero a él le has embotado la espalda
y no lo has confortado en la pelea;

has quebrado su cetro glorioso
y has derribado su trono;
has acortado los días de su juventud
y lo has cubierto de ignominia.

Ant.1. Mira, Señor, y contempla nuestro oprobio.

Antifona 2. Yo soy el renuevo y el vástago de David, la estrella luciente de la mañana. Aleluya.

–II–

¿Hasta cuándo, Señor, estarás escondido
y arderá como un fuego tu cólera?
Recuerda, Señor, lo corta que es mi vida
y lo caducos que has creado a los humanos.

¿Quién vivirá sin ver la muerte?
¿Quién sustraerá su vida a la garra del abismo?
¿Dónde está, Señor, tu antigua misericordia
que por tu fidelidad juraste a David?

Acuérdate, Señor, de la afrenta de tus siervos:
lo que tengo que aguantar de las naciones,
de como afrentan, Señor, tus enemigos,
de como afrentan las huellas de tu Ungido.

Ant.2. Yo soy el renuevo y el vástago de David, la estrella luciente de la mañana. Aleluya.

Antífona 3. Nuestros años se acaban como la hierba, pero tú, Señor, permaneces desde siempre y por siempre. Aleluya.

Salmo 89
BAJE A NOSOTROS LA BONDAD DEL SEÑOR
Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.

Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.

¡Cómo nos ha consumido tu cólera
y nos ha transtornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.

Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.

¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.

Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Ant.3. Nuestros años se acaban como la hierba, pero tú, Señor, permaneces desde siempre y por siempre. Aleluya.

LECTURAS

–Dios, con su poder, resucitó al Señor. Aleluya.

–Y nos resucitará también a nosotros. Aleluya.

PRIMERA LECTURA

Apocalipsis 9,13-21
Si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de una novilla, que rocía a los profanos, los santifica respecto a la purificación externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del espíritu eterno, se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios, purificará nuestro interior de obras muertas, para servir a Dios vivo.
Precisamente por esto es mediador de una alianza nueva: para que los llamados reciban la herencia eterna prometida, ahora que ha habido una muerte para redención de las transgresiones cometidas en el régimen de la primera alianza. Pues, donde hay un testamento, es necesario hacer constar la muerte del testador, pues un testamento es válido después de la muerte, ya que nunca tiene validez mientras vive el testador; de ahí que ni siquiera la primera alianza quedó inaugurada sin sangre, pues, luego que Moisés expuso al pueblo todos y cada uno de los mandatos según estaban en la Ley, cogiendo la sangre de los novillos, con agua, lana escarlata e hisopo, roció el libro mismo y al pueblo, diciendo: Esto es la sangre de la alianza que Dios ordenó para vosotros; y con la sangre roció también igualmente el tabernáculo y todos los objetos de uso litúrgico.

Todos. Que todos los hombres en todas partes se conviertan * porque Dios tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia. Aleluya.
Salmista. Ministros de Dios, reunid a todos los habitantes de la tierra y clamad al Señor.
Todos. * porque Dios tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia. Aleluya.

—Del Tratado de San Ireneo, obispo, contra las herejías
Eucaristía y resurrección

Si la carne no se salva, entonces el Señor no nos ha redimido con su sangre, ni el cáliz de la eucaristía es participación de su sangre, ni el pan que partimos es participación de su cuerpo. Porque la sangre procede de las venas y de la carne y de toda la substancia humana, de aquella substancia que asumió el Verbo de Dios en toda su realidad y por la que nos pudo redimir con su sangre, como dice el Apóstol: Por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Y, porque somos sus miembros y quiere que la creación nos alimente, nos brinda sus criaturas, haciendo salir el sol y dándonos la lluvia según le place; y también porque nos quiere miembros suyos, aseguró el Señor que el cáliz, que proviene de la creación material, es su sangre derramada, con la que enriquece nuestra sangre, y que el pan, que también proviene de esta creación, es su cuerpo, que enriquece nuestro cuerpo.
Cuando la copa de vino mezclado con agua y el pan preparado por el hombre reciben la Palabra de Dios, se convierten en la eucaristía de la sangre y del cuerpo de Cristo y con ella se sostiene y se vigoriza la substancia de nuestra carne, ¿cómo pueden, pues, pretender los herejes que la carne es incapaz de recibir el don de Dios, que consiste en la vida eterna, si esta carne se nutre con la sangre y el cuerpo del Señor y llega a ser parte de este mismo cuerpo?
Por ello bien dice el Apóstol en su carta a los Efesios: Somos miembros de su cuerpo, hueso de sus huesos y carne de su carne. Y esto lo afirma no de un hombre invisible y mero espíritu –pues un espíritu no tiene carne y huesos–, sino de un organismo auténticamente humano, hecho de carne, nervios y huesos; pues es este organismo el que se nutre con la copa, que es la sangre de Cristo y se fortalece con el pan, que es su cuerpo.
Del mismo modo que el esqueje de la vid, depositado en tierra, fructifica a su tiempo, y el grano de trigo, que cae en tierra y muere, se multiplica pujante por la eficacia del Espíritu de Dios que sostiene todas las cosas, y así estas criaturas trabajadas con destreza se ponen al servicio del hombre, y después cuando sobre ellas se pronuncia la Palabra de Dios, se convierten en la eucaristía, es decir, en el cuerpo y la sangre de Cristo; de la misma forma nuestros cuerpos, nutridos con esta eucaristía y depositados en tierra, y desintegrados en ella, resucitarán a su tiempo, cuando la Palabra de Dios les otorgue de nuevo la vida para la gloria de Dios Padre. Él es, pues, quien envuelve a los mortales con su inmortalidad y otorga gratuitamente la incorrupción a lo corruptible, porque la fuerza de Dios se realiza en la debilidad.

Todos. Yo soy el Pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: * Éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Aleluya.
Salmista. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.
Todos. * Éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Aleluya.
PRECES

Glorifiquemos a Cristo resucitado y siempre presente en su Iglesia y supliquémosle, diciendo: Quédate con nosotros, Señor.
Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte, del mundo y del demonio
—permanece en medio de nosotros, tú que vives por los siglos de los siglos.

Señor, ven a nosotros con tu poder salvador,
—y muéstranos la bondad de Dios Padre.

Señor, ayuda al mundo abrumado por las discordias
—ya que sólo tú, Príncipe de la Paz, tienes el poder de salvar y reconciliar.

Confírmanos en la fe de la victoria final,
—y arraiga en nosotros la esperanza de tu manifestación gloriosa.

Padre nuestro

Oración

Dios todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado más claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad, concede a quienes has librado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo.
,
—Acción de gracias
Oficio de lectura tomado de la Vigilia de Espigas que celebra en ocasiones la Adoración Nocturna.

–Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.
–Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).
HIMNO
Omnipotente, Altísimo, Bondadoso Señor, tuyas son la alabanza, la gloria y el honor, tan solo tú eres digno de toda bendición y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.
Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por el hermano sol que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor, y lleva por los cielos noticias de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor, y las estrellas claras que tu poder creó tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son, y brillan en los cielos: ¡Loado mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡Loado, mi Señor! Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol y es fuerte, hermoso, alegre: ¡Loado mi Señor!
Y por la hermana tierra, que es todo bendición, la hermana madre tierra que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color y nos sustenta y rige: ¡Loado, mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por amor los males corporales y la tribulación: ¡felices los que sufren en paz con el dolor porque les llega el tiempo de la consolación!
Y por la hermana muerte: ¡Loado, mi Señor! … Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios! ¡No probarán la muerte de la condenación!
¡Servidle con ternura y humilde corazón! ¡Agradeced sus dones, cantad su creación! ¡Las criaturas todas, load a mi Señor!

SALMODIA
Antífona 1. Tu misericordia es eterna, Señor.
Salmo 64, 10-14
SOLEMNE ACCIÓN DE GRACIAS
Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, prepara los trigales;
riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría.
Las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tu misericordia es eterna, Señor
Antífona 2. Bendito seas por siempre, Señor.
Salmo 103, 1-4. 10-15
HIMNO AL DIOS CREADOR
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.
Extiendes los cielos como una tienda, construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; los vientos te sirven de mensajeros; el fuego llameante, de ministro.
De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; en ellos beben las fieras de los campos, el asno salvaje apaga su sed; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto.
Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos, y vino que le alegra el corazón; y aceite que da brillo a su rostro, y alimento que le da fuerzas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Bendito seas por siempre, Señor.
Antífona 3. Abres tu mano, Señor, y sacias a todo viviente.
Salmo 103, 24-31

Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduria; la tierra está llena de tus criaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes; lo surcan las naves, y el Leviatán que modelaste para que retoce.
Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo: se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes; escondes tu rostro, y se espantan;
les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Abres tu mano, Señor, y sacias a todo viviente.

PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro del Génesis 1,26-31
Dijo Dios: « Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella.»
Y creó Dios al hombre a imagen y semejanza suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios diciéndoles: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del, cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra».
Dijo también Dios: «Ahí os doy cuantas hierbas de semillas hay sobre la haz de la tierra toda, y cuantos árboles producen fruto de simiente, para que todos os sirvan de alimento.
También a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todos los vivientes que sobre la tierra están y se mueven les doy para comida cuanto de verde hierba la tierra produce». Y así fue. Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho, y hubo tarde y mañana, dia sexto.

RESPONSORIO
Todos: ¿Qué es el hombre, Señor, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?, Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies.
Salmista: Rebaños de ovejas y toros, hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar.
Todos: Le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies.

SEGUNDA LECTURA
De la constitución Pastoral «Gaudium et Spes», sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano II, núms. 34-35
Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y al universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo.
Esta enseñanza vale igualmente para los quehaceres más ordinarios. Porque los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que resulta provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que, con su trabajo, desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios enla historia.
Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, están, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio. Cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad individual y colectiva. De donde se sigue que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo.
La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre, pues éste; con su acción, no solo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores , que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Asimismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más justicia, mayor fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas sociales, vale más que los procesos técnicos. Pues dichos progresos pueden ofrecer, como si dijéramos, el material para la promoción humana, pero por sí solos no pueden llevarla a cabo.
Por tanto, ésta es la horma de la actividad humana: que, de acuerdo con los designios y voluntad divinos, sea conforme al auténtico bien del género humano y permita al hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación.

RESPONSORIO
Todos: Todas las cosas son vuestras, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura.
Salmista: No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéís de vestir.
Todos: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura.

Te Deum

ORACIÓN
Señor, tú nos has reunido en torno a esta mesa donde construyes tu familia en la unidad y en el amor; danos fuerza para que, con nuestro esfuerzo, cooperemos a la construcción de la ciudad terrena y trabajemos sin cesar por la llegada de tu Reino. Por Jesucristo nuestro Señor.

—Virgen María

–Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.
–Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

HIMNO
Eva nos vistió de luto,
de Dios también nos privó
e hizo mortales;
mas de vos salió tal fruto
que puso paz y quitó
tantos males.
Por Eva la maldición
cayó en el género humano
y el castigo;
mas por vos la bendición fue,
y a todos dio la mano
Dios amigo.
Un solo Dios trino y uno
a vos hizo sola y una:
más perfecta
después de Dios no hay ninguna
ni es a Dios persona alguna
más acepta.
¡Oh cuánto la tierra os debe!,
pues que por vos Dios volvió
la noche en día,
por vos, más blanca que nieve,
el pecador alcanzó
paz y alegría. Amén.

SALMODIA
Antífona 1. María recibió en su concepción la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador.
Salmo 23
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
-¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
-El hombre de Manos inocentes y puro corazón, que no confia en los ídolos, ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señ.or, le hará justicia el Dios de salvación.
-Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? -El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? -El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. María recibió en su concepción la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador.
Antífona 2. Dios la socorre al despuntar la aurora, el Altísimo consagra su morada.
Salmo 45
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus olas, que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan; pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
El Señor de los Ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe, rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo soy Dios: más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»
El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios la socorre al despuntar la aurora, el Altísimo consagra su morada.
Antífona 3. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!
Salmo 86
Él la ha cimentado sobre el monte santo; y el Señor prefiere las puertas de Sión a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! «Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Éste ha nacido allí.» Y cantarán mientras danzan: «Todas mis fuentes están en ti.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!

RESPONSORIO
Lector: Dios todopoderoso me ciñó de valor.
Todos: Y me enseñó un camino perfecto.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 12-21
Hermanos: Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque antes de la ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir.
Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia condenatoria, mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en sentencia absolutoria.
Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuánto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.
La ley se introdujo para que creciera el delito; pero si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, así también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna.

RESPONSORIO
Lector: Por un hombre entró el pecado en el mundo, y así todos pecaron.
Todos: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Lector: El Señor arrancó todo alma de la muerte, y fue tu apoyo contra tu adversario. Todos: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.

SEGUNDA LECTURA
De los sermones de san Anselmo, obispo
El cielo, las estrellas, la tierra, los ríos, el día y la noche, y todo cuanto está sometido al poder o utilidad de los hombres, se felicitan de la gloria perdida, pues una nueva gracia inefable, resucitada en cierto modo por ti, ¡oh Señora!, les ha sido concedida. Todas las cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas; se encontraban aplastadas por la opresión y como descoloridas por el abuso que de ellas hacían los servidores de los ídolos, para los que no habían sido creadas. Pero ahora, como resucitadas, felicitan a María, al verse regidas por el dominio y honradas por el uso de los que alaban al Señor.
Ante la nueva e inestimable gracia, las cosas todas saltaron de gozo, al sentir que, en adelante, no sólo estaban regidas por la presencia rectora e invisible de Dios, su creador, sino que también, usando de ellas visiblemente, las santificaba. Tan grandes bienes eran obra del bendito fruto del seno bendito de la bendita María.
Por la plenitud de tu gracia, lo que estaba cautivo en el infierno se alegra por su liberación, y lo que estaba por encima del mundo se regocija por su restauración. En efecto, por el poder del Hijo glorioso de tu gloriosa virginidad los justos que perecieron antes de la muerte vivificadora de Cristo se alegran de que haya sido destruida su cautividad, y los ángeles se felicitan al ver restaurada su ciudad medio derruida.
¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo, por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por la criatura!
Dios entregó a María su propio Hijo, el único igual a él, a quien engendra de su corazón como amándose a sí mismo. Valiéndose de María, se hizo Dios un Hijo, no distinto, sino el mismo, para que realmente fuese uno y el mismo el Hijo de Dios y de María. Todo lo que nace es criatura de Dios, y Dios nace de María. Dios creó todas las cosas, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que había sido manchado.
Dios es, pues, el padre de las cosas creadas; y María es la madre de las cosas recreadas. Dios es el padre a quien se debe la constitución del mundo; y María es la madre a quien se debe su restauración. Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual nada existe; y María dio a luz a aquel sin el cual nada subsiste.
¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te debiera tanto como a él!

RESPONSORIO
Lector: Proclamad conmigo la grandeza del Señor.
Todos: Por su grande piedad para conmigo.
Lector: Desde ahora me felicitarán todas las generaciones.
Todos: Por su grande piedad para conmigo.

Te Deum

ORACIÓN
Presidente: Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos, por su intercesión, llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

Corpus Christi

–Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.
–Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Aleluya).

Himno
De rodillas, Señor, ante el sagrario, que guarda cuanto queda de amor y de unidad, venimos con las flores de un deseo, para que nos las cambies en frutos de verdad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz. Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Como ciervos sedientos que van hacia la fuente, vamos hacia tu encuentro, sabiendo que vendrás; porque el que la busca es porque ya en la frente lleva un beso de paz, lleva un beso de paz.
Como estás, mi Señor, en la custodia, igual que la palmera que alegra el arenal, queremos que en el centro de la vida reine sobre las cosas tu ardiente caridad .
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz. Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.

SALMODIA
Ant. 1. Decid a los convidados: «Tengo preparado el banquete; venid a la boda.» Aleluya.
Salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Decid a los convidados: «Tengo preparado el banquete; venid a la boda.» Aleluya.
Antífona 2. El que tenga sed, que venga a mi y beba en la fuente eterna.
Salmo 41
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: «¿Dónde está tu Dios?»
Recuerdo otros tiempos, y desahogo mi alma conmigo: cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía, porqué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado.
De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida.
Diré a Dios: «Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?»
Se me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día me preguntan: «¿Dónde está tu Dios?»
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El que tenga sed, que venga a mi y beba en la fuente eterna.
Antífona 3. El Señor nos alimento con flor de harina, nos sacó con miel silvestre.
Salmo 80
Aclamad a Dios, nuestra fuerza; dad vítores al Dios de Jacob: acompañad, tocad los panderos, las cítaras templadas y las arpas; tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna llena, que es nuestra fiesta.
Porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob, una norma establecida para José al salir de Egipto.
Oigo un mensaje desconocido: «Retiré sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción y te libré, te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor, Dios tuyo, que te saqué del país de Egipto; abre la boca que te la llene.»
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: en un momento humillaría a mis enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios;
los que aborrecen al Señor te adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.

Lector: La sabiduría se ha construido su casa. Aleluya.
Todos: Ha mezclado el vino y puesto la mesa. Aleluya.

PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 24, 1-11
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Sube a mí con Aarón, Nadab y Abihú Y los setenta ancianos de Israel y prostemaos a distancia. Después se acercará Moisés solo, no ellos; y el pueblo que no suba.»
Moisés bajó y contó a su pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: «Haremos todo lo que dice el Señor.»
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocausto s y vacas corno sacrificio de comunión. Tornó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tornó el documento de la alianza y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió: «Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos.» Tornó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»
Subieron Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos de Israel, y vieron al Dios de Israel: bajo los pies tenía una especie de pavimento, brillante corno el mismo cielo. Dios no extendió la mano contra los notables de Israel, que pudieron contemplar a Dios, y después comieron y bebieron.

RESPONSORIO
Lector: Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron:
Todos: Este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Lector: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Todos: Este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

SEGUNDA LECTURA
De las obras de Santo Tomás de Aquino, presbítero.
El Hijo único de Dios, queriendo hacemos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres.
Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros. Porque, por nuestra reconciliación, ofreció, sobre el altar de la cruz, su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño sagrado que nos lava, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros pecados.
Pero, a fm de que guardásemos por siempre jamás en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida.
¡Oh banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, de más precioso que este banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo Cristo, verdadero Dios?
No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales.
Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.
Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmenso y sublime amor que Cristo mostró en su pasión.
Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando, después de celebrar la Pascua con sus discípulos, iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión, como el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia.

RESPONSORIO
Lector: Reconoced en el pan lo que estuvo colgado en la cruz; en el cáliz lo que manó del costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo; tomad y bebed la sangre de Cristo.
Todos: Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cristo.
Lector: Para que no viváis separados, comed al que es vínculo de vuestra unión; para que no os estiméis en poco, bebed vuestro precio.
Todos: Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cristo.

Te Deum

ORACIÓN
Presidente: Oremos. Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, pe pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

—Tiempo Ordinario
–Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.
–Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO
¡Luz que te entregas!, ¡luz que te niegas!, a tu busca va el pueblo de noche: alumbra su senda.
Dios de la luz, presencia ardiente sin meridiano ni frontera: vuelves la noche mediodía, ciegas al sol con tu derecha.
Como columna de la aurora, iba en la noche tu grandeza; te vio el desierto, y destellaron luz de tu gloria las arenas.
Cerró la noche sobre Egipto como cilicio de tinieblas; para tu pueblo amanecías bajo los techos de las tiendas.
Eres la Luz, pero en tu rayo lanzas el día o la tiniebla: ciegas los ojos del soberbio, curas al pobre su ceguera.
Cristo Jesús, tú que trajiste fuego a la entraña de la tierra, guarda encendida nuestra lámpara hasta la aurora de tu vuelta. Amén.

SALMODIA
Ant. 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. En el juicio los impíos no se levantarán, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.
Antífona 2. Yo mismo he establecido a mi rey en Sión.
Salmo 2
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías: «Rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta con su cólera: «Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi monte santo.»
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad, los que regís la tierra: servid al Señor con temor, rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo mismo he establecido a mi rey en Sión.
Antífona 3. Tú, Señor, eres mi escudo, tú mantienes alta mi cabeza.
Salmo 3
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: «Ya no lo protege Dios.»
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío: tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla, rompiste los dientes de los malvados.
De ti, Señor, viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, yal Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú, Señor, eres mi escudo, tú mantienes alta mi cabeza.

Lector: La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza.
Todos: Enseñaos unos a otros con toda sabiduría.

PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 12, 1-8; 11-14
Dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel:
«El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.
Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones.

RESPONSORIO
Lector: La multitud de los hijos de Israel, en la víspera de la Pascua, inmolará un cabrito. Todos: Y comerán carnes y panes ázimos .
Lector: Nuestro Cordero pascual, Jesucristo, ha sido inmolado, comámoslo con los ázimos de la sinceridad y de la verdad.
Todos: Y comerán carnes y panes ázimos.

SEGUNDA LECTURA
De la Encíclica Mysterium Fidei del Papa Pablo VI
Si la Sagrada Liturgia ocupa el primer puesto en la vida de la Iglesia, el Misterio eucarístico es como el corazón y el centro de la Sagrada Liturgia en cuanto es la fuente de la vida que nos purifica y nos fortalece de modo que vivamos, no ya para nosotros, sino p a Dios, y nos unamos entre nosotros mismos con estrechísima caridad.
y para que se haga evidente la íntima conexión entre la fe y la piedad, los Padres del Concilio, confrrmando la doctrina que la Iglesia siempre ha sostenido y enseñado y el Concilio de Trento definió solenmemente, juzgaron que era oportuno anteponer al tratar del Sacrosanto Misterio de la Eucaristía esta síntesis de verdades: «Nuestro Salvador en la última Cena, la noche de su traición, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre para perpetuar así el Sacrificio de la Cruz a lo largo de los siglos hasta su vuelta, confiando de este modo a su amada Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y de su resurrección; sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da como prenda de la gloria futura.»
Con estas palabras se enaltecen a un mismo tiempo el Sacrificio que pertenece a la esencia de la Misa que se celebra cada día, y el Sacramento. Al participar de él los fieles por la Sagrada Comunión, comen la Carne y beben la Sangre de Cristo, recibiendo la gracia, es una anticipación de la vida eterna y la medicina de la inmortalidad según las palabras del Señor: «El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene la vida eterna y Yo le resucitaré en el último día.» (Jn 6, 55).
Así pues, de la restauración de la Sagrada Liturgia, Nos esperamos firmemente que brotarán copiosos frutos de piedad eucarística, para que la Santa Iglesia, levantando esta saludable enseña de piedad, avance cada vez más hacia la perfecta unidad, invite a todos cuantos se glorian del nombre cristiano a la unidad de la fe y de la caridad y los atraiga suavemente bajo la acción de la divina gracia.

RESPONSORIO
Lector: Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.
Todos: Éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Lector: Yo soy el pan vivo, bajado del cielo; quien comiere de este pan vivirá eternamente. Todos: Éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

ORACIÓN
Presidente: Escucha, Señor, la oración de su pueblo, alegre por la venida de tu Hijo en carne mortal, y haz que cuando vuelva en su gloria, al final de los tiempos, podamos alegramos de escuchar de sus labios la invitación a poseer el reino eterno. Por el mismo Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.

HORA SANTA EN JUEVES SANTO
—Hora santa en Jueves Santo
Delegación de Liturgia – Arzobispado de Pamplona y Tudela – 2006
Normas de la Iglesia.- «Realizada [la reserva] tras la celebración de la Cena del Señor, con austera solemnidad y ordenada esencialmente a la conservación del Cuerpo del Señor, para la comunión de los fieles en la Celebración litúrgica del Viernes Santo y para el Viático de los enfermos, es una invitación a la adoración, silenciosa y prolongada, del Sacramento admirable, instituido en este día»… «el Sacramento hay que conservarlo en un sagrario cerrado, sin hacer la exposición con la custodia. Después de la media noche del Jueves Santo, la adoración se realiza sin solemnidad, pues ya ha comenzado el día de la Pasión del Señor» (Directorio sobre la piedad popular la liturgia, n° 141)
El esquema que proponemos en esta Hora Santa consiste en la lectura de pasajes del Evangelio de San Juan, situados en la sobremesa de la Ultima Cena, intercalados con momentos prolongados de silencio, y cánticos.
Conviene que haya un sacerdote o un moderador de la celebración, un cantor que dirija los cantos y que las lecturas sean proclamadas por diversos lectores. La Hora Santa finalizará siempre antes de la medianoche. No es necesario proclamar todas las lecturas propuestas, sino las que en cada caso se consideren oportunas.

Monición de entrada (monitor)
Como los discípulos del Señor en aquella memorable sobremesa después de la Cena, la noche de la institución de la Eucaristía, así también nosotros, después de haber participado en la celebración de la Cena del Señor, permanecemos aquí junto a Él, adorando su presencia eucarística, en la que se perpetúa su entrega amorosa por nosotros.
Escucharemos las palabras pronunciadas por Jesús en la sobremesa de aquélla Cena memorable, según las recoge el evangelista Juan. Las acogeremos con un silencio prolongado en nuestro interior y después con cánticos de alabanza y preces.
(Conviene que el monitor o el sacerdote introduzca muy brevemente cada uno de los cantos. En en este caso, por ejemplo: Iniciamos esta Hora Santa cantando al Amor de los amores).

–Cantemos al Amor de los amores, cantemos al Señor; Dios está aquí; venid, adoradores, adoremos a Cristo Redentor.
Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra, bendecid al Señor; honor y gloria a ti, Rey de la gloria, amor por siempre a ti, Dios del amor.

1.-Os doy un mandamiento nuevo
Del santo evangelio según san Juan (13, 33-35)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis los unos a los otros.
Silencio prolongado – – – – – – – – – – – – –
–Un mandamiento nuevo nos dio el Señor:
que nos amáramos todos como Él nos amó. (2)
1. Dios perdona nuestras culpas, a su mesa nos invita.
2. Lo que hagamos al hermano, a Dios mismo se lo hacemos.
3. La señal de los cristianos es amarse como hermanos.

2.-Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Del santo evangelio según san Juan (14, 1-7)
«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí.
En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho; porque vaya prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino».
Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto».
Silencio prolongado – – – – – – – – – – – – –
–El Señor es mi luz y mi salvación. El Señor es la defensa de mi vida.
Si el Señor es mi luz, ¿a quién temeré? ¿Quién me hará temblar?
1. Una cosa pido al Señor: habitar por siempre en su casa, gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo santo.
2. Oh Señor, enséñame el camino, guíame por la senda verdadera. Gozaré de la dulzura del Señor en la tierra de la vida.

3.–Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
Del santo evangelio según san Juan (14,12-21)
«En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre.
y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Parác1ito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros.
No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros.
Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis.
Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros.
El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él».
Silencio prolongado – – – – – – – – – – – – –
–Alabad al Señor, sus grandezas cantad. Es el Dios del Amor, es la eterna bondad.
1. Es Jesús nuestro bien, nuestra eterna salud; en los labios la miel, en los ojos la luz.
2. De los cielos bajó: se hizo carne mortal; a los hombres amó: se hizo pan celestial.

4.–Como el Padre me amó, yo también os he amado, permaneced en mi amor.
Del santo evangelio según san Juan (15,1-10)
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.
Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mI amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor».
Silencio prolongado – – – – – – – – – – – – –
–¡Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre!
1. Llamados a guardar la unidad del Espíritu por el vínculo de la paz,
cantamos y proclamamos:
2. Llamados a formar un solo cuerpo en un mismo Espíritu, cantamos y proclamamos:
3. Llamados a compartir una misma esperanza en Cristo, cantamos y proclamamos:

5.–No me habéis elegido vosotros a mí sino que yo os he elegido a vosotros
Del santo evangelio según san Juan (15,11-17)
«Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».
Silencio prolongado – – – – – – – – – – – – –
–Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a él (2)
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

6.–Padre santo, cuida a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Del santo evangelio según san Juan
«Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado.
Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese.
He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.
Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros».
Silencio prolongado – – – – – – – – – – – – –
–Bendigamos al Señor que nos une en caridad y nos nutre con su amor en el pan de la unidad. Oh Padre nuestro.
1. Conservemos la unidad que el Maestro nos mandó; donde hay guerra que haya paz, donde hay odio que haya amor. Oh Padre nuestro.
2. El Señor nos ordenó devolver el bien por mal, ser testigos de su amor, perdonando de verdad. Oh Padre nuestro.

—Preces finales de la Hora (Monitor)
Adoremos a nuestro Salvador, que en la Última Cena, la noche, en que iba a ser entregado, confió a la Iglesia la Celebración perenne del Memorial de su muerte y Resurrección. En este Año Santo del V Centenario del nacimiento de San Francisco Javier, digámosle:
Danos, Señor, un espíritu misionero.
1. Para que el Evangelio sea anunciado y acogido en toda la tierra.
2. Para que Jesucristo sea conocido y amado por todos los hombres.
3. Para que la Iglesia crezca y se renueve sin cesar.
4. Para que todos los hombres descubran que son hijos de Dios.
5. Para que los hombres de todas las razas y culturas vivan unidos como hermanos.
6. Para que todos nosotros colaboremos en el desarrollo de las obras misionales pontificias.
7. Para que se acrecienten los vínculos de solidaridad entre la vieja cristiandad y las jóvenes iglesias.
8. Para que la Eucaristía sea celebrada en todo el orbe, desde donde sale el sol hasta su ocaso.
9. Para que todos los hombres reciban el Pan de la vida eterna.
10. Para que el anuncio del Evangelio promueva el bien integral de los pueblos.
11. Para que germine en todo el mundo el deseo de la paz.
12. Para que todas las naciones alcancen el gozo de la unidad.
13. Para que las familias crezcan en el verdadero amor.
14. Para que los niños y los jóvenes sean educados en la fe.
15. Para que surjan nuevas vocaciones misioneras, dispuestas a dejarlo todo por el anuncio del Evangelio.
16. Para que Dios conceda fortaleza a los misioneros y los llene de los dones del Espíritu Santo.
17. Para que aumenten las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
18. Para que todos los cristianos seamos testigos creíbles del amor de Dios en los ambientes donde vivimos.
19. Para que los enfermos sean aliviados en su dolor.
20. Para que los difuntos alcancen la salvación y la vida eterna.
(Moderador).- Fieles a la recomendación del Salvador que en Getsemaní nos mandó orar para no caer en tentación, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…
ORACIÓN
(Sacerdote o moderador).- Señor Dios Todopoderoso, que para gloria tuya y salvación de los hombres constituiste a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, concede al pueblo cristiano, adquirido para Tí, por la sangre preciosa de tu Hijo, recibir en la Eucaristía, Memorial del Señor, el fruto de la Pasión y Resurrección de Cristo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

—Canto final de la Hora santa
Tantum ergo sacraméntum venerémur cérnui,
et antíquum documéntum novo cedat rítuí;
praestet fides supleméntum sénsuum deféctui.
(Adorad postrados este sacramento. Cesa el viejo rito. Se establece el nuevo. Dudan los sentidos y el entendimiento; que la fe lo supla con asentimiento ).
Genitori Genitóque laus et iubilátio,
salus, honor, virtus quoque sit et benedíctio;
procedénti ab utróque compar sit laudátio. Amen.
(Himnos de alabanza, bendición y obsequio; por igual la gloria y el poder y el reino al eterno Padre, con el Hijo eterno y el divino Espíritu, que procede ellos. Amén).