Primera lectura

Del libro del Génesis 3, 9-20
Sentencia contra el pecado y promesa de salvación
En aquellos días, el Señor llamó al hombre:
«¿Dónde estás?»
Él contestó:
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor le replicó:
«¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.»
El Señor dijo a la mujer:
«¿Qué es lo que has hecho?»
Ella respondió:
«La serpiente me engañó, y comí.»
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.»
A la mujer le dijo:
«Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará.»
Al hombre le dijo:
«Porque le hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol del que te prohibí comer, maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo. con sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella te sacaron; pues eres polvo y al polvo volverás.»
El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
RESPONSORIO
Lector: Hoy ha nacido la Virgen María del linaje de David;
Todos: Por ella vino la salvación del mundo a los creyentes, y por su vida gloriosa todo el orbe quedó iluminado.
Lector: Celebremos con devoción el nacimiento de la bienaventurada Virgen María.
Todos: Por ella vino la salvación del mundo a los creyentes, y por su vida gloriosa todo el orbe quedó iluminado.

Del libro del Éxodo 12, 1-8; 11-14
Dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel:
“El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.
Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones.

RESPONSORIO

Lector: La multitud de los hijos de Israel, en la víspera de la Pascua, inmolará un cabrito.
Todos: Y comerán carnes y panes ázimos.
Lector: Nuestro Cordero pascual, Jesucristo, ha sido inmolado, comámoslo con los ázimos de la sinceridad y de la verdad.
Todos: Y comerán carnes y panes ázimos.

Del libro del Éxodo 16, 1-18. 35
La lluvia de maná en el desierto
Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto.
La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
«¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a todo esta comunidad.»
El Señor dijo a Moisés:
«Yo os haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. El sexto día prepararán lo que hayan recogido y será el doble de lo que recogen a diario.»
Moisés y Aarón dijeron a los israelitas:
«Esta tarde sabréis que es el Señor quien os ha sacado de Egipto, y mañana veréis la gloria del Señor. He oído vuestras protestas contra el Señor; ¿nosotros qué somos para que murmuréis de nosotros? Esta tarde os dará a comer carne y mañana os saciará de pan; os ha oído murmurar de él; ¿nosotros qué somos? No habéis murmurado de nosotros, sino del Señor.»
Moisés dijo a Aarón:
«Di a la comunidad de los israelitas: “Acercaos al Señor, que ha escuchado vuestras murmuraciones.”»
Mientras Aarón hablaba a la asamblea, ellos se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube. El Señor dijo a Moisés:
«He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: “Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios.”»
Por la tarde, una bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas se dijeron:
«¿Qué es esto?»
Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo:
«Es el pan que el Señor os da de comer. Éstas son las órdenes del Señor: que cada uno recoja lo que pueda comer: un celemín por cabeza para todas las personas que vivan en una tienda.»
Así lo hicieron los israelitas: unos recogieron más, otros menos. Y al medirlo con el celemín, no sobraba al que había recogido más, ni faltaba al que había recogido menos: había recogido cada uno lo que podía comer.
Los israelitas comieron maná durante cuarenta años hasta que llegaron a tierra habitada; comieron maná hasta atravesar la frontera de Canaán.

RESPONSORIO
Lector: A tu pueblo lo alimentaste con manjar de ángeles, proporcionándole, desde el cielo, pan a punto,
Todos: De mil sabores, a gusto de todos.
Lector: No fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo.
Todos: De mil sabores, a gusto de todos.

Del libro del Éxodo 19, 1-19; 20, 18-21
Promesa de la alianza y aparición del Señor en el Sinaí

Aquel día, a los tres meses de salir de Egipto, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí: saliendo de Rafidín, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí, frente al monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde el monte, diciendo:
«Así dirás a la casa de Jacob, y esto anunciarás a los israelitas; “Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de verdad escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos de la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.” Estas son las palabras que has de decir a los israelitas.»
Moisés convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el Señor le había mandado. Todo el pueblo, a una, respondió:
«Haremos todo cuanto ha dicho el Señor.»
Moisés comunicó la respuesta del pueblo al Señor; y el Señor le dijo:
«Voy a acercarme a ti en una nube espesa, para que el pueblo pueda escuchar lo que te digo, y te crea en adelante.»
Moisés comunicó al Señor lo que el pueblo había dicho. Y el Señor le dijo:
«Vuelve a tu pueblo, purifícalos hoy y mañana, que se laven la ropa y estén preparados para pasado mañana; pues el Señor bajará al monte Sinaí a la vista del pueblo. Traza un límite alrededor y prepara al pueblo, avisándole: “Cuidado con subir al monte o acercarse a la falda; el que se acerque al monte es reo de muerte. Lo ejecutaréis, sin tocarlo a pedradas o con flechas, sea hombre o animal; no quedará con vida. Sólo cuando suene el cuerno, podrán subir al monte.”»
Moisés bajó del monte adonde estaba el pueblo, lo purificó y le hizo lavarse la ropa. Después les dijo:
«Estad preparados para el tercer día, y no toquéis a vuestras mujeres.»
Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso resonar de trompeta; y todo el pueblo que estaba en el campamento se echó a temblar. Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios y se detuvieron al pie del monte. Todo el Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en forma de fuego. Subía humo como de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba, y Dios le respondía con el trueno.
Todo el pueblo percibía los truenos y relámpagos, el sonar de la trompeta y la montaña humeante. Y el pueblo estaba aterrorizado, y se mantenía a distancia. Y dijeron a Moisés:
«Háblanos tú, y te escucharemos; que no nos hable Dios, que moriremos.»
Moisés respondió al pueblo:
«No temáis: Dios ha venido para probaros, para que tengáis presente su temor, y no pequéis.»
El pueblo se quedó a distancia, y Moisés se acercó hasta la nube donde estaba Dios.

RESPONSORIO
Lector: Si de veras escucháis modo voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos;
Todos: Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.
Lector: Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios.
Todos: Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.

Del libro del Éxodo 22, 19—23, 9
Leyes sobre forasteros y pobres
(Código de la alianza)
Así dice el Señor:
«El que ofrezca sacrificios a los dioses —fuera del Señor— será exterminado.
No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas, y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.
No blasfemarás contra Dios y no maldecirás a los jefes de tu pueblo.
No retrasarás la oferta de tu cosecha y de tu vendimia. Me darás el primogénito de tus hijos; lo mismo harás con tus bueyes y ovejas: durante siete días quedará la cría con su madre, y el octavo día me la entregarás. Sed santos para mí y no comáis carne de animal despedazado en el campo: echádsela a los perros.
No harás declaraciones falsas: no te conchabes con el culpable para testimoniar en favor de una injusticia. No seguirás en el mal a la mayoría: no declararás en un proceso siguiendo a la mayoría y violando el derecho. No favorecerás al poderoso en su causa.
Cuando encuentres extraviados el buey o el asno de tu enemigo, se los llevarás a su dueño. Cuando veas el asno de tu adversario caído bajo la carga, no pases de largo, préstale ayuda.
No violarás el derecho de tu pobre en su causa.
Abstente de las causas falsas: no harás morir al justo ni al inocente, ni absolverás al culpable; porque yo no declaro inocente a un culpable. No aceptarás soborno, porque el soborno ciega al perspicaz y falsea la causa del inocente.
No vejarás al forastero: conocéis la suerte del forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.

RESPONSORIO
Lector: Proteged al desvalido y al huérfano, haced justicia al humilde y al necesitado,
Todos: Defended al pobre y al indigente, sacándolos de las manos del culpable.
Lector: Dios ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino.
Todos: Defended al pobre y al indigente, sacándolos de las manos del culpable.

Del libro del Éxodo 24, 1-11
Vieron a Dios y comieron y bebieron
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Sube a mí con Aarón, Nadab y Abihú y los setenta ancianos de Israel y prosternaos a distancia. Después se acercará Moisés solo, no ellos; y el pueblo que no suba.»
Moisés bajó y contó a su pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:
«Haremos todo lo que dice el Señor.»
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió:
«Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos.»
Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:
«Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»
Subieron Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos de Israel, y vieron al Dios de Israel: bajo los pies tenía una especie de pavimento, brillante como el mismo cielo. Dios no extendió la mano contra los notables de Israel, que pudieron contemplar a Dios, y después comieron y bebieron.

RESPONSORIO
Lector: Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron:
Todos: Este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Lector: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.
Todos: Este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Comienza el libro del Deuteronomio 1, 1. 6-18
Últimas exhortaciones de Moisés en Moab
Palabras que dijo Moisés a todo Israel al otro lado del Jordán, es decir, en el desierto o estepa que hay frente a Espadaña, entre Farán a un lado y Tofel, Alba, Aldeas y Dorada al otro lado:
«El Señor, nuestro Dios, nos dijo en el Horeb:
“Basta ya de vivir en estas montañas. Poneos en camino y dirigíos a las montañas amorreas y a las poblaciones vecinas de la estepa, la sierra, la Sefela, el Negueb y la costa. O sea, el territorio cananeo, el Líbano y hasta el Río Grande, el Éufrates. Mirad, ahí delante te he puesto la tierra; entra a tomar posesión de la tierra que el Señor prometió a vuestros padres, Abrahán, Isaac y Jacob.”
Entonces yo os dije:
“Yo solo no doy abasto con vosotros, porque el Señor, vuestro Dios, os ha multiplicado, y hoy sois más numerosos que las estrellas del cielo. Que el Señor, vuestro Dios, os haga crecer mil veces más bendiciéndoos como os ha prometido; pero ¿cómo voy a soportar yo solo vuestra carga, vuestros asuntos y pleitos? Elegid de cada tribu algunos hombres hábiles, prudentes y expertos, y yo los nombraré jefes vuestros.”
Me contestasteis que os parecía bien la propuesta. Entonces yo tomé algunos hombres hábiles y expertos, y los nombré jefes vuestros: para cada tribu jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez, y además alguaciles. Y di a vuestros jueces las siguientes normas:
“Escuchad y resolved según justicia los pleitos de vuestros hermanos, entre sí o con emigrantes. No seáis parciales en la sentencia, oíd por igual a pequeños y grandes; no os dejéis intimidar por nadie, que la sentencia es de Dios. Si una causa os resulta demasiado ardua, pasádmela, y yo la resolveré.”
En la misma ocasión os mandé todo lo que teníais que hacer.»

RESPONSORIO
Lector: El Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses, Dios grande, fuerte y terrible;
Todos: No es parcial ni acepta soborno.
Lector: Oíd por igual a pequeños y grandes; no os dejéis intimidar por nadie, que la sentencia es de Dios.
Todos: No es parcial ni acepta soborno.

Del libro de los Jueces 6, 1-6. 11-24a
Vocación de Gedeón
En aquellos días, los israelitas hicieron lo que el Señor reprueba, y el Señor los entregó a Madián por siete años. El régimen de Madián fue tiránico. Para librarse de él, los israelitas tuvieron que valerse de las cuevas de los montes, las cavernas y los refugios.
Cuando los israelitas sembraban, los madianitas, amalecitas y los orientales venían a hostigarlos; acampaban frente a ellos y destruían todos los sembrados, hasta la entrada de Gaza. No dejaban nada con vida en Israel, ni oveja, ni buey, ni asno; porque venían con sus rebaños y sus tiendas, numerosos como langostas, hombres y camellos sin número, e invadían la comarca asolándola. Con esto, Israel iba empobreciéndose por culpa de Madián.
El ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina de Ofrá, propiedad de Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba trillando a látigo en el lagar, para esconderse de los madianitas. El ángel del Señor se le apareció y le dijo:
«El Señor está contigo, valiente.»
Gedeón respondió:
«Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: “De Egipto nos sacó el Señor”? La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas.»
El Señor se volvió a él y le dijo:
«Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.»
Gedeón replicó:
«Perdón, ¿cómo puedo yo librar a Israel? Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre.»
El Señor contestó:
«Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.»
Gedeón insistió:
«Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente.»
El Señor le dijo:
«Aquí me quedaré hasta que vuelvas.»
Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes ázimos con media fanega de harina; colocó luego la carne en la cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor y se lo ofreció bajo la encina. El ángel del Señor le dijo:
«Coge la carne y los panes ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.»
Así lo hizo. Entonces el ángel del Señor alargó la punta del cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció. Cuando Gedeón vio que se trataba del ángel del Señor, exclamó:
«¡Ay Dios mío, que he visto al ángel del Señor cara a cara!»
Pero el Señor le dijo:
«¡Paz, no temas, no morirás!»
Entonces Gedeón levantó allí un altar al Señor y le puso el nombre de «Señor de la Paz».
RESPONSORIO
Lector: Yo soy el Señor, que te llamo por tu nombre, por mi siervo Jacob y mi escogido Israel.
Todos: Vete, y con esta fuerza salva a Israel.
Lector: Para que sepan todos que yo soy el Señor, y no hay otro.
Todos: Vete, y con esta fuerza salva a Israel.

Del primer libro de los Reyes 16, 29—17, 16, 
Los comienzos del profeta Elías en tiempo de Ajab, rey de Israel
Ajab, hijo de Omrí, subió al trono de Israel el año treinta y ocho del reinado de Asá de Judá. Reinó sobre Israel, en Samaria, veintidós años. Hizo lo que el Señor reprueba, más que todos sus predecesores.
Lo de menos fue que imitara los pecados de Jeroboán, hijo de Nabat; se casó con Jezabel, hija de Etbaal, rey de los fenicios, y dio culto y adoró a Baal. Erigió un altar a Baal en el templo que le construyó en Samaria; colocó también una estela y siguió irritando al Señor, Dios de Israel, más que todos los reyes de Israel que lo precedieron. En su tiempo, Jiel, de Betel, reconstruyó Jericó; los cimientos le costaron la vida de Abirán, su primogénito, y las puertas la de Segub, su benjamín, como lo había dicho el Señor por medio de Josué, hijo de Nun.
Elías, el tesbita, de Tisbé de Galaad, dijo a Ajab:
«¡Vive el Señor, Dios de Israel, a quien siervo! En estos años no caerá rocío ni lluvia si yo no lo mando.»
Luego el Señor le dirigió la palabra:
«Vete de aquí hacia el oriente y escóndete junto al torrente Carit, que queda cerca del Jordán. Bebe del torrente y yo mandaré a los cuervos que te lleven allí la comida.»
Elías hizo lo que le mandó el Señor, y fue a vivir junto al torrente Carit, que queda cerca del Jordán. Los cuervos le llevaban pan por la mañana y carne por la tarde, y bebía del torrente. Pero, al cabo del tiempo, el torrente se secó, porque no había llovido en la región. Entonces el Señor dirigió la palabra a Elías:
«Anda, vete a Sarepta de Fenicia a vivir allí; yo mandaré a una viuda que te dé la comida.»
Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo:
«Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras iba a buscarla, le gritó:
«Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.»
Respondió ella:
Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías:
«No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y porque tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.”»
Ella se fue, hizo lo que había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

RESPONSORIO
Lector: El profeta Elías oró para que no lloviese, y no llovió.
Todos: Luego volvió a orar, y el cielo derramó lluvia.
Lector: Surgió un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido; con el oráculo divino sujetó el cielo.
Todos: Luego volvió a orar, y el cielo derramó lluvia.

Del primer libro de los Reyes 22, 1-9. 15-23. 29. 34-38
Juicio de Dios contra el impío rey Ajab
En aquellos días, pasaron tres años sin que hubiera guerra entre Siria e Israel. Pero, al tercer año, Josafat, rey de Judá, fue a visitar al rey de Israel, y éste dijo a sus ministros:
«Ya sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece; pero nosotros nos estamos quietos, sin recuperarla de manos del rey sirio.»
Y preguntó a Josafat:
«¿Quieres venir conmigo a la guerra contra Ramot de Galaad?»
Josafat le contestó:
«Tú y yo, tu ejército y el mío, tu caballería y la mía, somos uno».
Luego añadió:
«Consulta antes el oráculo del Señor.»
El rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les preguntó:
«¿Puedo atacar a Ramot de Galaad o lo dejo?»
Respondieron:
«Vete. El Señor se la entrega al rey.»
Entonces Josafat preguntó:
«¿No queda por ahí algún profeta del Señor, para consultarle?»
El rey de Israel le respondió:
«Queda todavía uno: Miqueas, hijo de Yimlá, por cuyo medio podemos consultar al Señor; pero yo lo aborrezco, porque no me profetiza venturas, sino desgracias.»
Josafat dijo:
«¡No hable así el rey!»
El rey de Israel llamó a un funcionario, y le ordenó:
«Que venga en seguida Miqueas, hijo de Yimlá.»
Cuando Miqueas se presentó al rey, éste le preguntó:
«Miqueas, ¿podemos atacar a Ramot de Galaad o lo dejamos?»
Miqueas le respondió:
«Vete, triunfarás. El Señor se la entrega al rey.»
El rey le dijo:
«Pero ¿cuántas veces tendré que tomarte juramento de que me dices únicamente la verdad en el nombre del Señor?»
Entonces Miqueas dijo:
«Estoy viendo a Israel desparramado por los montes, como ovejas sin pastor. Y el Señor dice: “No tienen amo. Vuelva cada cual a su casa, y en paz.”»
El rey de Israel comentó con Josafat:
«¿No te dije? No me profetiza venturas, sino desgracias.»
Miqueas continuó:
«Por eso, escucha la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono. Todo el ejército celeste estaba en pie junto a él, a derecha e izquierda, y el Señor preguntó:
“¿Quién podrá engañar a Ajab para que vaya y muera en Ramot de Galaad?”
Unos proponían una cosa y otros otra. Hasta que se adelantó un espíritu y, puesto en pie ante el Señor, dijo:
“Yo lo engañaré.”
El Señor preguntó:
“¿Cómo?”
Respondió:
“Iré y me transformaré en oráculo falso en la boca de todos los profetas.”
El Señor le dijo:
“Conseguirás engañarlo. ¡Vete y hazlo!”
Como ves, el Señor ha puesto oráculos falsos en la boca de todos esos profetas tuyos, porque el Señor ha decretado tu ruina.»
El rey de Israel y Josafat de Judá fueron contra Ramot de Galaad. Un soldado disparó el arco al azar e hirió al rey de Israel, atravesándole la cota de malla. El rey dijo al auriga:
«Da la vuelta y sácame el campo de batalla, porque estoy herido.»
Pero aquel día arreció el combate, de manera que sostuvieron al rey de pie en su carro frente a los sirios, y murió al atardecer; la sangre goteaba en el interior del carro. A la puesta del sol, corrió un grito por el campamento:
«¡Cada uno a su pueblo! ¡Cada uno a su casa! ¡Ha muerto el rey!»
Llevaron al rey a Samaria, y allí lo enterraron. En la alberca de Samaria lavaron el carro; los perros lamieron su sangre, y las prostitutas se lavaron en ella, como había dicho el Señor.

RESPONSORIO
Lector: «Que no os engañen vuestros profetas, porque os profetizan falsamente en mi nombre;
Todos: Sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros», dice el Señor.
Lector: «Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.
Todos: Sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros», dice el Señor.

Del primer libro de las Crónicas 17, 1-15
Vaticinio sobre el hijo de David
En aquellos días, cuando David se estableció en su casa, le dijo al profeta Natán:
«Mira, yo estoy viviendo en una casa de cedro, y el arca de la alianza del Señor está debajo de unos toldos.»
Natán le respondió: «Anda, haz lo que tienes pensado, que Dios está contigo.»
Pero aquella noche recibió Natán esta palabra de Dios:
«Ve a decir a mi siervo David: “Así dice el Señor: No serás tú quien me construya la casa para habitar. Desde el día en que liberé a Israel hasta hoy no he habitado en una casa, sino que he ido de tienda en tienda y de santuario en santuario. Y en todo el tiempo que viajé de acá para allá con los israelitas, ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé gobernar a mi pueblo, que me construyese una casa de cedro?”
Pues bien, di esto a mi siervo David:
“Así dice el Señor de los ejércitos: Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para ser jefe de mi pueblo, Israel. Yo he estado contigo en todas tus empresas; he aniquilado a todos tus enemigos. Te haré famoso, como a los más famosos de la tierra; daré una tierra a mi pueblo, Israel, lo plantaré para que viva en ella sin sobresaltos, sin que vuelvan a abusar de él los malvados como antaño cuando nombré jueces en mi pueblo, Israel, y humillé a todos sus enemigos; además, te comunico que el Señor te dará una dinastía.
Y cuando te llegue el momento de irte con tus padres, estableceré después de ti un descendiente tuyo, a uno de tus hijos, y consolidaré su reino. Él me edificará un templo, y yo consolidaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre, él será para mí un hijo; y no le retiraré mi lealtad, como se la retire a tu predecesor. Lo estableceré para siempre en mi casa y en mi reino, y su trono permanecerá eternamente.”»
Natán comunicó a David toda la visión y todas estas palabras.

RESPONSORIO
Lector: El ángel Gabriel fue enviado a la Virgen María, desposada con José, para anunciarle el mensaje; y la Virgen se asustó del resplandor. No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Todos: Concebirás y darás a luz, y se llamará Hijo del Altísimo.
Lector: Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
Todos: Concebirás y darás a luz, y se llamará Hijo del Altísimo.

Comienza el libro del profeta Isaías 1, 1-18
Acusación al pueblo
Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén, en tiempos de Ozías, de Yotán, de Acaz y de Ezequías, reyes de Judá.
Oíd, cielos, escucha, tierra, que habla el Señor: «Hijos he criado y elevado, y ellos se han rebelado contra mí. Conoce el buey a su amo, y el asno, el pesebre del dueño; Israel no conoce, mi pueblo no recapacita.»
¡Ay, gente pecadora, pueblo cargado de culpas, raza de malvados, hijos degenerados! Han abandonado al Señor, despreciado al Santo de Israel.
¿Dónde seguiros hiriendo, si acumuláis delitos? La cabeza es una llaga , el corazón está agotado, de la planta del pie a la cabeza no queda parte ilesa: llagas, cardenales, heridas recientes, no exprimidas, ni vendadas ni aliviadas con ungüento.
Vuestra tierra devastada, vuestras ciudades incendiadas, vuestros campos, ante vosotros, los devoran extranjeros. Desolación como en la catástrofe de Sodoma.
Y Sión, la capital, ha quedado como cabaña de viñedo, como choza de melonar, como ciudad sitiada. Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado un resto, seríamos como Sodoma, nos pareceríamos a Gomorra.
Oíd la palabra del Señor, príncipes de Sodoma; escuchad la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra.:
«¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios? —dice el Señor—. Estoy harto de holocaustos y de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Por qué entráis a visitarme? ¿Quién pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No me traigáis más dones vacíos, más incienso execrable. Novilunios, sábados, asambleas, no los aguanto. Vuestras solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más. Cuando extendéis las manos cierro los ojos; cuando multipliquéis las plegarias, no os escucharé. Vuestras manos está llenas de sangre.
Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda.
Entonces, venid, y litigaremos —dice el Señor—. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana.»

RESPONSORIO
Lector: Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones.
Todos: Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve.
Lector: Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien, buscad el derecho.
Todos: Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve.

Del libro del profeta Isaías 27, 1-13
La viña del Señor volverá a ser cultivada
Aquel día, castigará el Señor con su espada, grande, templada, robusta, al Leviatán, serpiente huidiza, al Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al Dragón marino.
A la viña hermosa le cantaréis: «Yo, el Señor, soy su guardián. Con frecuencia la riego, para que no falte su hoja, la guardo noche y día.
No me enfado más: si brotan zarzas y cardos, saldré a luchar contra ellos. Si se acoge a mi protección, que haga las paces conmigo, que haga las paces conmigo.»
Llegarán día en que Jacob echará raíces, Israel echará brotes y flores, y sus frutos cubrirán la tierra.¿Lo ha herido como hiere a los que hieren? ¿Lo ha matado como mueren los que lo matan? Lo castigas espantándolo y expulsándolo, arrollándolo con viento impetuoso, como al tamo en día de solano.
Con esto se expiará la culpa de Jacob, y éste será el fruto de alejar su pecado: convertir las piedras de los altares en piedra caliza triturada, y no erigir cipos ni estelas. La plaza fuerte está solitaria, como mansión desdeñada, abandonada como un desierto. Allí pastan novillos, se tumban y consumen sus ramas. Al secarse el ramaje, lo quiebran, vienen mujeres y le prenden fuego. Porque es un pueblo insensato; por eso su Hacedor no se apiada, su Creador no los compadece.
Aquel día, el Señor trillará las espigas desde el Gran Río hasta el Torrente de Egipto; pero vosotros, israelitas, seréis espigados uno a uno.
Aquel día, el Señor tocará la gran trompeta, y vendrán los dispersos del país de Asiria y los prófugos del país de Egipto, para postrarse ante el Señor en el monte santo de Jerusalén.

RESPONSORIO
Lector: El Señor enviará a sus ángeles con trompetas sonoras.
Todos: Los ángeles reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte.
Lector: Y vendrán para postrarse ante el Señor en el monte santo de Jerusalén.
Todos: Los ángeles reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte.

Del libro del profeta Isaías 29, 13-24
Anuncio del juicio del Señor
Dice el Señor: «Ya que este pueblo se me acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su culto a mí es precepto humano y rutina, yo seguiré realizando prodigios maravillosos: fracasará la sabiduría de sus sabios, y se eclipsará la prudencia de sus prudentes.»
¡Ay de los que ahondan para esconderle sus planes al Señor! Hacen sus obras en la oscuridad, diciendo: «¿Quién nos ve, quién se entera?»
Qué desatino! Como barro que se considerase alfarero; como obra que dijera del que la hizo: «No me ha hecho»; como cacharro que dijera del alfarero: «No entiende»
Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día, oirán lo sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos.
Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar y, con trampas, al que defiende en el tribunal, y por nada hunden al inocente.
Así dice a la casa de Jacob el Señor, que rescató a Abrahán: «Ya no se avergonzará Jacob, ya no se sonrojará su cara, pues, cuando vea mis acciones en medio de él, santificará mi nombre, santificará al Santo de Jacob y temer al Dios de Israel.»
Los que habían perdido la cabeza comprenderán, y los que protestaban aprenderán la enseñanza.

RESPONSORIO
Lector: Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos.
Todos: Y los pobres gozarán con el Santo de Israel.
Lector: Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan, los sordos oyen, a los pobres se les anuncia la Buena Noticia.
Todos: Y los pobres gozarán con el Santo de Israel.

Del libro del profeta Isaías 30, 27-33; 31, 4-9
Jerusalén será salvada de los asirios
Mirad: el Señor en persona viene de lejos, arde su cólera con espesa humareda; sus labios están llenos de furor, su lengua es fuego devorador; su aliento es torrente desbordado que alcanza hasta el cuello: para cribar a los pueblos con criba de exterminio, para poner bocado de extravío en la quijada de las naciones.
Vosotros entonaréis un cántico como en noche sagrada de fiesta: se alegrará el corazón al compás de la flauta, mientras vais al monte del Señor, a la Roca de Israel. El Señor hará oír la majestad de su voz, mostrará su brazo que descarga con ira furiosa y llama devoradora, con tormenta y aguacero y pedrisco.
A la voz del Señor temblará Asiria, golpeada con la vara. Cada golpe de la vara de castigo que el Señor descargue sobre ella se dará entre panderos y cítaras y danzas. Que está preparada hace tiempo en Tofet, está dispuesta, ancha y profunda, una pira de leña abundante: y el soplo del Señor, como torrente de azufre, le prenderá fuego.
Me lo ha dicho el Señor: «Como gruñe el león y sus cachorros con su presa, y se reúne contra ellos un tropel de pastores, pero ellos se asustan de sus voces ni se intimidan por su tumulto, así bajará el Señor de los ejércitos a combatir sobre el Monte Sión, sobre su cumbre. Como un ave aleteando, el Señor de los ejércitos protegerá a Jerusalén: protección liberadora, rescate salvador.
Hijos de Israel, volved a él de lo hondo de vuestra rebelión. Aquel día, todos rechazaréis los ídolos de plata y los ídolos de oro que hicieron vuestras manos pecadoras.
Asiria caerá bajo una espada no humana, espada no de mortal la devorará; y si sus jóvenes escapan de la espada, caerán en trabajos forzados. Despavorida escapará su peña, y sus jefes huirán espantados de su estandarte.» Oráculo del Señor, que tiene una hoguera en Sión, un horno en Jerusalén.

RESPONSORIO
Lector: Bajará el Señor de los ejércitos sobre el Monte Sión.
Todos: Como un ave aleteando, el Señor protegerá a Jerusalén: rescate salvador.
Lector: Vosotros entonaréis un cántico como en noche sagrada de fiesta: se alegrará el corazón.
Todos: Como un ave aleteando, el Señor protegerá a Jerusalén: rescate salvador.

Del libro del profeta Isaías 31, 1-3; 32, 1-8
El reino de la verdadera justicia
¡Ay de los que bajan a Egipto por auxilio y buscan apoyo en su caballería! Confían en los carros, porque son numerosos, y en los jinetes, porque son fuertes; sin mirar al Santo de Israel ni consultar al Señor.
Pues él también es hábil para traer desgracias y no ha evocado su palabra. Se alzará contra la casa de los malvados, contra el auxilio de los malhechores. Los egipcios son hombres y no dioses, sus caballos son carne y no espíritu. El Señor extenderá su mano: tropezará el protector y caerá el protegido, los dos juntos perecerán.
Mirad: un rey reinará con justicia y sus jefes gobernarán según derecho. Serán abrigo contra el viento, reparo del aguacero, acequias en el secano, sombra de roca maciza en tierra reseca.
Los ojos de los que ven no estarán cerrados, y los oídos de los que oyen atenderán; la mente precipitada aprenderán sensatez, la lengua tartamuda será ágil y hablará con soltura. Ya no llamarán noble al necio, ni tratarán de excelencia al pícaro, pues el necio dice necedades, y su corazón planea el crimen: practica el vicio y habla falsamente del Señor, deja vacío al hambriento y le quita el agua al sediento.
El pícaro usa malas artes y maquina sus intrigas: perjudica a los pobres con mentiras y al desvalido que defiende su derecho. En cambio, el noble tiene planes nobles y está firme en su noble sentir.

RESPONSORIO
Lector: Los ojos de los que ven no estarán cerrados, y los oídos de los que oyen atenderán.
Todos: La mente precipitada aprenderá sensatez.
Lector: Daré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente.
Todos: La mente precipitada aprenderá sensatez.

Del libro del profeta Isaías 48, 12-21; 49, 9b-13
El nuevo éxodo
Así dice el Señor: «Escúchame, Jacob, Israel, a quien llamé: yo soy, yo soy el primero y yo soy el último. Mi mano cimentó la tierra, mi diestra desplegó el cielo; cuando yo los llamo, se presentan juntos.
Reuníos todos y escuchad: ¿quién de ellos lo ha predicho? Mi amigo cumplirá mi voluntad sobre Babilonia y la raza de los caldeos.
Yo mismo, yo he hablado y yo lo he llamado, lo he traído y he dado éxito a su empresa. Acercaos y escuchad esto: no hago predicciones en secreto, y desde que sucede, allí estoy yo». Y ahora el Señor Dios me ha enviado con su Espíritu.
Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: «Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues.
Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería como arena, como sus granos, los vástagos de tus entrañas; tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.»
¡Salid de Babilonia, huid de los caldeos! Con gritos de júbilo anunciadlo y proclamadlo, publicadlo hasta el confín de la tierra. Decid: El Señor ha redimido a su siervo Jacob. No pasaron sed cuando los siguió por la estepa, hizo brotar agua de la roca, hendió la roca y manó agua.
Por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua. Convertiré mis montes en caminos y mis senderos se nivelarán.
Miradlos venir de lejos; miradlos, del norte y del poniente, y los otros del país de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados.

RESPONSORIO
Lector: Exulta, cielo, alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque vendrá nuestro Señor.
Todos: Y se compadecerá de los desamparados.
Lector: En sus días florecerá la justicia y la paz.
Todos: Y se compadecerá de los desamparados.

Del libro del profeta Daniel 5, 1-2. 5-9. 13-17. 25-30—6, 1
Daniel, profeta del Dios único
En aquellos días, el rey Baltasar ofreció un banquete a mil nobles del reino, y se puso a beber delante de todos. Después de probar el vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre, Nabucodonosor, había cogido en el templo de Jerusalén, para que bebiesen en ellos el rey y los nobles, sus mujeres y concubinas.
De repente, aparecieron unos dedos de mano humana escribiendo sobre el revoco del muro del palacio, frente al candelabro, y el rey veía cómo escribían los dedos. Entonces su rostro palideció, la mente se le turbó, le faltaron las fuerzas, las rodillas le entrechocaban.
A gritos, mandó que vinieran los astrólogos, magos y adivinos, y dijo a los sabios de Babilonia:
«El que lea y me interprete ese escrito se vestirá de púrpura, llevará un collar de oro y ocupará el tercer puesto en mi reino».
Acudieron todos los sabios del reino, pero no pudieron leer lo escrito ni explicar al rey su sentido. Entonces el rey Baltasar quedó consternado y palideció, y sus nobles estaban perplejos.
Cuando trajeron a Daniel ante el rey, éste le preguntó:
«¿Eres tú, Daniel, uno de los judíos desterrados que trajo de Judea el rey, mi padre? Me han dicho que posees espíritu de profecía, inteligencia, prudencia y un saber extraordinario. Aquí me han traído los sabios y los astrólogos para que leyeran el escrito me explicaran su sentido, pero han sido incapaces de hacerlo. Me han dicho que tú puedes interpretar sueños y resolver problemas; pues bien, si logras leer lo escrito y explicarme su sentido, te vestirás de púrpura, llevarás un collar de oro y ocuparás el tercer puesto en mi reino.»
Entonces Daniel habló así al rey:
«Quédate con tus dones y da a otro sus regalos. Yo leeré al rey lo escrito y le explicaré su sentido.
Lo que está escrito es: “Contado, Pesado, Dividido.” La interpretación es ésta: “Contado”: Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el límite; “Pesado”: te ha pesado en la balanza y te falta peso; “Dividido”: tu reino se ha dividido y se lo entregan a medos y persas.»
Baltasar mandó vestir a Daniel de púrpura, ponerle un collar de oro y pregonar que tenía el tercer puesto en el reino.
Baltasar, rey de los caldeos, fue asesinado aquella misma noche, y Darío, el medo, le sucedió en el trono a la edad de sesenta y dos años.

RESPONSORIO
Lector: No alcéis la testuz contra el cielo, porque sólo Dios gobierna: a uno humilla, a otro ensalza;
Todos: El Señor tiene una copa en la mano de la cual beberán todos los malvados de la tierra.
Lector: Quien venere a la fiera y a su estatua beberá del vino del furor de Dios.
Todos: El Señor tiene una copa en la mano de la cual beberán todos los malvados de la tierra.

Del libro del profeta Joel 4, 1-3. 9-21
Último juicio y felicidad eterna
Así dice el Señor:
«¡Atención!, en aquellos días, en aquel momento, cuando cambie la suerte de Judá y Jerusalén, reuniré a todas las naciones y las haré bajar al valle de Josafat: allí las juzgaré por sus delitos contra mi pueblo y heredad; porque dispersaron a Israel por las naciones, se repartieron mi tierra, se sortearon a mi pueblo, cambiaban un muchacho por una ramera, vendían una ramera por unos tragos de vino.
Proclamadlo a las gentes, declarad la guerra santa; alistad soldados, vengan y lleguen todos los hombres de armas. Fundid los arados para espadas, la podaderas para lanzas; que diga el cobarde: “Me siento soldado.” Venid presurosas naciones vecinas, reuníos: el Señor llevará allá a sus guerreros.
Alerta, vengan las naciones al valle de Josafat: allí me sentaré a juzgar a las naciones vecinas. Mano a la hoz, madura está la mies; venid y pisad, lleno está el lagar. Rebosan las cubas, porque abunda su maldad. Turbas y turbas en el valle de la Decisión, se acerca el día del Señor en el valle de la Decisión.
El sol y la luna se oscurecen, las estrellas retiran su resplandor. El Señor ruge desde Sión, desde Jerusalén alza la voz, tiemblan cielo y tierra. El Señor protege a su pueblo, auxilia a los hijos de Israel.
Sabréis que yo soy el Señor, vuestro Dios, que habita en Sión, mi monte santo. Jerusalén será santa, y no pasarán por ella extranjeros.
Aquel día, los montes manarán vino, los collados se desharán en leche, las acequias de Judá irán llenas de agua, brotará un manantial del templo del Señor, y engrosará el torrente de las Acacias. Egipto será un desierto, Edom se volverá árida estepa, porque oprimieron a los judíos, derramaron sangre inocente en su país. Pero Judá estará habitada por siempre, Jerusalén, de generación en generación. Vengará su sangre, no quedará impune, y el Señor habitará en Sión.»

RESPONSORIO
Lector: Los montes manarán vino, las acequias de Judá irán llenas de agua, brotará un manantial del templo del Señor.
Todos: El que tenga sed, y quiera, que venga a beber de balde el agua viva.
Lector: El ángel me mostró el río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
Todos: El que tenga sed, y quiera, que venga a beber de balde el agua viva.

Comienza el libro del profeta Malaquías 1, 1-14; 2, 13-16
Vaticinio contra los sacerdotes negligentes y contra el repudio
Mensaje del Señor a Israel por medio de Malaquías:
«Dice el Señor: “Yo os amo.” Objetáis: “¿En qué se nota que nos amas?” Oráculo del Señor: ¿No eran hermanos Jacob y Esaú? Sin embargo, amé a Jacob y odié a Esaú, reduje sus montes a un desierto, su heredad a majadas de la estepa. Si Edom dice: “Aunque estemos deshechos, reconstruiremos nuestras ruinas”, el Señor de los ejércitos replica: Ellos construirán, y yo derribaré. Y los llamarán Tierra Malvada, Pueblo de la Ira Perpetua del Señor. Cuando lo veáis con vuestros ojos, diréis: “La grandeza del Señor desborda las fronteras de Israel.”
Honre el hijo a su padre, el esclavo a su amo. Pues, si yo soy padre, ¿dónde queda mi honor?; si yo soy dueño, ¿dónde queda mi respeto? El Señor de los ejércitos os habla a vosotros, sacerdotes que menos preciáis su nombre. Objetáis: “¿En qué despreciamos tu nombre?” Traéis al altar pan manchado, y encima preguntáis: “¿Con qué te manchamos?” Con pretender que la mesa del Señor no importa, que traer víctimas ciegas no es malo, que traerlas cojas o enfermas no es malo. Ofrecédselas a vuestro gobernador, a ver si le agradan y os congraciáis con él —dice el Señor de los ejércitos—. Eso traéis, y ¿os vais a congraciar con él?
Pues bien, dice el Señor de los ejércitos, aplacad a Dios para que os sea propicio. ¿Quién de vosotros os cerrará las puertas para que no podáis encender mi altar en vano? Vosotros no me agradáis —dice el Señor de los ejércitos—, no me complazco en la ofrenda de vuestras manos.
Del oriente al poniente es grande entre las naciones mi nombre; en todo lugar ofrecerán incienso y sacrificio a mi nombre, una ofrenda pura, porque es grande mi nombre entre las naciones —dice el Señor de los ejércitos—.
Vosotros lo habéis blasfemado cuando decíais: “La mesa del Señor es despreciable; de ella se saca comida vil.” Decís: “Vaya un trabajo”; y me despreciáis —dice el Señor de los ejércitos—. Cuando ofrecéis víctimas robadas, o cojas, o enfermas, ¿podrá agradarme la ofrenda de vuestras manos? —dice el Señor—. Maldito el embustero que tiene un macho en su rebaño, ofrecido en voto, y trae al Señor una víctima mediocre. Yo soy el gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones —dice el Señor de los ejércitos—.
Todavía hacéis otra cosa: cubrís de lágrimas el altar del Señor, de llanto y de gemidos, porque no mira vuestra ofrenda, ni la acepta complacido de vuestras manos. Vosotros preguntáis: “¿Cómo es eso?”. Porque el Señor fue testigo en vuestro pleito con la mujer de vuestra juventud, a quien fuisteis infieles, aunque ella era vuestra compañera y esposa de la alianza. Uno solo la ha hecho, de carne y de tu; y ¿qué busca ese Uno? Descendencia divina. Custodiad vuestro espíritu, y no seáis infieles a la esposa de vuestra juventud. El que odiando rechaza —dice el Señor de Israel— mancha su ropaje con violencias —dice el Señor de los Ejércitos—. Custodiad vuestro espíritu y no seáis infieles.»

RESPONSORIO
Lector: Mi alianza con el sacerdote era de vida y paz; se la di para que me temiera y respetara.
Todos: Una doctrina auténtica llevaba en la boca, y en sus labios no se hallaba maldad.
Lector: El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»
Todos: Una doctrina auténtica llevaba en la boca, y en sus labios no se hallaba maldad.

Comienza el libro del profeta Zacarías 1,1 2,4
Visión sobre la reconstrucción de Jerusalén
El mes octavo del año segundo de Darío, recibió el profeta Zacarías, hijo de Baraquías, hijo de Guedí, el siguiente mensaje del Señor:
«El Señor está irritado contra vuestros padres. Les dirás: “Así dice el Señor de los ejércitos: Convertíos a mí —oráculo del Señor de los ejércitos—, y me convertiré a vosotros —dice el Señor de los ejércitos—. No seáis como vuestros padres, a quienes predicaban los antiguos profetas: ‘Así dice el Señor: Convertíos de vuestra mala conducta y de vuestras malas obras; pero no me obedecieron me hicieron caso —oráculo del Señor—. Vuestros padres ¿dónde moran ahora? Vuestros profetas ¿viven eternamente? Pero mis palabras y preceptos que mandé a mis siervos, los profetas, ¿no es verdad que alcanzaron a vuestros padres de modo que se convirtieron, diciendo: ‘Como el Señor de los ejércitos había dispuesto tratarnos por nuestra conducta y obras, así nos ha sucedido?”
El veinticuatro del mes undécimo del segundo año del reinado de Darío, el Señor dirigió la palabra a Zacarías hijo de Baraquías, hijo de Guedí:
En una visión nocturna se me apareció un jinete sobre un caballo alazán, parado en un hondón entre los mirtos; detrás de él había caballos alazanes, overos y blancos. Pregunté:
«¿Quiénes son, señor?»
Me contestó el ángel que hablaba conmigo:
«Te voy a enseñar quiénes son.»
Y el que estaba entre los mirtos me dijo:
«A éstos los ha despachado el Señor para que recorran la tierra.»
Ellos informaron al ángel del Señor, que estaba entre los mirtos:
«Hemos recorrido la tierra, y la hemos encontrado en paz y tranquila.»
Entonces el ángel del Señor dijo:
«Señor de los ejércitos, ¿cuándo te vas a compadecer de Jerusalén y de los pueblos de Judá? Ya hace setenta años que estás airado contra ellos.»
El Señor contestó el ángel que hablaba conmigo palabras buenas, frases de consuelo. Y el ángel que me hablaba me dijo:
«Proclama lo siguiente: “Así dice el Señor de los ejércitos: Siento celos de Jerusalén, celos grandes de Sión, y siento gran cólera contra las naciones confiadas que se aprovechan de mi breve cólera para colaborar al mal. Por eso, así dice el Señor: Me vuelvo a Jerusalén con compasión, y mi templo será reedificado —oráculo del Señor de los ejércitos—, y aplicarán la plomada a Jerusalén.” Sigue proclamando: “Así dice el Señor de los ejércitos: Otra vez rebosarán las ciudades de bienes, el Señor consolará otra vez a Sión, Jerusalén será su elegida.”»
Alcé la vista y vi cuatro cuernos. Pregunté al ángel que hablaba conmigo:
«¿Qué significan?»
Me contestó:
«Significan los cuernos que dispersaron a Judá, Israel y Jerusalén.»
Después el Señor me enseñó cuatro herreros. Pregunté:
«¿Qué han venido a hacer?»
Respondió:
«Aquellos son los cuernos que dispersaron tan bien a Judá que nadie pudo levantar cabeza, y éstos han venido a espantarlos, a expulsar los cuernos de las naciones que embestían con los cuernos a Judá para dispersarla.»

RESPONSORIO
Lector: Me vuelvo a Jerusalén con compasión:
Todos: Mi templo será reedificado.
Lector: La ciudad no necesita sol ni luna, porque su lámpara es el Cordero.
Todos: Mi templo será reedificado.

Del libro de las Lamentaciones 3, 1-33
Llanto y esperanza
Yo soy un hombre que ha probado el dolor bajo la vara de su cólera, porque me ha llevado y conducido a las tinieblas y no a la luz; está volviendo su mano todo el día contra mí.
Me ha consumido la piel y la carne y me ha roto los huesos; en torno mío ha levantado un cerco de veneno y amargura y me ha confinado a las tinieblas, como a los muertos de antaño.
Me ha tapiado sin salida cargándome de cadenas; por más que grito «Socorro», se hace sordo a mi súplica; me ha cerrado el paso con sillares, y ha retorcido mis sendas.
Me está acechando como un oso, o como un león escondido; me ha cerrado el camino para despedazarme y me ha dejado inerte; tensa el arco y me hace blanco de sus flechas.
Me ha clavado en las entrañas las flechas de su aljaba; la gente se burla de mí, me saca coplas todo el día; me ha saciado de hieles, abrevándome con ajenjo.
Mis dientes rechinan mordiendo guijas, y me revuelco en el polvo; me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.»
Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello, y estoy abatido.
Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia de Dios no termina y no se acaba su compasión; antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él.
El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor; le irá bien al hombre si carga con el yugo desde joven.
Que se esté solo y callado cuando la desgracia descarga sobre él; que pegue la boca al polvo, quizá quede esperanza; que entregue su mejilla al que lo hiere y se sacie de oprobios.
Porque el Señor no rechaza para siempre; aunque aflige, se compadece con gran misericordia, porque no goza afligiendo o apenando a los hombres.

RESPONSORIO
Lector: Los que me odian sin razón me han dado caza, y pienso: «Estoy perdido.» Oíste mi voz, Señor,
Todos: Y me dijiste: «No temas.» Te encargaste de defender mi causa y de salvar mi vida.
Lector: No sólo estoy dispuesto a llevar cadenas, sino incluso a morir por el Señor Jesús.
Todos: Y me dijiste: «No temas.» Te encargaste de defender mi causa y de salvar mi vida.

Comienza el libro de los Proverbios 1, 1-7.20-33
Exhortación a elegir la sabiduría
Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel.
Para aprender sabiduría y doctrina, para comprender las sentencias prudentes, para adquirir disciplina y sensatez, derecho, justicia y rectitud, para enseñar sagacidad al inexperto, saber y reflexión al muchacho; lo escucha el sabio y aporta su enseñanza, el prudente adquiere habilidad para entender proverbios y dichos, sentencias y enigmas.
El temor del Señor es el principio del saber, los necios desprecian sabiduría y disciplina.
La sabiduría pregona por las calles, en las plazas levanta la voz; grita en lo más ruidoso de la ciudad, y en las plazas públicas pregona:
«¿Hasta cuándo, inexpertos, amaréis la inexperiencia, y vosotros, insolentes, os empeñaréis en la insolencia, y vosotros necios, odiaréis el saber? Volveos a escuchar mi reprensión, y os abriré mi corazón, comunicándoos mis palabras. Os llamé, y rehusasteis; extendí mi mano y no hicisteis caso; rechazasteis mis consejos, no aceptasteis mi reprensión; pues yo me reiré de vuestra desgracia, me burlaré cuando os alcance el terror.
Cuando os alcance como tormenta el terror, cuando os llegue como huracán la desgracia, cuando os alcancen la angustia y la aflicción, entonces llamarán y no los escucharé; me buscarán y no me encontrarán. Porque aborrecían el saber y no escogían el temor del Señor; no aceptaron mis consejos, despreciaron mis reprensiones; comerán el fruto de su conducta, y se hartarán de sus planes. La rebeldía da muerte a los irreflexivos, la despreocupación acaba con los imprudentes; en cambio, el que me obedece vivirá tranquilo, seguro y sin temer ningún mal.»

RESPONSORIO
Lector: No mostréis suficiencia; si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio.
Todos: Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios.
Lector: Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Todos: Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios.

Comienza el libro del Eclesiástico 1, 1-20
Elogio de la sabiduría
Toda sabiduría viene del Señor y está con él eternamente. La arena de las playas, las gotas de la lluvia, los días de los siglos, ¿quién los contará? La altura del cielo, la anchura de la tierra, la hondura del abismo, ¿quién los rastreará? Antes que todo fue creada la sabiduría; la inteligencia y la prudencia, antes de los siglos.
La raíz de la sabiduría, ¿a quién se reveló?; la destreza de sus obras, ¿quién la conoció? Uno sólo es sabio, temible en extremo; está sentado en su trono.
El Señor en persona la creó, la conoció y la midió, la derramó sobre todas sus obras; la repartió entre los vivientes, según su generosidad se la regaló a los que lo temen.
El temor del Señor es gloria y honor, es gozo y corona de júbilo; el temor de Dios deleita el corazón, trae gozo y alegría y vida larga. El que teme al Señor tendrá buen desenlace, el día de su muerte lo bendecirán.
El principio de la sabiduría es temer al Señor; ya en el seno se crea con el fiel. Asienta su cimiento perpetuo entre los hombres y se mantiene con su descendencia. La plenitud de la sabiduría es temer al Señor, con sus frutos sacia a los fieles; llena de tesoros toda su casa, y de sus productos las despensas.
La corona de la sabiduría es temer al Señor; sus brotes son la paz y la salud. Dios hace llover la inteligencia y la prudencia, y exalta la gloria de los que la poseen. La raíz de la sabiduría es temer al Señor, y sus ramos son una vida larga.

RESPONSORIO
Lector: La raíz de la sabiduría, ¿a quién se reveló? El altísimo la repartió entre los vivientes,
Todos: Se la regaló a los que lo temen.
Lector: Toda sabiduría viene de Dios, el Señor en persona la creó.
Todos: Se la regaló a los que lo temen.

Del libro del Eclesiástico 24, 1-23
La sabiduría en la creación y en la historia de Israel
La sabiduría se alaba a sí misma, se gloría en medio de su pueblo, abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus Potestades. En medio de su pueblo será ensalzada, y admirada en la congregación plena de los santos; recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos y será bendita entre los benditos, diciendo:
«Yo salí de la boca del Altísimo, como primogénita de todas las criaturas. Yo hice amanecer en el cielo una luz sin ocaso y como niebla cubrí la tierra; habité en el cielo con mi trono sobre columna de nubes; yo sola rodeé el arco del cielo y paseé por la hondura del abismo; regí las olas del mar y los continentes y todos los pueblos y naciones; subyugué con mi valor los corazones de poderosos y humildes. Por todas partes busqué descanso y una heredad donde habitar.
Entonces el Creador del universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: “Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.”
Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia, ofrecí culto y en Sión me establecí; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder. Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad, y resido en la congregación plena de los santos.
Crecí como cedro del Líbano y como ciprés del monte Hermón, crecí como palmera de Engadí y como rosal de Jericó, como olivo hermoso en la pradera y como plátano junto al agua. Perfumé como cinamomo y espliego y di aroma como mirra exquisita, como incienso y ámbar y bálsamo, como perfume de incienso en el santuario.
Como terebinto extendí mis ramas, un ramaje bello y frondoso; como vid hermosa retoñé: mis flores y frutos son bellos y abundantes. Yo soy la madre del amor puro, del temor del conocimiento y de la esperanza santa. En mí está toda gracia de camino y de verdad, en mí toda esperanza de vida y de virtud.
Venid a mí, los que me amáis, y saciaos de mis frutos; mi nombre es más dulce que la miel, y mi herencia, mejor que los panales. El que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed; el que me escucha no fracasará, el que me pone en práctica no pecará; el que me honra poseerá la vida eterna.»
Todo esto es el libro de la alianza del Altísimo, la ley que nos dio Moisés como herencia para la comunidad de Jacob y como promesa para Israel.

RESPONSORIO
Lector: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.
Todos: Nadie va al Padre, sino por mí.
Lector: Desde el principio, antes de los siglos, fui creada yo, la sabiduría, y no cesaré jamás.
Todos: Nadie va al Padre, sino por mí.

Del libro del Eclesiástico 24, 3-15
Elogio de la sabiduría
Habité sobre columna de nubes
Yo salí de la boca del Altísimo y como niebla cubría la tierra; habité en el cielo con mi trono sobre columna de nubes; yo sola rodeé el arco del cielo y paseé por la hondura del abismo; regí las olas del mar y los continentes y todos los pueblos y naciones. Por todas partes busqué descanso y una heredad donde habitar.
Entonces el Creador del universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: «Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.»
Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia, ofrecí culto y en Sión me establecí; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad. Crecí como cedro del Líbano y como ciprés del monte Hermón, crecí como palmera de Engadí y como rosal de Jericó, como olivo hermoso en la pradera y como plátano junto al agua. Perfumé como cinamomo y espliego y di aroma como mirra exquisita, como incienso y ámbar y bálsamo, como perfume de incienso en el santuario.

RESPONSORIO
Hasta la imagen de nuestra Señora del Pilar, colocada sobre columna de mármol, llegan de todas partes gentes para venerarla.
Levanta la vista en torno, mira; todos ésos se han reunido, vienen a ti.
Con humilde corazón le presentan sus deseos y le solicitan sus gracias.
Levanta la vista en torno, mira; todos ésos se han reunido, vienen a ti.

Del primer libro de los Macabeos 3, 1-26
Judas Macabeo
En aquellos días, sucedió a Matatías su hijo Judas, apodado Macabeo. Le apoyaban todos sus hermanos y todos los partidarios de su padre; llenos de entusiasmo, seguían luchando por Israel.
Judas dilató la fama de su pueblo; vistió la coraza como un gigante, ciñó sus armas y entabló combates, protegiendo sus campamentos con la espada. Fue un león en sus hazañas, un cachorro que ruge por la presa; rastreó y persiguió a los apóstatas, quemó a los agitadores del pueblo. Por miedo a Judas, los apóstatas se acobardaron, los malhechores quedaron consternados; por su mano triunfó la liberación.
Hizo sufrir a muchos reyes, alegró a Jacob con sus hazañas, su recuerdo será siempre bendito. Recorrió las ciudades de Judá, exterminando en ella a los impíos; apartó de Israel la cólera divina. Su renombre llenó la tierra, porque reunió a un pueblo que perecía.
Apolonio reunió un ejército extranjero y un gran contingente de Samaria para luchar contra Israel. Cuando lo supo Judas, salió a hacerle frente, lo derrotó y lo mató. Los paganos tuvieron muchas bajas, y los supervivientes huyeron. Al recoger los despojos, Judas se quedó con la espada de Apolonio, y la usó siempre en la guerra. Cuando Serón, general en jefe del ejército sirio, se entero de que Judas había reunido en torno a sí un partido numeroso de hombres adictos en edad militar, se dijo:
«Voy a ganar fama y renombre en el imperio, luchando contra Judas y los suyos, esos que desprecian la orden del rey.»
Se le sumó un fuerte ejército de gente impía, que subieron con él para ayudarle a vengarse de los israelitas. Cuando llegaba cerca de la cuesta de Bejorón, Judas le salió al encuentro con un puñado de hombres; pero, al ver el ejército que venía de frente, dijeron a Judas:
«¿Cómo vamos a luchar contra esa multitud bien armada, siendo nosotros tan pocos? Y además estamos agotados, porque no hemos comido en todo el día.»
Judas respondió:
«No es difícil que unos pocos envuelvan a muchos, pues a Dios lo mismo le cuesta salvar con muchos que con pocos; la victoria no depende del número de soldados, pues la fuerza llega del cielo. Ellos vienen a atacarnos llenos de insolencia e impiedad, para aniquilarnos y saquearnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, mientras que nosotros luchamos por nuestra vida y nuestra religión. El Señor los aplastará ante nosotros. No los temáis.»
Nada más terminar de hablar, se lanzó contra ellos de repente. Derrotaron a Serón y su ejército, lo persiguieron por la bajada de Bejorón hasta la llanura. Serón tuvo unas ochocientas bajas, y los demás huyeron al territorio filisteo. Judas y sus hermanos empezaron a ser temidos, y una ola de pánico cayó sobre las naciones vecinas. Su fama llegó a oídos del rey, porque todos comentaban las batallas de Judas.

RESPONSORIO
Lector: Vienen a atacarnos llenos de insolencia e impiedad. No los temáis;
Todos: La victoria no depende del número de soldados, pues la victoria llega del cielo.
Lector: Nosotros luchamos por nuestra vida y nuestra religión. El Señor los aplastará ante nosotros.
Todos: La victoria no depende del número de soldados, pues la victoria llega del cielo.

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 12-21
Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia
Hermanos: Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque antes de la ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir.
Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia condenatoria, mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en sentencia absolutoria.
Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuánto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.
La ley se introdujo para que creciera el delito; pero si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, así también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna.

RESPONSORIO
Lector: Por un hombre entró el pecado en el mundo, y así todos pecaron.
Todos: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Lector: El Señor arrancó todo alma de la muerte, y fue tu apoyo contra tu adversario.
Todos: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 28-39
El amor de Dios, manifestado en Cristo
Hermanos: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. a los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
¿Cabe decir más? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza.» Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

RESPONSORIO
Lector: Estando nosotros muertos por los pecados, Dios nos ha hecho vivir con Cristo,
Todos: Por el gran amor con que nos amó.
Lector: Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia.
Todos: Por el gran amor con que nos amó.

De la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 19—3,7. 13-14; 6, 14-16
La gloria de la cruz
Hermanos: Yo, Pablo, para la ley estoy muerto, porque la ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero si la justificación fuera efecto de la ley, la muerte de Cristo sería inútil.
¡Insensatos gálatas! ¿Quién os ha embrujado? ¡Y pensar que ante vuestros ojos presentamos la figura de Jesucristo en la cruz! Contestadme a una sola pregunta: ¿Recibisteis el Espíritu por observar la ley, o por haber respondido a la fe? ¿Tan estúpidos sois? ¡Empezasteis por el espíritu para terminar con la carne! ¡Tantas magníficas experiencia en vano! Si es que ha sido en vano. Vamos a ver: Cuando Dios os concede el Espíritu y obra prodigios entre vosotros, ¿por qué lo hace? ¿Porque observáis la ley, o porque respondéis a la fe? Lo mismo que con Abrahán, que creyó a Dios, y eso le valió la justificación. Comprended, por tanto, de una vez, que hijos de Abrahán son los hombres de fe.
Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por nosotros un maldito, porque dice la Escritura: «Maldito todo el que cuelga de un árbol.» Esto sucedió para que, por medio de Jesucristo, la bendición de Abrahán alcanzase a los gentiles, y por la fe recibiéramos el Espíritu prometido.
Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una criatura nueva. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios.

De la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 8-31
La herencia divina y la libertad de la nueva alianza
Hermanos: Antes, cuando no sabíais de Dios, os hicisteis esclavos de seres que por su naturaleza no son dioses. Ahora que habéis reconocido a Dios, mejor dicho, que Dios os ha reconocido, ¿cómo os volvéis de nuevo a esos elementos sin eficacia ni contenido? ¿Queréis ser sus esclavos otra vez como antes? Respetáis ciertos días, meses, estaciones y años; me hacéis temer que mis fatigas por vosotros hayan sido inútiles.
Poneos en mi lugar, hermanos, por favor, que yo, por mi parte, me pongo en el vuestro. En nada me ofendisteis. Recordáis que la primera vez os anuncié el Evangelio con motivo de una enfermedad mía, pero no me despreciasteis ni me hicisteis ningún desaire, aunque mi estado físico os debió tentar a eso; al contrario, me recibisteis como a un mensajero de Dios, como a Jesucristo en persona. Siendo esto así, ¿dónde ha ido a parar aquella dicha vuestra? Porque hago constar en vuestro honor que, a ser posible, os habríais sacado los ojos por dármelos. ¿Y ahora me he convertido en enemigo vuestro por ser sincero con vosotros?
El interés que ésos os muestran no es de buena ley; quieren aislaros para acaparar vuestro interés. Sería bueno, en cambio, que os interesarais por lo bueno siempre, y no sólo cuando estoy ahí con vosotros. Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros. Quisiera estar ahora ahí y matizar el tono de mi voz, pues con vosotros no encuentro medio.
Vamos a ver, si queréis someteros a la ley, ¿por qué no escucháis lo que dice la ley? Porque en la Escritura se cuenta que Abrahán tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre; el hijo de la esclava nació de modo natural, y el de la libre por una promesa de Dios.
Esto tiene un significado: Las dos mujeres representan dos alianzas. Agar, la que engendra hijos para la esclavitud, significa la alianza del Sinaí. El nombre de Agar significa el monte Sinaí, de Arabia, y corresponde a la Jerusalén de hoy, esclava ella y sus hijos. La Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, como dice la Escritura: «Alégrate, estéril, que no das a luz, rompe a gritar, tú que no conocías los dolores del parto, porque la abandonada tiene más hijos que la que vive con el marido.»
Y vosotros, hermanos, sois hijos por la promesa, como Isaac. Ahora bien, si entonces el que nació de modo natural perseguía al que nació por el Espíritu, lo mismo ocurre ahora. Pero, ¿qué añade la Escritura? «Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no compartirá la herencia con ele hijo de la libre.»
Resumiendo, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la mujer libre.

RESPONSORIO
Lector: Nosotros somos hijos por la promesa, como Isaac. No somos hijos de la esclava, sino de la mujer libre.
Todos: Para vivir en libertad Cristo nos ha liberado.
Lector: El Señor es el Espíritu, y donde hay Espíritu del Señor hay libertad.
Todos: Para vivir en libertad Cristo nos ha liberado.

De la segunda carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 3, 5-16
Exhortaciones del Apóstol
Que el Señor dirija vuestro corazón para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo.
En nombre de nuestro Señor Jesucristo os mandamos: no tratéis con los hermanos que llevan una vida ociosa y se apartan de las tradiciones que recibieron de nosotros. Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar.
Cuando vivimos con vosotros os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues a ésos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan.
Por vuestra parte, hermanos, no os canséis de hacer el bien, y si alguno no hace caso de lo que decimos en la carta, señaladlo con el dedo y hacedle el vacío, para que se avergüence. No que lo tratéis como a un enemigo, sino que le llaméis la atención como a un hermano.
Que el Señor de la paz os dé la paz siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros.

RESPONSORIO
Lector: La planta que no haya plantado mi Padre será arrancada de raíz.
Todos: Sin mí nada podéis hacer. Aleluya.
Lector: Aceptad dócilmente la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros.
Todos: Sin mí nada podéis hacer. Aleluya.

RESPONSORIO
Lector: La planta que no haya plantado mi Padre será arrancada de raíz.
Todos: Sin mí nada podéis hacer.
Lector: Aceptad dócilmente la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros.
Todos: Sin mí nada podéis hacer.

De la carta a los Hebreos 2, 5,18
Jesús, guía de la salvación, semejante en todo a sus hermanos
Dios no sometió a los ángeles el mundo venidero, del que estamos hablando; de ello dan fe estas palabras: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que mires por él? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, todo lo sometiste bajo sus pies.» En efecto, puesto a someterle todo, nada dejó fuera de su dominio. pero ahora no vemos todavía que todo le esté sometido.
Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos.
Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos cuando dice: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.» Y en otro lugar: «en él pondré yo mi confianza.» Y también: «Aquí estoy yo con los hijos, los que Dios me ha dado.»
Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también él; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abraham, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.

RESPONSORIO
Lector: El santificador y los santificados proceden todos del mismo; por eso Cristo tenía que parecerse en todo a sus hermanos,
Todos: Para ser sumo sacerdote compasivo y fiel.
Lector: Dios apareció en el mundo y vivió entre los hombres.
Todos: Para ser sumo sacerdote compasivo y fiel.

De la primera carta del apóstol san Pedro 1,22—2,10
Vida de los hijos de Dios
Queridos hermanos: Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente. Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera, porque toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, la flor se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre. Y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos.
Así, pues, despojaos de toda maldad, de toda doblez, fingimiento, envidia y de toda maledicencia. Como el niño recién nacido ansía la leche, ansiad vosotros la auténtica, no adulterada, para crecer con ella sanos; ya que habéis saboreado lo bueno que es el Señor.
Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.
Dice la Escritura: «Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.»
Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino.
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Antes erais «no pueblo», ahora sois «pueblo de Dios»; antes erais «no compadecidos», ahora sois «compadecidos».

RESPONSORIO
Lector: Como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado,
Todos: Para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Aleluya.
Lector: Vosotros sois una raza escogida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios.
Todos: Para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Aleluya.

Del libro del Apocalipsis 3, 1-22
A las Iglesias de Sardes, de Filadelfia y de Laodicea
Yo, Juan, oí como el Señor me decía:
«Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así:
“Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tos obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuántos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen.
El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga la dice el Espíritu a las Iglesias”.
Al ángel de la Iglesia de Filadelfia escribe así:
“Esto dice el santo, el veraz, el que cierra y tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, cierra y nadie abre: Conozco tus obras; mira, ante ti dejo abierta una puerta que nadie puede cerrar, pues aunque tu fuerza es pequeña has hecho caso de mis palabras y no has renegado de mí. Haré que algunos de la sinagoga de Satanás, de esos que dicen ser judíos (pero es mentira, no lo son), vayan a postrarse ante ti y se den cuenta de que te quiero. Por haber seguido el ejemplo de mi paciencia, yo te preservaré en la hora de prueba que va a llegar para el mundo entero, y que pondrá a prueba a los habitantes de la tierra. Llego en seguida; mantén lo que tienes, para que nadie te quite tu corona.
Al que salga vencedor lo haré columna del santuario de mi Dios y ya no saldrá nunca de él; grabaré en él el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que bajadle cielo junto a mi Dios, y mi nombre nuevo. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias.”
Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así:
“Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: ‘Soy rico, tengo reservas y nada me falta. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver.
A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.
Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí, lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono que mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias.”»

RESPONSORIO
Lector: Si alguien oye y me abre,
Todos: Entraré y comeremos juntos. Aleluya.
Lector: Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios.
Todos: Entraré y comeremos juntos. Aleluya.

Del libro del Apocalipsis 9, 13-21
La plaga de la guerra
Yo, Juan, al tocar su trompeta el sexto ángel, oí una voz que salía de los ángulos del altar de oro que está delante de Dios. Le decía al sexto ángel, al que tenía la trompeta:
«Suelta a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río, el Éufrates.»
Quedaron sueltos los cuatro ángeles que estaban reservados para matar en tal hora, día, mes y año a la tercera parte de la humanidad. Las tropas de caballería contaban doscientos millones; el número lo oí.
En la visión vi así a los caballos y a sus jinetes: llevaban corazas de fuego, jacinto y azufre; las cabezas de los caballos parecían cabezas de león, y por la boca echaban fuego, humo y azufre.
Estas tres plagas, es decir, el fuego, el humo y el azufre que echan por la boca, mataron a la tercera parte de la humanidad. Los caballos tienen su ponzoña en la boca y también en la cola, pues las colas recen serpientes con cabezas, y con ellas dañan.
El resto de los hombres, los que no murieron por estas plagas, tampoco se arrepintieron: no renunciaron a las obras de sus manos, ni dejaron de rendir homenaje a los demonios y a los ídolos de oro y plata, bronce, piedra y madera, que ni ven ni oyen ni andan. No se arrepintieron tampoco de sus homicidios ni de sus maleficios, ni de su lujuria ni de sus robos.

RESPONSORIO
Lector: Que todos los hombres en todas partes se conviertan.
Todos: Porque Dios tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia. Aleluya.
Lector: Ministros de Dios, reunid a los habitantes de la tierra y clamad al Señor.
Todos: Porque Dios tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia. Aleluya.

Del libro del Apocalipsis 18, 21—19,10
Se anuncia la boda del Cordero
Un ángel vigoroso levantó una piedra grande como una rueda de molino y la tiró al mar, diciendo:
«Así, de golpe, precipitarán a Babilonia, la gran metrópoli, y desaparecerá. El son de arpista y músicos, de flautas y trompetas, no se oirá más en ti. Artífices de ningún arte habrá más en ti, ni murmullo de molino se oirá más en ti, ni voz de novio y de novia se oirá más en ti, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, y con tus brujerías embaucaste a todas las naciones. Y en ella se encontró sangre de profetas y santos y de todos los degollados en la tierra.»
Oí después en el cielo algo que recordaba el vocerío de una gran muchedumbre; cantaban:
«Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la gran prostituta que corrompía a la tierra cpon sus fornicaciones, y le ha pedido cuenta de la sangre de sus siervos.»
Y repitieron:
«Aleluya. El humo de su incendio sube por los siglos de los siglos.»
Se postraron los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes rindiendo homenaje a Dios, que está sentado en el trono, y diciendo:
«Amén. Aleluya.»
Y salió una voz del trono que decía:
«Alabad al Señor , sus siervos todos, los que le teméis, pequeños y grandes.»
Y oí algo que recordaba el rumor de una muchedumbre inmensa, el estruendo del océano y el fragor de fuertes truenos. Y decían:
«Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo, alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido, y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura —el lino son las buenas acciones de los santos—.»
Luego me dice:
«Escribe: “Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.”»
Y añadió:
«Estas palabras verídicas son de Dios.»
Caí a sus pies para rendirle homenaje, pero él me dijo:
«No, cuidado, soy tu compañero de servicio, tuyo y de esos hermanos tuyos que mantienen el testimonio de Jesús; rinde homenaje a Dios.»
Es que dar testimonio de Jesús equivale a la inspiración profética.

RESPONSORIO
Lector: Oí un sonido que bajaba del cielo, como el estampido de un trueno poderoso: «Reina para siempre el Señor, nuestro Dios.
Todos: Porque se estableció la saludo y el poderío y la potestad de su Cristo.» Aleluya.
Lector: Y salió una voz de trono que decía: «Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes.»
Todos: Porque se estableció la saludo y el poderío y la potestad de su Cristo.» Aleluya.

Del libro del Apocalipsis 21, 1-8
La nueva Jerusalén
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz ptente que decía desde el trono:
«Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo:
«Todo lo hago nuevo.»
y añadió:
«Escribe, que estas palabras son fidedignas y verídicas.»
Y me dijo todavía:
«Ya son un hecho. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al sediento, yo le daré a beber de balde de la fuente de agua viva. Quien salga vencedor heredará esto, porque yo seré su Dios, y él será mi hijo. En cambio, a los cobardes, infieles, nefandos, asesinos, lujuriosos, hechiceros e idólatras y a todos los embusteros, les tocará en suerte el lago de azufre ardiendo, que es la segunda muerte.»

RESPONSORIO
Lector: Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos.
Todos: Enjugará las lágrimas de sus ojos. Aleluya.
Lector: Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque el primer mundo ha pasado.

Todos: Enjugará las lágrimas de sus ojos. Aleluya.