Las altas cumbres de la verdadera fortaleza.

Las altas cumbres de la verdadera fortaleza.

Las altas cumbres de la verdadera fortaleza.

Hace algunos días recibimos en nuestra casa a un sacerdote, amigo de larga data, que ejerce un apostolado maravilloso: abre, en las diversas parroquias que lo solicitan, capillas de adoración perpetua. El padre Justo Antonio Lofeudo es un misionero itinerante de la diócesis de Toulon que se desplaza de país en país, de ciudad en ciudad, para dar respuesta al deseo que arde en su interior: permitirle al Salvador estar presente en la Eucaristía en medio de su pueblo, amado y adorado noche y día por quienes deseen velar con Él intercediendo por el mundo (PS 2). Porque la verdadera fortaleza es la del amor, ¡el amor de Cristo vivo!

Desde el inicio de las apariciones la Virgen manifestó su deseo de que hubiera una capilla de adoración perpetua en todas las parroquias. Estamos aún muy lejos de que sea realidad, ¡pero no perdemos la esperanza! Quienes se han comprometido como adoradores se felicitan por la decisión tomada, debido a la profusión de gracias que reciben en sus vidas y en la de sus seres queridos. ¿Quién mejor que el Creador del mundo puede bendecir a sus hijos y derramar sobre ellos cuantiosas gracias a la medida de su sed?

 

El padre Justo Antonio sobreabunda en ejemplos concretos, porque ha visto con sus propios ojos la transformación inesperada de tanta gente que se anotaba como adoradora, a veces sin mayor conocimiento del Señor. Ha visto como Jesús trabaja sobre el vacío interior que tanto aflige a muchos de nuestros contemporáneos y sobre ese terrible flagelo de la desesperación.

Entre otros, cuenta este caso: “Una mujer estaba decidida a terminar con su vida porque veía que había sido un fracaso total. A las 4 de la mañana, en una noche de invierno, sale de su casa determinada a tirarse al río desde un puente. Pero en la oscuridad se equivoca de camino, girando hacia la derecha en lugar de ir a la izquierda y percibe a cierta distancia una lucecita que la atrae. Tan sólo ve aquella luz y no puede darse cuenta de su procedencia, pero algo la impulsa a acercarse a lo que resulta ser una capilla. Llegada delante de la puerta, descubre que está abierta. La empuja y entra…

¡Y allí se encuentra a pocos pasos del Señor! Perpleja, cae en tierra y estalla en llanto. En su corazón finalmente comprende todo: Aquel que la ha llamado, Aquel que está frente a ella, ¡es la Resurrección y la Vida! Lejos de suicidarse, renace en ella la esperanza porque ya no está sola. Esto se produjo en el 2008 en Prato, Italia, donde se encuentran dos capillas de Adoración Perpetua”.

¿Por qué esa fuerza de transformación del corazón tan evidente en la vida de los “adoradores”? ¿Por qué tantas gracias obtenidas y tantos beneficios para ellos mismos y para los demás? Lo que acontece en una capilla de adoración parece ser nada especial, nada que atraiga los sentidos. La única particularidad es que todos fijan su mirada en una custodia dispuesta sobre el altar o en el tabernáculo abierto, y Jesús está allí, muy humildemente, bajo la forma de Pan Eucarístico. Pero toda su persona divina, todo su poder, su inmenso amor están concentrados en aquella hostia viva. Y así, aquel lugar muy sencillo se transforma para el mundo entero en un lugar privilegiado de sanación, de liberación, de efusión del Espíritu Santo, de paz, de conversión, de reconciliación, ¡sin dejar de mencionar la reparación tan apreciada por el Señor!

Mi testimonio preferido es el de Trieste, que se hizo famoso en toda Italia. Esta ciudad tenía el porcentaje de suicidios más alto de Italia y aun de Europa. En 2005, el padre Justo Antonio inauguró en el centro de la ciudad la primera capilla de Adoración Perpetua. Según las cifras oficiales publicadas en los periódicos locales, ¡en tan sólo un año la cantidad de suicidios se redujo de manera espectacular a menos de la mitad! Definitivamente, estas capillas son oasis de paz en medio de este mundo convulsionado y caótico.

Una simple mirada…

Cuando un adorador tiene su mirada puesta en Jesús, que sepa que unos rayos de vida y de amor emanan de esa hostia y tocan su corazón. Pero no se detienen allí, sino que se expanden hasta alcanzar a sus hijos de esa ciudad y del mundo entero. Jesús está siempre activo, en estado de continua creación y re – creación.
De allí el fenómeno tan conocido y siempre actual: se abre una capilla de Adoración Perpetua en una ciudad, y en pocos años el bien gana terreno sobre el mal que paulatinamente se derrite como nieve al sol: disminución sensible de divorcios y toda clase de divisiones, de abortos, de droga, de robos, de suicidios, de crímenes, de satanismo, de prácticas ocultas, de violaciones y otras agresiones sexuales… Allí donde el Maligno dividía, donde el homicidio reinaba, Dios reúne a sus hijos y los vivifica.
En Medjugorje, la Santísima Virgen ha dado la clave del verdadero ecumenismo recordando que Cristo es el núcleo central de nuestra unidad: “Queridos hijos, hoy los invito a enamorarse del Santísimo Sacramento del altar. Adórenlo, hijitos, en sus parroquias y así estarán unidos con el mundo entero…” (25-09-95)

 

Children of Medjugorje” (www.sremmanuel.org)

AEPE