Milagros Eucarísticos

Bawol

El año 1264, durante el trágico periodo en que mucha gente moría en Europa a causa de la Peste Negra, ocurrió un extraño fenómeno en las pantanosas charcas cercanas al pueblo de Bawol, en Polonia: Por la noche aparecían brillantes rayos de luz, que recorrían todo el cielo, provenientes de las ciénagas.

Por aquellos días corrió la noticia de que habían robado una iglesia en Cracovia, llevándose la píxide que contenía la Santísima Eucaristía.

El Obispo pidió oraciones para que apareciera y no fuera profanada por los ladrones.

Oyendo hablar de esas misteriosas luces de las ciénagas, el Obispo fue en procesión al lugar. Entraron en el pantano y hallaron la píxide que contenía el Santísimo Sacramento perfectamente preservada entre el barro de la ciénaga.

Una vez que la Hostia sagrada regresó a la iglesia de Cracovia, las misteriosas luces cesaron.

El Rey Casimiro el Grande drenó la ciénaga y erigió una magnífica iglesia, dedicada al Cuerpo de Cristo.

 

Offida

Offida, pequeño pueblo del Piceno italiano, posee un célebre santuario de fines del siglo XIII. En él se conservan las Especies eucarísticas como recuerdo de un gran milagro.

En 1273 vivía en Laviano, muy cerca de Offida, Santiago Stazi, un arriero, que trataba duramente a su esposa, llegando inclusive a amenazarla de muerte.

Desesperada la infeliz mujer, y como última alternativa, consultó a una hechicera.

“Cambiaremos el corazón de su esposo dándole a beber un vaso de vino que prepararé yo misma. Pero hace falta una Hostia Consagrada\», dijo la bruja.

En un primer momento la pobre mujer se resistió, pero más tarde, sin saber cómo vencer la maldad de su esposo, accedió y decidió llevar a cabo el sacrilegio.

Fue a comulgar, retiró la Hostia consagrada de su boca y se la llevó a la hechicera. Reunidas las dos mujeres, se dispusieron a asar la Sagrada Forma, para realizar el sortilegio.

Apenas el calor del fuego tomó contacto con la Forma, un fuerte terremoto sacudió la casa.

Al mismo tiempo, una parte de la Hostia se convertía en carne humana mientras la otra conservaba el aspecto habitual.

La sangre brotaba en abundancia, llegando a esparcirse por el suelo.

A las dos sacrílegas, fuera de sí por el susto, no se les ocurrió otra cosa que la de esconder todo.

Envolvieron en un pañuelo blanco las sagradas reliquias y las enterraron en el establo.

Cuando por la tarde Santiago Stazi intentó meter el caballo en la cuadra se encontró con la oposición del animal, que sólo entró tras recibir una formidable paliza. Sin embargo, el caballo dio un pequeño rodeo para no poner las patas sobre el lugar que contenía las Especies Sagradas.

A partir de aquel día, el animal repitió invariablemente el rodeo, con la consiguiente admiración de su dueño, que no lograba explicarse el motivo.

Pasaron siete años. El remordimiento hizo que la mujer confesara el gravísimo pecado a un sacerdote agustino de Offida.

El confesor fue con ella al establo para retirar las Divinas Especies.

A pesar de los años y los olores de la cuadra descubrió el pañuelo aún blanco y la Hostia sangrante.

El sacerdote lo llevó a Offida, donde aun hoy se puede admirar la Hostia Consagrada, mitad Carne y mitad Hostia.

Para recordar el hecho, todos los años, el 3 de mayo, los habitantes de Offida celebran una gran fiesta.

El establo que durante siete años conservó intactas las especies eucarísticas fue convertido en la Iglesia de la Santa Cruz.

 

París

Este milagro fue narrado por un Obispo contemporáneo al suceso, que tuvo la Sede de San Denis de 1290 a 1304.

En el número 13 de la Rue des Archives, de París, vivía un judío llamado Jonathas, que tenía un tremendo odio hacia el Cristianismo.

El Domingo de Pascua, 2 de abril de 1290, movido por ese odio, consigue una Hostia que una parroquiana de Saint-Merry (urgida por la miseria) le lleva después de comulgar, a cambio de la restitución de una prenda empeñada.

Ya en posesión del sagrado Cuerpo del Salvador, al caer la noche, Jonathas realizó su ritual mágico, que le imponía acuchillar una Hostia consagrada.

Cuando atravesó el Cuerpo de Cristo de parte a parte con su cuchillo, comenzó a brotar de la Hostia una sangre abundante. Pero su furia le cegaba. Cogió un clavo y la atravesó de un martillazo. Una oleada roja inunda el cofre en el que está la Hostia. Colérico, la arroja al fuego, pero no sólo no se consume, sino que brota más sangre.

Dejándose llevar de su ira, la arroja en una caldera de agua hirviendo, mientras blasfemaba. El agua se vuelve un rojo fuerte. Después la Hostia asciende al aire, tomando apariencia de un crucifijo.

A los gritos del desgraciado, llega gente, Jonathas es detenido y la Hostia se deposita suavemente en la escudilla de una mujer de Saint-Jean en Grève la cual la lleva al Párroco.

Jonathas no quiso convertirse, pero sí su mujer y sus hijos, así como otros correligionarios judíos, pidieron el Bautismo.

Durante siglos la Hostia ha permanecido en un pequeño relicario en el Ostensorio de Saint-Jean.

Durante la Revolución se pierden sus huellas.

La casa de Jonathas, llamada “La Casa de los Milagros”, fue transformada en Oratorio por una Bula del Papa Bonifacio VIII. El milagro es recordado de muchas maneras: El nombre de la calle: \»Rue du Dieu bouilli\» (= Calle del Dios hervido), la celebración en esta Capilla de un Oficio de Reparación, el cuchillo que utilizó Jonathas para traspasar la Hostia y la cazuela en que se posó al final, el traslado de la Hostia herida en la procesión del Corpus en Saint-Jean-en-Grève y en las procesiones ordenadas en casos de pública calamidad, como la del 15 de mayo de 1446, para pedir la paz, en la que participaron unas 10.000 personas.

Hay también menciones en el Arte. En la literatura, el “Misterio de la santa Hostia”, del siglo XV. En la pintura, una miniatura del siglo XVI, conservada en el Archivo nacional, que representa la escena del sacrilegio. También otra miniatura de la misma época, conservada en la Biblioteca nacional. También hay vidrieras, como las de Saint-Etienne-du-Mont, y Saint-Nicolas de Troyes.

 

Valvasone

Una mañana del año 1294, mientras una mujer estaba lavando los manteles de la iglesia de Valvasone (Italia), vio que el que tenía entre sus manos se teñía de Sangre.

Dejó de lavar y se dio cuenta de que la Sangre salía de una Hostia consagrada, que había quedado entre los dobleces del mantel.

El mantel, manchado de sangre, se conserva todavía en la iglesia del Sacratísimo Cuerpo de Cristo.

 

San Daniel

En  torno al año 1297, el Capellán del Monasterio de las Benedictinas de San Daniel (Gerona), celebraba su Misa diaria. Las monjas se dieron cuenta de que el Sacerdote se detenía al llegar la comunión, con grandes muestras de turbación. Vieron que se sacaba algo de la boca, lo ponía sobre los corporales, los rasgaba y lo envolvía en ellos.

Acabada la Misa, fueron a mirar qué había en aquel envoltorio y encontraron un pedazo de Carne, del tamaño de una nuez, roja de sangre.

Como el Capellán se había marchado precipitadamente, llamaron a otro sacerdote, que comprobó el contenido del envoltorio y lo llevó a la sacristía.

Posteriormente se supo que el Capellán había tenido dudas sobre la presencia real de Jesús en la Hostia y que, al comulgar, la Hostia aumentó de volumen, de manera que no pudo tragarla, por lo que se la sacó de la boca y vio un trozo de Carne, empapada en sangre. Aturdido, rompió los corporales y depositó allí la Carne, envolviéndola y dejándola en un extremo del altar. Acabó la Misa como pudo y se marchó del pueblo.

Posteriormente construyeron un relicario.

Al irlo a poner en él, observaron en la Carne como un mordisco. Lo abrieron un poco y vieron que el interior estaba más rojo todavía, como con sangre fresca.

Hoy se conserva dentro del Sagrario, junto al copón.

Varios Papas han concedido indulgencias a los que lo visiten.

 

Herkenrode-Hasselt

En 1317, un sacerdote había ido a dar la comunión a un enfermo de la ciudad belga de Lummen.

Puso su cartera, conteniendo el portaviático con una Hostia y los santos óleos, en una mesa de la casa, mientras él hablaba en otra habitación con el enfermo y su familia.

Un hombre del pueblo, sabiendo que el sacerdote estaba ocupado, entró en la casa y abrió su cartera. Sacó el portaviático, lo destapó y sacó la sagrada Forma. Pero en ese momento la Hostia comenzó a sangrar. Asustando, dejó la Hostia donde estaba y huyó.

Cuando el sacerdote volvió a la habitación para tomar el Santísimo y dar la Comunión al enfermo, se quedó admirado al ver quitada la tapa del portaviático y la Hostia con sangre.

La llevó al Obispo, relatando lo ocurrido. Él le pidió que la llevara a la iglesia de las monjas Cistercienses, en Herkenrode, a unas 30 millas, cerca de Liège, cuya Comunidad tenía fama de santidad.

Cuando llegó al Convento y dejó la Hostia en el altar, todos los presentes vieron en Ella a Jesús coronado de espinas. Entendieron que era una señal que daba el Señor de su deseo de ser venerado allí.

A causa de la Hostia milagrosa y de esta visión, Herkenrode se convirtió en el más famoso lugar de peregrinación de Bélgica.

En 1796, cuando las Religiosas fueron expulsadas de su Convento por la Revolución Francesa, la Forma fue custodiada por diferentes familias

Pasada la Revolución, en 1804, la Hostia fue llevada a la iglesia de San Quintín, en Hasselt, donde se conserva hasta hoy.

 

El Cebreiro

En el Camino de Santiago, A 150 kilómetros de la tumba del Apóstol, todavía en la provincia de Lugo, se encuentran los montes cuyo paso se llama Puerto de El Cebreiro.

Las legiones de Octavio Augusto lo utilizaron en su entrada a Galicia para incorporar Galicia al Imperio. En las cercanías construyeron la calzada que unía Lugo y Astorga.

La importancia de El Cebreiro surge cuando se descubre el sepulcro del Apóstol, a comienzos del S. IX, y comienzan los peregrinos europeos a recorrer el «Camino de Santiago».

Un caballero francés, Giraldo de Aurillac, funda una Abadía benedictina que atiende al Hospital y a un Albergue para los peregrinos. Los Benedictinos levantaron un templo y lo custodiaron desde 836 a 1853, año en que son expulsados como consecuencia de la desamortización de Mendizábal.

Sin embargo El Cebreiro sigue siendo un lugar muy atrayente, especialmente por su gran tesoro: una Iglesia prerrománica, del siglo IX, que conserva el Milagro eucarístico.

Una leyenda dice que en ella se conserva el Santo Grial, el cual, según los trovadores germanos, se guardaba en una montaña occidental de España, en la ruta de las peregrinaciones.

El cáliz de El Cebreiro no es el Santo Grial, pues es un ejemplar mucho más reciente. Es románico y muy sencillo, de plata dorada y con dos inscripciones latinas en caracteres del S. XII: «En este cáliz se consagra lo que a todos da la vida en nombre de Nuestro Señor Jesucristo y de Santa María Virgen».

Pero si este cáliz no es famoso por la leyenda, lo es por la historia, pues en él ocurrió el milagro.

El Milagro Eucarístico.

Los hechos se narran en la crónica del P. Yepes, Benedictino, y se recuerda en dos Bulas pontificias del S. XV.

A mediados del siglo XIII hubo un invierno muy crudo y la nieve cubrió el monasterio, la iglesia y el hospital.

Una fría mañana celebraba Misa un sacerdote benedictino, capellán del monasterio.

Pensaba que aquel crudo día de invierno, en que la nieve se amontonaba y el viento era insoportable, nadie vendría a Misa.

Al llegar la consagración, notó que alguien entraba en la iglesia. Era un vasallo del priorato, llamado Juan Santín, muy conocido por su extraordinaria devoción a la Santa Misa. Venía de su aldea, en el lado norte de la montaña.

La presencia del labrador le sorprendió al celebrante: le parecía una temeridad salir de casa con un tiempo semejante, sólo por oír Misa. Desdeñando el sacrificio del campesino, se dijo para sí: \»Aquí viene un loco con esta tempestad para ver un poco de pan y un poco de vino\».

Apenas lo había pensando, vio cómo la Hostia se transformaba en Carne y el vino en Sangre, que teñía los corporales.

La noticia del milagro se propagó por todas partes, fomentando una gran devoción a Cristo en la Eucaristía.

Tanto el monje como el campesino tienen sus mausoleos en la iglesia, cerca del lugar del milagro eucarístico.

En 1486 los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, peregrinando a Compostela, se hospedan con los monjes, contemplan el milagro y regalan al santuario el relicario que se conserva hoy, donde se guardan las pruebas del milagro.

En los primeros años del S. XVII, el P. Yepes escribía: “Yo he visto y adorado este santo misterio. He visto las dos ampollas: en una está la sangre, que parece recién coagulada, roja como la de un cabrito recién sacrificado. He visto también la carne, que es roja y seca\».

Este Cáliz preside el escudo de Galicia.

La leyenda del Santo Grial gallego, como se conoce a este cáliz, se ha extendido por toda Europa.

 

Casia

Casia es un hermoso pueblecito de las montañas de la Umbría italiana. Es conocido por su hija Santa Rita cuyo cuerpo descansa en la Basílica, pero también aquí se conserva la reliquia de un insigne milagro Eucarístico que tuvo lugar en Siena, en el año 1330.

Bajo el tabernáculo de la capilla del milagro hay una caja de cristal con los restos del Beato Simone Fidati, que estuvo relacionado con dicho Milagro.

El Padre Simone era sacerdote Agustino. Aun siendo muy joven, era conocido en toda la Umbría como un hombre sabio y santo. Muchos sacerdotes le buscaban para confesarse.

Estando destinado en el monasterio de Siena, acudió a él un sacerdote para hacerle esta extraña confidencia.

Había perdido su fe en la Eucaristía. No tenía ilusión. Trabajaba por rutina, pero cada vez se alejaba más de Dios.

Un día recibió una llamada de un enfermo. En vez de poner la Eucaristía en el relicario para llevarla debidamente, la puso irreverentemente entre las páginas del Breviario. Cuando llegó a la casa del enfermo abrió el libro, encontrando dos manchas redondas de sangre en las dos páginas, una frente a la otra.

Desde esa casa se fue muy asustado para buscar al Padre Simona, al cual entregó las dos páginas manchadas de sangre.

Una se depositó en un tabernáculo de Perugia y la otra, con la Santa Hostia adherida fue llevada al monasterio Agustino de Casia, donde se ha venerado a través de los siglos este milagro eucarístico.

Fue verificado por el Obispo.

El Papa ha concedido indulgencias especiales a los que veneren el Milagro eucarístico.

A este milagro se le atribuye un fenómeno muy extraño. ¿Podría ser un segundo milagro dentro del primero?

A través de los años se empezó a notar un cambio en la página con la mancha de sangre: Comenzó a aparecer el rostro de Cristo en la página.

Este milagro eucarístico ha sido venerado durante siglos por los fieles y los Sumos Pontífices promovieron su culto concediendo indulgencias importantes.

Se conmemora de forma especial en la fiesta del Corpus Christi en que se lleva la reliquia en solemne procesión.

Para conmemorar el sexto centenario del prodigio hubo un Congreso Eucarístico en Norcia, cerca de Casia en 1930.

Se hizo una hermosa Custodia para llevar el Milagro Eucarístico.

Con esta ocasión fue publicada toda la documentación histórica disponible sobre el suceso.

Cuando se construyó una nueva iglesia en honor de Santa Rita, al lado del monasterio Agustino, se construyó una capilla especial para el Milagro eucarístico.

En esa iglesia se ven alrededor del altar principal los Milagros de Bolsena/Orvieto, Lanciano, San Antonio y el Burro, Santa Clara de Asís y los Sarracenos, y la Multiplicación de los Panes y los Peces.

Otra vidriera muestra el Milagro eucarístico de Casia.

 

Walldürn

Walldürn es un encantador pueblecito alemán situado entre bosques, campos de trigo y maíz, en el centro-sur de Alemania.

Un sacerdote, llamado Heinrich Otto, celebraba Misa en 1330 cuando accidentalmente derramó el cáliz que acababa de consagrar.

La preciosa Sangre de Nuestro Señor cayó sobre el corporal y en él se hizo visible una imagen de Cristo crucificado, en color rojo de sangre. A su alrededor se podían ver once cabezas iguales de Cristo con coronas de espinas.

Lleno de temor, el sacerdote escondió el corporal bajo el altar y mantuvo el secreto hasta su lecho de muerte.

Poco antes de morir confesó lo que había hecho y dónde había escondido el corporal.

Lo encontraron, y pronto el corporal milagroso recibió gran veneración.

Desde entonces han ocurrido muchas curaciones, milagros y conversiones.

En 1408, el obispo de Würzburg, Gerhard von Schwarzenberg, en cuya jurisdicción estaba el pueblo de Walldürn dio la aprobación oficial a las peregrinaciones.

En 1445 el corporal fue llevado al Papa Eugenio IV a Roma. Las imágenes de Cristo aún eran visibles. El mismo Papa lo confirmó en el certificado de indulgencias que aún se guarda.

El hecho se hizo famoso en toda Europa y a través de los siglos se le ha representado en el arte de todo el continente.

El milagro de la tela protectora

En 1920 se le añadió al corporal una tela de lino protectora por la parte de atrás.

En 1950 se llevó a cabo una investigación científica. Ya no se podían ver las imágenes en el corporal. Sin embargo, cuando la tela protectora fue expuesta a la radiación con luz ultravioleta, ante el asombro de todos se descubrió en ella la imagen de Cristo Crucificado claramente visible.

Los expertos determinaron que \»el corporal no había sido una pintura que se destiñese con el paso del tiempo\».

La actual basílica, construida por el Arzobispo de Mainz, fue elevada a Basílica Menor en 1962 por el Papa Juan XXIII.

El corporal milagroso, que tiene ya mas de 650 años, se guarda en el retablo del altar lateral izquierdo.

Peregrinaciones

Desde que corrió la noticia del milagro han ido peregrinos a Walldürn para adorar la Preciosa Sangre.

El Papa Urbano III les concedió indulgencia plenaria.

Aunque hubo menos durante las guerras y la Reforma, las peregrinaciones no se suspendieron ningún año.

 

Lanciano

En Lanciano (Italia) se veneran desde hace más de doce siglos las Reliquias de uno de los más grandes milagros eucarísticos.

El milagro de Lanciano es el más antiguo de los que conocemos en los que las sagradas Especies se hayan transformado en carne y sangre.

Los análisis realizado en los años 1970-71 y 1973-74, han  traído a la actualidad este prodigio, de modo que una tradición de doce siglos se ve confirmada por la ciencia más moderna.

El Papa Juan Pablo II se ha referido a este milagro el 4 de octubre de 2004: “La città di Lanciano, custode di ben due miracoli eucaristici che, oltre ad esser tanto cari ai fedeli frentani, sono meta di numerosi pellegrinaggi dall’Italia e dal mondo intero. Mi è caro ricordare che io stesso, quand’ero Cardinale a Cracovia, visitai la chiesa di san Francesco in Lanciano, dove sono conservate le reliquie del celebre miracolo, che risale al secolo VIII.

Per Suo tramite, venerato Fratello, vorrei dire a tutti i fedeli dell’Arcidiocesi: siate consapevoli dei grandi favori che Dio vi ha concesso, e non mancate di adorare la santa Eucaristia non solo nella chiesa del miracolo, ma in tutte le chiese della vostra bella terra.” (04-10-04)

Descripción del Milagro

Lanciano es una pequeña ciudad medieval, situada en los montes Abruzzi, a 200 km. al este de Roma, en la costa del Mar Adriático.

En torno al año 700, en el Monasterio de San Legonziano (que algunos identifican con San Longinos, el soldado que traspasó el Corazón de Cristo en la cruz), un monje Basilio pasaba una época de tentaciones contra la fe. Dudaba de la presencia real de Nuestro Señor en la Eucaristía. No podía creer que al pronunciar las palabras de la Consagración sobre el pan y el vino, éstos se convirtieran en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El sacerdote estaba sumido en la oscuridad de la duda. La celebración de la Santa Misa se convirtió para él en una rutina y un deber más.

La situación del mundo no contribuía a fortalecer su fe. En aquella época había muchas herejías, algunas de las cuales negaban la presencia real de nuestro Señor en la Eucaristía. Estas herejías le iban convenciendo cada vez más.

A pesar de todo, oraba con insistencia a Dios, para que le quitara esas dudas. Y Dios oyó su oración.

Una mañana, mientras celebraba Misa, estaba siendo atacado fuertemente por la duda. Al pronunciar las palabras de la consagración, vio como la Hostia se convirtió en un pedazo de Carne viva y el vino en Sangre.

Quedó largo rato asombrado. Se puso a temblar y comenzó a llorar incontrolablemente de gozo y agradecimiento.

Estuvo parado por un largo rato. Después se volvió hacia los fieles, con el rostro radiante pero bañado en lágrimas, diciéndoles: “¡Oh afortunados testigos a quienes Dios, para confundir mi incredulidad, ha querido revelarse en este Santísimo Sacramento y hacerse visible ante nuestros ojos! Venid y maravillaos ante nuestro Dios tan cercano a nosotros. ¡Contemplad la Carne y la Sangre de Nuestro amado Jesucristo!”

Las personas se apresuraron a ir al altar y, al presenciar el milagro, empezaron a clamar, pidiendo perdón y misericordia. Unos se daban golpes de pecho, confesando sus pecados, declarándose indignos de presenciar tal milagro. Otros se arrodillaban en señal de respeto y gratitud por el regalo que el Señor les había concedido.

La Carne se mantuvo intacta, pero la Sangre se coaguló en el cáliz, formando como cinco piedrecitas irregulares, de forma y de tamaño diferentes, que fueron colocadas en un precioso envase de marfil.

Rápidamente la noticia del Milagro y el testimonio de la transformación del sacerdote se extendieron por la ciudad y el país. La fama del santuario se propagó rápidamente a través de la región y muy pronto toda Italia comenzó a peregrinar a Lanciano para venerar la Hostia convertida en Carne y el vino en Sangre. Aumentó la fe y devoción a la Eucaristía por todo el país.

Estas peregrinaciones no se limitaron a aquel espacio y tiempo, pues de todo el mundo siguen llegando fieles a venerar el Corazón de Jesús, tal como se reveló en la Eucaristía (más adelante veremos por qué).

Desde el principio, la Iglesia aceptó este milagro como un verdadero signo del cielo, y veneró el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor en la Eucaristía con procesiones. Especialmente el día de su fiesta, el último domingo de octubre.

Se han escrito muchos relatos para mostrar la autenticidad del Milagro eucarístico y otros milagros espirituales y físicos que se han dado en este lugar. La historia de los hechos ha sido cuidadosamente registrada.

Al irse los monjes de San Basilio en 1176, se hicieron cargo de la iglesia los Benedictinos, los cuales a su vez se la cedieron en 1252 a los Franciscanos, que edificaron en 1258 la iglesia actual.

Cuando la invasión de los Turcos, Fray Giovanni Antonio de Mastro Renzo desconfió del Poder de Dios para salvarlos a él y a su pequeño grupo de Franciscanos del ataque. Con el deseo de salvar Milagro Eucarístico de la furia turca, cogió el relicario que contenía la Carne y la Sangre del Señor y con sus frailes desapareció de la ciudad. Caminaron toda la noche.

Antes del amanecer, Fray Giovanni sintió que ya había suficiente distancia entre ellos y el enemigo y ordenó a sus frailes que descansaran. Al salir el sol se dieron cuenta de que estaban de nuevo a la entrada de la ciudad. Creyeron que el Señor había intervenido porque quería que el Milagro Eucarístico de Lanciano fuera un signo de seguridad para las personas de la ciudad, un signo de que Dios no los abandonaba. Los frailes decidieron permanecer en la Iglesia y proteger el Milagro Eucarístico con sus vidas.

En 1713 el relicario de marfil fue reemplazado por el de plata y cristal, que hoy exhibe las dos reliquias.

La Hostia que se convirtió en Carne está expuesta en la Custodia y las partículas de Sangre coagulada en un pequeño Cáliz de cristal, que muchos creen que es el cáliz original donde se dio el milagro.

En 1887, el Arzobispo de Lanciano, Monseñor Petrarca, obtuvo del Papa Leo XIII, una indulgencia plenaria perpetua para los que veneraran el Milagro Eucarístico durante 8 días después del día de fiesta.

En 1902 construyó el altar monumental donde está actualmente. Se puede contemplar de cerca el milagro.

Investigaciones científicas

El primer estudio conocido de las Reliquias lo realizó el Arzobispo Rodríguez el 17 de febrero de 1574. Entonces ocurrió un hecho inexplicable: Aunque  las cinco “piedrecitas” partes de Sangre coagulada son de diferentes tamaños y formas, cuando las pesaron comprobaron que todas pesaban lo mismo.

Además, cualquier combinación daba el mismo resultado en el peso: Daba lo mismo pesar una sola, que dos o tres juntas, o las cinco al mismo tiempo: El resultado de la pesada era siempre el mismo. Estos resultados están marcados en una tabla de mármol en la Iglesia.

Actualmente el peso del conjunto de las piedrecitas de Sangre coagulada es de 16,505 gramos, y el de cada una de ellas es, respectivamente, de 8 gr., 2,45 g., 2,85 gr., 2,05 gr., y de 1,15 gr. Hay que añadir 5 mg. de polvo de sangre.

En noviembre de 1970  los Franciscanos de Lanciano sometieron las reliquias a un examen científico. Era un desafío, pero ni la fe católica ni una tradición histórica de más de doce siglos tenían nada que temer de la ciencia.

Fue elegido el profesor Odoardo Linoli, (Catedrático de Anatomía, Histología patológica, Química y Microscopía Clínica y Jefe de servicio en el Hospital de Arezzo). Le ayudó el Dr. Ruggero Bertelli (Profesor emérito de Histología de la Universidad de Siena).

La Hostia de Carne parecía tan deteriorada por el moho, que parecía difícil poder hacer un análisis científico, ya que el tejido corría el peligro de estar desprovisto de todo elemento de identificación.

El 4 de marzo de 1971 estaba completo el Informe. Los análisis, realizados con absoluto rigor científico y documentados por una serie de fotografías al microscopio, dieron los siguientes resultados:

Es inexplicable la conservación de estos cuerpos a lo largo de 12 siglos, expuestos a la acción de agentes físicos, atmosféricos y biológicos…
No hay almidón (uno de los componentes esenciales del pan). Por lo tanto, en la Hostia no hay pan. Aunque hecha de trigo, tras la Consagración se transformó en Carne.

La Carne es verdaderamente carne, y está constituida por el tejido muscular del corazón. Están presentes el miocardio, el endocardio, el nervio vago y el ventrículo cardiaco izquierdo. La Carne es un CORAZON completo en su estructura esencial.

La Sangre es verdadera sangre humana: El análisis cromatográfico lo demuestra con certeza absoluta e indiscutible.

En la Sangre también se encontraron estos minerales: Cloruro, fósforo, magnesio, potasio, sodio y calcio.

El estudio inmunológico manifiesta que la Carne y la Sangre son de naturaleza humana, y la prueba inmunohematolígica permite afirmar con toda objetividad y certeza que ambas pertenecen al mismo grupo sanguíneo AB.

Las proteínas contenidas en la Sangre están repartidas normalmente, en la proporción idéntica a la del esquema sero-proteico de sangre fresca normal.

Ninguna sección histológica ha revelado trazas de infiltración de sales o sustancias conservantes utilizadas en la antigüedad con la finalidad de momificar. La conservación de proteínas y minerales observados en la carne y en la sangre de Lanciano no es ni imposible ni excepcional: los análisis repetidos han permitido encontrar proteínas en las momias egipcias de 4 y de 5.000 años. Pero el caso de un cuerpo momificado según los procedimientos conocidos es muy diferente del de un fragmento de miocardio, dejado en su estado natural durante siglos, expuesto a los agentes físicos, atmosféricos y bioquímicos.

La Carne y la Sangre pertenecen a una persona VIVA.

El diagrama de esta Sangre corresponde al de sangre humana que fue extraída de un cuerpo humano ESE MISMO DIA.

El Profesor Linoli descarta también la hipótesis de engaño realizado en los siglos pasados: “Suponiendo que hubieran puesto el corazón de un cadáver, afirmo que sólo una mano experta en disección anatómica habría podido obtener un corte uniforme de una víscera excavada (como todavía se puede ver en la carne) y tangencial a la superficie de dicha víscera, como hace pensar el curso prevalentemente longitudinal de los haces de las fibras musculares, visibles en algunos puntos en las preparaciones histológicas. Además, si la sangre hubiera sido tomada de un cadáver, se habría alterado rápidamente por delicuescencia o putrefacción.

El Profesor Linoli, que tenía muchas dudas antes de empezar los estudios, al mes de comenzar las investigaciones envió un breve telegrama: «EN EL PRINCIPIO EXISTÍA EL VERBO. Y EL VERBO SE HIZO CARNE»

Su relación fue publicada en revistas especializadas y suscitó un gran interés en el mundo científico.

En 1973 el Consejo Superior de la Organización mundial de la Salud, O.M.S./O.N.U. nombró una Comisión científica para verificar las conclusiones del médico italiano. Los trabajos duraron 15 meses, durante los cuales realizaron más de 500 exámenes. Los resultados fueron los mismos que los realizados por el Prof. Linoli, con otros complementos.

La conclusión de todos los estudios confirmó lo que ya había sido publicado.

En concreto, se afirmó que los fragmentos estudiados no tenían nada que ver con tejidos momificados.

Su conservación después de casi doce siglos, en relicarios de cristal y sin sustancias conservantes, antisépticas, antifermentativas y momificantes, no se explica científicamente.

Los vasos que contienen estas reliquias no impiden la entrada de aire, luz, ni de parásitos de orden vegetal o animal, vehículos ordinarios del aire atmosférico.

En cuanto a la naturaleza del fragmento de carne, la Comisión declara sin duda que se trata de un tejido viviente porque responde rápidamente a todas las reacciones clínicas propias de los seres vivos.

En el resumen de los trabajos científicos de la Comisión Médica de la OMS y de la ONU, publicado en diciembre de 1976 en Nueva Cork y en Ginebra, se declara que la Ciencia se ve incapacitada para dar una explicación.

La Ciencia da una respuesta cierta y exhaustiva, respecto a la autenticidad del Milagro eucarístico de Lanciano.

 

San Cugat Del Vallés

El hecho más antiguo que del Santísimo Sacramento se registra en España es el de San Cugat del Vallés, a unos diez kilómetros de Barcelona.

San Cugat es un monasterio de gloriosa tradición entre los Benedictinos y uno de los monumentos arquitectónicos más espléndidos de Cataluña. Está levantado sobre las ruinas del Castillo Octaviano, recuerdo de la dominación romana y la tierra de sus cimientos está regada con la sangre preciosa de los mártires de Cristo, San Cucufate, Santas Juliana y Semproniana, San Medín y San Severo.

Pero lo que le hizo más célebre fue un prodigio eucarístico de que hablan varios historiadores.

«En el sagrario de su célebre Iglesia se conserva incorrupta una santa Hostia de forma circular y una pulgada de diámetro en cuyo centro se lee XPS. Es sin duda alguna de pan ácimo.

La tradición así refiere su origen: En el año 993, invadiendo estas tierras los sarracenos y habiendo destruido todo el poder del Conde de Barcelona y muerto al mismo en la llanura conocida con el nombre de “Matabóus”, el Abad Otón, huyendo precipitadamente del furor de los enemigos del nombre cristiano, escondió esta santa Hostia envuelta en unos corporales. Cuando pasó la furia sarracena y volvió Otón para recoger el sagrado depósito, halló los corporales ensangrentados.

Estos lienzos se conservan en un relicario y se ven huellas de sangre. Un letrero dice: “Haec linteamina sunt sancta corporalia vetera, et in medio est Corpus Domini involutum in caspa lignea”. (“Estos lienzos son unos santos corporales antiguos, y en ellos está envuelto el Cuerpo del Señor que se guarda en esta caja de madera”).

El día 6 de abril del año 1409, visitó la santa Hostia el abad Don Berenguer de Rejadell, y la rompió en dos partes iguales, hallando incorruptas las especies sacramentales”.

Continuó este prodigio hasta mediados del siglo XIX, en que por presentar tan preciosa y antiquísima reliquia señales de corrupción, se retiró del Sagrario donde estaba reservada y se colocó en el archivo.

 

 

Trani

En torno al año 1.000, en la ciudad de Trani, al sudeste de Italia, una mujer judía, que odiaba a la Iglesia, quiso burlarse de la fe de los cristianos en la Eucaristía.

Para ello, pidió a una amiga suya, a cambio de una cantidad de dinero, que comulgara y la llevara la Hostia.

Esta amiga comulgó en la Catedral el Jueves Santo y, en vez de consumir la Hostia, se la llevó a casa de su amiga judía.

Ésta puso una sartén con aceite en el fuego. En cuanto comenzó a hervir, echó en ella la Hostia.

Al contacto con el aceite la Forma se transformó en Carne, de la que comenzó a brotar abundante Sangre, hasta tal punto que se salía de la sartén.

A sus gritos acudieron los vecinos.

Avisado el Párroco, retiró la Carne de la sartén y la llevó a la Catedral.

Hoy se venera en la Catedral, en un ostensorio, en cuyo centro unas ampollas de cristal contienen las dos partículas de la Hostia frita.

El color de la parte más grande es marrón oscuro y continúa incorrupta.

En 1384 el Papa Urbano VI acudió a Trani y declaró que la Hostia había sido preservada milagrosamente.

 

Ivorra

Cerca del pueblo de Ivorra (Lérida), está la antiquísima capilla de Santa María, escenario de un prodigio eucarístico hace diez siglos.

El sacerdote Bernardo Oliver, rector de dicha capilla, celebraba la Misa, un día del año 1010.

En el momento de pronunciar las palabras de la consagración sobre el cáliz le asaltó una fuerte tentación referente a la presencia real de Jesucristo en el vino consagrado.

En aquel mismo momento comenzó a brotar del cáliz una fuente de Sangre tan abundante y copiosa que empapó los corporales y no se detuvo hasta esparcirse por el pavimento de la capilla.

Al mismo tiempo, las campanas de la torre comenzaron a repicar solas, como para anunciar a todo el contorno tan grande y prodigiosa nueva.

Tanto el sacerdote como los fieles asistentes quedaron admirados ante un prodigio tan sorprendente.

Algunas mujeres se apresuraron a empapar en aquella Sangre milagrosa lo primero que tuvieron a mano.

La confirmación de un santo Obispo y del Papa.

La noticia corrió rápidamente en toda la región.

Entre los muchos que acudieron a presenciar el milagro estaba el Obispo de Urgel, San Armengol, quien, después de informarse bien de todas las circunstancias, reconoció que se trataba de un hecho sobrenatural.

Deseoso de proceder con la discreción y prudencia que la Iglesia acostumbra, recogió parte de aquella Sangre preciosísima y fue a Roma, para dar cuenta al Papa Sergio IV.

El Papa escuchó el relato que le hizo el santo Obispo, y tras aprobar su conducta, autorizó el culto de aquella Sangre prodigiosa y regaló al santo varias reliquias, entre ellas una espina de la corona de nuestro Señor.

Estas reliquias, junto con los corporales teñidos en aquella Sangre milagrosa, se veneran en Ivorra y son objeto de dos fiestas, que se celebran en memoria de aquel prodigio: el segundo Domingo de Pascua y el 16 de agosto.

Comprueba la autenticidad de este hecho, un documento antiquísimo, copia autentica de la Bula que el mencionado Papa Sergio IV dio el año 1010, autorizando el culto a la prodigiosa reliquia, y un Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, firmado el 27 de junio, de 1868, confirmando dicha autorización.

Mil años después de este milagro, la Ciencia contribuye a despejar las dudas que aún pudieran existir.

El resultado de unos análisis efectuados en una Universidad norteamericana ha certificado la autenticidad de la tela y de la sangre contenida en las reliquias que se conservan en el santuario de la Mare de Déu de Ivorra.

 

Ferrara

Ocurrió el 28 marzo de 1171, fiesta de Pascua, en la iglesia de Santa María, en Ferrara (Italia).

Cuando el P. Pedro de Verona celebraba la Santa Misa, al partir la Hostia, antes de la comunión, brotó de ella un torrente de Sangre que roció el altar y sus alrededores.

Al mismo tiempo, la Hostia se convirtió en Carne.

Acudieron el Obispo de Ferrara y el Arzobispo Gherardo de Ravenna para ver la Sangre y la Hostia convertida en Carne y declararon que era el Cuerpo y Sangre de Jesucristo.

Los Papas Eugenio IV y Benedicto XIV reconocieron el milagro.

Pío IX lo visitó en 1857 y apreció que las gotas de Sangre eran similares a las del milagro de Orvieto y Bolsena.

 

Augsburg

En 1194, una mujer alemana tuvo la ocurrencia de tener una Hostia consagrada en su casa. Una mañana, tras recibir la Comunión, se sacó la Forma de la boca y se la llevó a casa, poniéndola en una especie de relicario de cera, que selló.

Al cabo de cinco años, ella se sintió tan mal que se lo contó a su Párroco.

El Padre Berthold abrió el relicario y se estremeció al darse cuenta de que la Hostia se había convertido en algo que parecía carne con estrías rojas claramente definidas. El sacerdote pensó que la mejor manera de identificar el carácter de este objeto era partirlo en dos partes. Para su asombro, vieron que no podía ser dividido pues estaba formando una unidad y como hilvanado con las venas. Entonces pensaron que era la Carne de Nuestro Señor.

El Obispo Udalskolk, examinó cuidadosamente el hecho y ordenó que la Hostia milagrosa fuera dejada en su original relicario de cera para llevarla a la Catedral.

La Hostia y los trozos de cera fueron colocados en una urna de cristal. Así se ha mantenido en perfectas condiciones más de 800 años.

Cada año, el 11 de mayo se celebra la “Fiesta del Tesoro Maravilloso”, con una Misa solemne.

 

Alatri

Este hecho data de 1228, en la ciudad italiana de Alatri, cerca de Roma.

Una joven, casi adolescente, atormentada por un amor no correspondido, se dirigió a una hechicera.

Ésta le prometió que volvería a tener a su amado si la llevaba una Hostia consagrada, para preparar con ella un hechizo.

La muchacha recibió la Comunión y, en vez de consumir la Hostia, la llevó a su casa, dejándola en un aparador.

Dos días más tarde abrió el armario: La Hostia se había transformado en Carne viva.

Avisado el párroco, llevó la Hostia al Obispo, el cual escribió al Papa Gregorio IX.

Esta Hostia se muestra dos veces al año: el segundo domingo de Pascua y el primero después de Pentecostés.

En 1960, el Obispo Facchini, rompió el sello que guardaba la urna y sacó la Hostia. Declaró que tenía el mismo aspecto que en otros estudios anteriores, es decir, un trozo de carne ligeramente marrón.

 

Rímini

Predicando San Antonio de Padua en Rímini (Italia) sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía, encontró gran oposición por parte de los herejes patarinos. Uno de sus jefes, Bonvillo, le desafió:

“Si quieres que yo crea que Jesús está en la Eucaristía tienes que probarlo. Yo tengo una mula; la tendré en ayunas durante tres días. Después nos presentaremos tú y yo ante ella. Tú con tu Sacramento y yo con pienso. Si la mula deja de lado el pienso y adora tu Pan, yo también lo adoraré”. San Antonio aceptó el reto.

A los tres días se presentaron ambos en la plaza pública, atestada de gente, curiosa por ver el resultado. Bovillo se presentó con su mula hambrienta y San Antonio con un cofre conteniendo la Eucaristía.

Mientras Bonvillo echaba cebada delante de la mula, San Antonio le dijo al animal: “En nombre del Señor, a quien tengo en mis manos, te mando que vengas inmediatamente a adorarle, de modo que la maldad de los herejes quede vencida y todos comprendan la verdad de este Sacramento”.

La mula, dejando la comida de lado, avanzó despacio hacia San Antonio, que mantenía elevado el cofre con la Eucaristía, y, doblando las rodillas delanteras, quedó en esa postura hasta que San Antonio le dio permiso para levantarse e ir a comer la cebada.

En medio de una tempestad de aplausos, San Antonio dio la Bendición con el Santísimo a los presentes y le llevó en procesión a la iglesia, seguido de todo el pueblo.

Bonvillo y los principales herejes se retractaron de sus errores y reconocieron la verdad de la fe católica.

 

Florencia

Dos hechos en diferentes fechas:

La mañana del 30 de diciembre de 1230, un sacerdote, llamado Uguccione, tras la Comunión, dejó algunas gotas de Vino consagrado en el cáliz.

Al día siguiente, encontró en dicho cáliz Sangre viva, en vez de vino.

El 24 de marzo de 1595, Viernes Santo, durante la celebración litúrgica se desató un incendio en la iglesia de San Ambrosio.

Todos procuraron salvar el Santísimo Sacramento, pero en la confusión la Píxide que contenía las Hostias para la Comunión de los enfermos cayó al suelo y salieron seis Hostias que cayeron en el fuego.

Acabado el incendio, encontraron las seis Hostias totalmente intactas.

Son todavía visibles.

 

Polonia

Corría el siglo XIII. En los suburbios de una ciudad de Polonia, un hombre humilde vivía del producto de su colmena. Cada día se maravillaba de cómo las abejas recogían el néctar de las flores para convertirlo en miel. En una de esas visitas se dio cuenta de que en el interior de la colmena se oía como una fuente. El labriego quedó admirado.

Una noche vio sobre la colmena un gran resplandor. Se acercó y escuchó el misterioso zumbido de las abejas.

«¡Cómo es posible, exclamó, que las abejas zumben de noche! Por la noche, no se percibe cerca de las colmenas ni un zumbido.»

El labriego explicó al Obispo lo que ocurría. Éste acudió y pudo ver los intensos resplandores sobre la colmena.

Al día siguiente volvió, acompañado de algunos sacerdotes y de mucha gente, y ordenó abrir la colmena.

En su interior encontraron una Custodia de cera blanca, que las abejas habían labrado con gran primor y delicadeza.

En ella estaba el Santísimo Sacramento, y a su alrededor revoloteaba un enjambre de abejas.

El señor Obispo tomó la Sagrada Hostia y, acompañado del clero y del pueblo, la llevó a la iglesia.

Nadie entonces logró explicarse por qué el Santísimo Sacramento se hallaba en una colmena.

Más tarde se supo que unos ladrones, después de un robo sacrílego, se arrepintieron y echaron allí el viril.

En el mismo lugar donde se hallaba la colmena, se construyó una capilla.

Fue tanta la fama de esta capilla, que desde muy lejos acudían los enfermos para  implorar la misericordia de Dios, y muchos de ellos regresaban a sus hogares completamente curados.

 

Daroca

La pintoresca ciudad de Daroca está situada a 83 kilómetros de Zaragoza.

Rodeada de torres y murallas medievales, se abre al exterior mediante dos puertas de acceso tan bellas que hicieron exclamar al propio Rey Carlos III: «¿Dónde está la ciudad de estas puertas?»

Sin embargo, el tesoro más preciado de Daroca consiste en unos Corporales…

En febrero de 1239 Jaime I el Conquistador se encontraba en Montpellier, tras haber dejado sus tropas al mando de don Berenguer Entenza.

El día 23, los tercios de Teruel, Daroca y Calatayud se disponían a conquistar a los moros el castillo de Chio, en Luchente, a 16 kilómetros de Játiva.

El capellán de la iglesia de San Cristóbal de Daroca, mosén Mateo Martínez, estaba celebrando la Misa en la que había consagrado seis Formas destinadas a los seis capitanes de dichos tercios: Don Jiménez Pérez, Don Fernando Sánchez, Don Pedro, Don Ramón, Don Guillermo, y Don Simone Carroz.

Un ataque por sorpresa de los moros le obligó a suspender la Misa, esconder rápidamente las Hostias en unos corporales y ocultarlas en un  pedregal del monte.

Tres horas más tarde, rechazado el ataque sarraceno, los seis capitanes pidieron al sacerdote que les diera la Comunión en acción de gracias por la victoria.

El Padre Mateo fue al lugar donde había escondido las Hostias y las encontró empapadas en Sangre y pegadas a los Corporales.

Los Capitanes se admiraron y lo tomaron como señal de victoria en la batalla que preparaban.

Hicieron que el sacerdote enarbolara el corporal manchado de Sangre, a modo de bandera.

Dieron la batalla contra los Moros, y el castillo de Chio fue reconquistado.

Atribuyeron el mérito de esta victoria a la Eucaristía.

Entonces ocurrió el segundo prodigio.

Los seis Capitanes eran de diferentes regiones de España. Cada uno quería llevar los corporales a su ciudad.

Al no ponerse de acuerdo, D. Ramón Berenguer decidió echar a suertes la posesión y custodia de este divino Misterio.

La suerte cayó en Daroca por tres veces consecutivas.

Sin embargo, los Capitanes de los tercios de Teruel y Calatayud no quedaron satisfechos, por lo que se acordó una solución de compromiso.

Colocaron los santos Corporales dentro de una arqueta de plata (que aún se conserva) y la cargaron sobre una mula, tomada en la conquista. El plan era dejar que la mula vagara como quisiera, hasta que la Providencia señalara el lugar elegido, que sería donde se detuviera la mula.

Así se hizo la primera procesión del Corpus Christi, que duró dos semanas.

El 24 de febrero la mula empezó a caminar. Iba seguida por sacerdotes con velas encendidas, y soldados.

Pasó cerca de Valencia, Catarrosa, Manizes, Segorbe, Jerica y Teruel. Pero no entró en esas ciudades.

La gente acudía en muchedumbre por todos los caminos, con deseo de ver aquel misterio inexplicable. Hubo muchas conversiones y abundantes curaciones de enfermos.

La mula viajó durante 14 días sin tomar ningún alimento, recorriendo una distancia de más de 320 kilómetros, tal como narra Lanuza en su «Historia eclesiástica de Aragón».

Cuando llegó a Daroca dobló las rodillas y cayó muerta a sus puertas, frente a la Iglesia de San Marcos (hoy Iglesia de la Trinidad). Como consecuencia, depositaron allí el Corporal.

Ese día, 7 de marzo, la Divina Providencia obsequió a Daroca con la custodia de los Sagrados Corporales, que de este modo quedaron ya definitivamente vinculados a la historia de la ciudad.

Ese mismo día se celebraría posteriormente la fiesta de Santo Tomás de Aquino, gran defensor de la Eucaristía. En la época del milagro, 1239, Santo Tomas tenía 14 años.

Precisamente Santo Tomás de Aquino fue el encargado de redactar el Oficio litúrgico de la Fiesta del Corpus, inspirada obra maestra de la literatura mística. Por ello la ciudad de Daroca eligió a Santo Tomás como su Santo Patrón.

Daroca fue la primera población española (y quizás del mundo) en celebrar una fiesta pública en honor de la Eucaristía.

Los detalles de este milagro eucarístico se encuentran en la llamada «Carta de Chiva», documento suscrito ante notario el 6 de julio de 1340.

En 1261, dos síndicos de Daroca acudieron a Roma para informar al Papa Urbano IV sobre el Milagro Eucarístico. Fueron presentados por San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino.

El Papa Urbano IV era contemporáneo de la Beata Juliana de Lieja, la religiosa a la que el Señor había pedido en 1208 que se instituyera una Fiesta en honor del Santísimo Sacramento.

Parece que Urbano IV aceptó el Milagro Eucarístico de Daroca como una señal más del Señor de que El quería que esta Fiesta fuese instituida. De hecho él mismo la instituyó tres años después.

En Daroca construyeron una hermosa Iglesia para alojar este regalo especial de Dios. Hoy es conocida como Iglesia de Santa María Colegiata.

En 1385 hicieron un relicario majestuoso.

En la pared, donde están los Sagrados Corporales, colocaron esculturas representando los hechos: la Batalla de Luchente, al Padre Mateo levantando el Corporal como un estandarte de batalla, el viaje de la mula, y la llegada a Daroca.

Muchos Monarcas y personajes notables fueron a Daroca a contemplar el milagro.

– En primer lugar, el Rey Jaime 1 el Conquistador, quien hizo entrega a la ciudad de un estandarte de batalla.

– En 1414 el apóstol valenciano San Vicente Ferrer adoró los Corporales y predicó las maravillas del día del Corpus.

– Los Reyes Católicos visitaron varias veces la localidad, tal como consta en el Archivo Parroquial de Daroca. Como prueba de su devoción donaron el relicario interior de los Corporales, cuidadosamente labrado en oro traído de América con ese fin. También regalaron una magnífica tabla en la que aparece el Rey Fernando el Católico acompañado de su hijo don Juan a la edad de catorce años.

– El Emperador Carlos V y su esposa doña Isabel de Portugal visitaron Daroca el 20 de enero de 1534.

– Felipe II acudió a venerar los Santos Corporales en 1585.

Fray Luis de Granada, en 1559, se refirió a los Santos Corporales: «Para probar su verdad no son menester más testigos que los ojos de los que cada año lo ven. »

Los análisis de la Sangre del corporal determinan que es Sangre humana.

Santa Clara de Asís
El emperador Federico II era tristemente célebre por su relación con la Iglesia: Fue excomulgado dos veces, una por el Papa Gregorio IX y otra por el Papa Inocencio IV. En 1234, su ejército devastaba el valle de Espoleto. Sus soldados sarracenos llegan a Asís y se preparan para escalar los muros de San Damiano por la noche. Allí vivían Santa Clara y las primeras seguidoras de su reciente Orden religiosa.

Los sarracenos logran entrar en el mismo claustro del monasterio. Aterrorizadas, las religiosas acuden a su madre, Clara. Entre el pánico general, sólo ella conserva la sangre fría, aunque estaba enferma, en cama.

Clara, sin perder la serenidad, mandó que la llevasen el cofrecito donde se guardaba el santísimo Sacramento. Y, postrándose en tierra en oración, con lágrimas dijo estas palabras: «¿Te agrada, mi Señor, entregar indefensas en manos de paganos a tus siervas, a las que he criado en tu amor? Señor, te ruego que guardes a estas siervas tuyas a las que no puedo defender en este trance». En ese momento oyó una voz de maravillosa suavidad, que decía: \»¡Yo os defenderé siempre!\»

Clara rogó también por la ciudad: «Mi Señor, protege también a esta ciudad que nos sustenta por tu amor». Y Jesús la dijo: «Soportará molestias, mas será defendida por mi poder».

Clara se volvió a las hermanas y les dijo: \»Hijitas, no temáis, porque yo os garantizo que no sufriréis mal alguno, ni ahora ni en el futuro, mientras obedezcáis los mandamientos de Dios. Basta que confiéis en Cristo\».

«Ésta, impávido el corazón, manda, pese a estar enferma, que la conduzcan a la puerta y la coloquen frente a los enemigos, llevando ante sí la cápsula de plata, encerrada en una caja de marfil, donde se guarda con suma devoción el Cuerpo del Santo de los Santos» (LCl 21).

Al levantar en alto el Santísimo Sacramento, los soldados que ya estaban entrando cayeron de espaldas como deslumbrados. La audacia de aquellos fieros sarracenos se convirtió en pánico y se apresuraron en huir rápidamente por los mismos muros que habían escalado. Se marcharon sin causar mal ni daño alguno, ni al convento ni a la ciudad.

Debido a este hecho, se suele representar a Santa Clara llevando un recipiente con el Santísimo. (En aquella época aún no existía la custodia).

Desde el siglo XIII se la representa llevando una custodia en una actitud de humilde adoración.

Siete años después, en 1241, un ejército mayor volvió para asaltar Asís. El general Vitale di Aversa amenazó destruir la ciudad. Taló los árboles del territorio, asoló los alrededores y se asentó para asediarla. Prometió que no se retiraría hasta que no la hubiese tomado.

Al saberlo Clara, convocando a las hermanas, les dice: «Queridísimas hijas, recibimos a diario muchos bienes de esta ciudad; sería gran ingratitud si, en el momento en que lo necesita, no la socorremos en la medida de nuestras fuerzas». Mandó que trajeran ceniza, se descubrió la cabeza y se puso gran cantidad sobre su cabeza, recientemente rapada, y a continuación la puso también sobre la cabeza de todas las hermanas.

Hecho esto, mandó que todas se arrodillaran en la capilla para hacer oración.

En ese mismo momento se desencadenó una furiosa tormenta, que desparramó las tiendas de los soldados en todas las direcciones, y causó tal pánico que tuvieron que huir para salvarse.

El general murió poco después y toda la comarca quedó en paz.

 

Santarém

Varios historiadores del siglo XV afirman haber leído el documento original, hoy desaparecido, en el cual se narra el milagro ocurrido el 16 de febrero de 1247 en Santarém, Portugal.

Otros documentos datan el milagro el año 1266, la fecha registrada en la copia comisionada por el rey Alfonso IV en 1346. La disparidad de fechas puede muy bien deberse al hecho de que la  misma Hostia ha sido causa de innumerables milagros en diferentes años.

El primer milagro

Entre los años 1225 y 1247 vivía una mujer en Santarém que era muy infeliz, pues estaba convencida de que su esposo le era infiel. Utilizó todas las astucias que se le ocurrían para atraer a su esposo, pero sin ningún resultado.

Desesperada ante su situación, visitó a una hechicera del pueblo, la cual le prometió que su esposo volvería a amarla como antes con la condición de que la pagara llevando una Hostia Consagrada.

Esto asustó mucho a la mujer, pues sabía que aquello era un grave sacrilegio, pero finalmente accedió.

Al recibir la Comunión en su iglesia parroquial de San Esteban, no la consumió sino que salió de la iglesia inmediatamente, se sacó la Hostia de la boca y la puso en un nudo de su pañuelo de cabeza.

Por el camino a la casa de la hechicera, la sagrada Hostia comenzó a sangrar. La mujer no se dio cuenta de lo que ocurría hasta que se lo comunicaron otros transeúntes, pensando que era ella la que sangraba. El pánico estremeció el corazón de la mujer. Se fue a su casa y puso la Hostia, envuelta aún en el pañuelo, en el fondo de un baúl de cedro donde guardaba sus pertenencias.

Cuando su esposo llegó a la casa esa noche, se fueron a dormir.

En la total oscuridad de aquella habitación comenzaron a salir del baúl brillantes rayos, haciendo que la pareja se despertase. Vieron entonces una espectacular visión de ángeles adorando la Hostia sangrante. La mujer no pudo más y confesó el gran pecado a su esposo. Los dos pasaron el resto de la noche arrodillados en adoración y reparación ante la Hostia Milagrosa.

Por la mañana informaron al sacerdote de la parroquia, el cual fue a la casa y devolvió la Hostia a la iglesia de San Esteban en solemne procesión.

La Hostia continuó sangrando durante tres días. Finalmente el párroco se decidió a ponerla (aún sangrando) en un relicario de cera de abeja. Allí permaneció la Sagrada Hostia por mucho tiempo hasta que ocurrió un segundo milagro.

Segundo Milagro (¿1340?)

Una vez que el sacerdote abrió la puerta del tabernáculo, el envase de cera se había roto en muchos pedazos. En su lugar había un envase de cristal que contenía la Sangre de la Hostia mezclada con la cera. Ésta se puede aún contemplar junto al relicario mayor, que es de 1782.

En la actualidad la Sagrada Hostia se mantiene en un trono Eucarístico del siglo XVIII, sobre el altar mayor.

Los milagros continúan

A través de los siglos, la Hostia ha sangrado varias veces y en ella se han visto aparecer varias imágenes de Nuestro Señor. Entre los testigos está San Francisco Javier y un arzobispo de Lisboa quien llegó a romper el cuello de la ampolla de cristal en su afán de detener el flujo de Sangre.

Se han hecho estudios e investigaciones. Las más importantes son las de 1340 y 1612, que probaron sin lugar a dudas la autenticidad y antigüedad del Milagro Eucarístico.

La Sangre sigue en estado líquido, 750 años después de ocurrir el milagro.

Muchos Papas han concedido Indulgencias Plenarias al Milagro Eucarístico de Santarém:

Pío IV: (1559- 1565) Concedió Indulgencias a los peregrinos que visiten la Iglesia.

San Pío V y Papa Pío VI: Confirmaron los privilegios a los peregrinos que visitan la Iglesia.

Gregorio XIV (1590-1591): Concedió Indulgencias Plenarias a todos los miembros de la hermandad del Santo Milagro en su día de entrada a la hermandad y en el día de su muerte.

Muchos Santos están de alguna manera vinculados con Santarém y el Santo Milagro:

San Francisco Javier: Visitó la Iglesia del Santo Milagro y dio testimonio de las gracias que recibió ente El, las cuales le ayudaron a descubrir su vocación de misionero antes de ser enviado a la India por el Rey de Portugal.

Santa Isabel de Portugal: La Mayoría de lo Reyes de Portugal desde aquella época, han visitado el Milagro Eucarístico. Las más famosas visitas fueron las de la Reina Santa Isabel en 1295 y en 1322. Una de ellas fue para pedir ante el Milagro Eucarístico la paz entre su esposo, el Rey Dionisio, y su hijo, el futuro Alfonso VI, que estaban en guerra. Pidió que la Hostia Milagrosa fuese llevada en procesión por las calles. Ella misma acompañó la procesión, despojada de su corona y joyas. Se cubrió de cenizas, caminando descalza, con una soga alrededor de su cuello. Este acto penitencial de la Reina fue muy agradable al Señor, quien le concedió la paz y reconciliación entre su esposo y su hijo.

 

Regensburg

Este hecho ocurrió en Regensburg (actualmente Ratisbona, cerca de Munich). 

El 25 de marzo de 1255, Jueves Santo, un sacerdote llamado Dompfarrer Ulrico von Dornberg llevaba el Santísimo a los enfermos de su parroquia. Llegando a un arroyo llamado Bachgasse, resbaló en el puente, cayéndosele el copón que llevaba. A las Hostias se las llevó la corriente, y el sacerdote tuvo mucha dificultad para recogerlas, a causa del barro. 

Al conocer el suceso, los parroquianos decidieron construir una capilla en aquel lugar, en reparación al Santísimo, aunque el incidente no había sido intencionado. Ese mismo día comenzaron las obras, que terminaron tres días después. El Obispo de Regensburg la llamó Capilla de San Salvador y la consagró el 8 de septiembre de ese mismo año.

Dos años después, en esa misma Capilla, durante el Ofertorio de la Misa, un sacerdote tuvo dudas sobre la Presencia real de Jesús en la Eucaristía. 

Al instante, el crucifijo que estaba frente al altar cobró vida. Una de sus manos se desclavó de la cruz, se extendió hacia delante y quitó el cáliz de las manos del sacerdote. 

Asustado, se arrepintió sinceramente de su duda. Una fuerza extraña le hizo postrarse de rodillas en el suelo en señal de profundo arrepentimiento, al mismo tiempo que lloraba intensamente. Comprendió la gravedad de su pecado y que era necesaria su reconciliación con el Señor. 

Bajó la cabeza e interiormente hizo una sincera súplica de perdón. 

Permaneció así algunos minutos. Sólo entonces el cáliz volvió a él.

Al terminar la Misa, el sacerdote besó respetuosamente los pies del Cristo Crucificado y se marchó. No se le volvió a ver. Algunos dijeron que había entrado en el Monasterio de Ulms y que había perseverado allí hasta su muerte. 

Tras este prodigio mucha gente visitaba la iglesia, incluso viniendo desde muy lejos. La capilla de madera fue remplazada por una de piedra en 1260. Posteriormente fue llamada Kreuzkapelle o Capilla de la Cruz.

En 1917, durante la Primera Guerra Mundial, la Capilla fue destruida.

Todo esto consta en los archivos de la Archidiócesis de Munich.

 

Bolsena-Orvieto

Este milagro, que impresionó a toda Europa, sucedió en 1263, cuando se difundía por Europa la herejía de Berengario, que negaba la presencia real del Señor en la Eucaristía. 

Un sacerdote de Bohemia, llamado Pedro de Praga, tenía dudas sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía. Como solución a sus sufrimientos interiores, decidió peregrinar a Roma y pedir ante la tumba de san Pedro fortaleza en la fe.

Puesto en camino, tuvo que hacer noche en la ciudad italiana de Bolsena, en la provincia de Viterbo. 

A la mañana siguiente, cuando con el corazón oprimido por sus dudas de fe celebró la Santa Misa en la iglesia de Santa Cristina, tuvo una clara respuesta de Dios, para que la realidad del misterio eucarístico le entrara por los ojos.

En el rito de la fracción del Pan brotó súbitamente Sangre de la Forma: un chorro como de una herida abierta, que cayó en el cáliz, lo llenó, lo desbordó, se derramó sobre los corporales. El sacerdote, perplejo, intentó contener con sus manos aquella Sangre, recogerla entre los pliegues de los corporales; pero la Sangre seguía brotando a borbotones; incontenible, llenaba sus manos y empapaba los manteles del altar… Pedro de Praga creyó volverse loco. 

Mientras la noticia corría como un reguero de pólvora por la pequeña ciudad y la gente acudía corriendo a ver el prodigio, el sacerdote, sin saber qué hacer, bajó las escalerillas del altar, casi como queriendo huir. En el cuenco de sus manos consagradas, que eran un cáliz de Carne, la Sangre brotada incontenible de la Sagrada Forma, goteando a los pies del altar, sobre las piedras del piso.

A unos 30 kilómetros, en Orvieto, estaba entonces la Corte Pontificia, y la noticia llegó muy pronto al Papa Urbano IV. 

El Papa encargó a San Buenaventura, que en aquel tiempo era Superior General de los Franciscanos, presidir una comisión de teólogos que estudiara el caso. Testificaron el sacerdote Pedro, los clérigos que estaban en la iglesia de Santa Cristina y los demás testigos del prodigio. La comisión confirmó la verdad de los hechos y Urbano IV ordenó al Obispo de Bolsena que le llevase a Orvieto los corporales y manteles del altar llenos de Sangre, casi fresca todavía. 

El Papa decidió establecer la Fiesta del Corpus Christi para toda la Iglesia. Lo hizo el 11 de agosto de 1264, con la Bula Transiturus. No es que ese milagro diera origen a esta Fiesta, que había sido pedida por el Señor a la beata Juliana de Mont-Cornillon cincuenta y cinco años antes, cuando ésta tenía dieciséis años de edad, pero sí influyó mucho en el ánimo del Papa Urbano IV en orden a extender esta Festividad a toda la Iglesia.

El mismo Papa encargó a Sto. Tomás de Aquino la preparación de un Oficio litúrgico propio para esta Fiesta y la creación de cantos e himnos para celebrar a Cristo en la Eucaristía. Todavía cantamos algunos de ellos: \»O Salutaris Hostia\», \»Pange lingua\», etc.

Parte de los corporales y manteles de altar, empapados en Sangre, fueron trasladados a la catedral de Orvieto, donde se conservan.

Otra parte quedó en la iglesia de Santa Cristina, en Bolsena, donde se veneran también las manchas de Sangre en el suelo, debidamente protegidas. 

Actas notariales y sucesivos análisis han certificado siempre que se trata de verdadera Sangre humana.

Dos siglos y medio más tarde, el prodigio fue inmortalizado artísticamente por Rafael, en un fresco (La Misa de Bolsena) de la llamada Estancia de Heliodoro, en el Vaticano.

 

Blanot

Blanot es un pueblecito francés del cantón de Liernais, que antes de la Revolución Francesa pertenecía a la Diócesis de Autun. 

Su Obispo, Pierre Bertrand, hizo una investigación canónica el mismo año en el que ocurre el milagro. Gracias a estos documentos contemporáneos poseemos una relación detallada de los hechos.

El día de Pascua de 1331, muy de mañana, Messer Hugues de Baulmes, Vicario de Blanot, celebró la Misa y distribuyó la comunión. Cuando la fue a recibir Jacquette, viuda de Renaud, un trocito de la Hostia consagrada cayó de la boca de esta mujer sobre un paño sostenido por dos acólitos.

Jacquette no se dio cuenta, pero uno de los acólitos, Tommaso Caillot, vio que la Partícula estaba a punto de caer y llamó al sacerdote que ya estaba guardando el copón en el altar: “Sire, Sire, vuelva aquí, porque el Cuerpo de Nuestro Señor ha caído de la boca de esta señora en el paño”.

El celebrante vino a recoger la Partícula caída en el paño pero, de repente, la Partícula, de un tamaño de una quinta parte de una Hostia normal, del tamaño de una moneda pequeña, desapareció y en su lugar se vio que del paño surgía una gota de sangre.

\»Viendo esto, -relata el proceso canónico- el Vicario lavó el paño en la sacristía. Pero tras haberlo lavado y frotado, una, dos, tres, cuatro y cinco veces, cuanto más lo lavaba, la mancha de Sangre se hacía más roja y más grande. El Vicario, maravillado y llorando, pidió un cuchillo y Tommaso Caillot le dio el suyo. Entonces cortó sobre el altar la parte del paño que estaba roja y la colocó en un relicario después de haberla mostrado a la gente diciendo: “Buena gente, podéis creer que aquí está la preciosísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo, porque yo he tratado de todas las maneras posibles de lavarla, pero no he logrado de ninguna forma separarla de este paño”.

El culto de la reliquia

Informado el Obispo de Autun, mandó a su Oficial, Jean Javroisier a examinar el hecho. Éste llegó a Blanot acompañado del Arcipreste de Lucenay, del señor d\’Effours, Ugo Chapelot y del Notario real y apostólico, Stefano Angovrand. 

Comparecieron Jacquette Renaud, el sacerdote y todos los testigos, declarando que “clara, expresa, ocular y manifiestamente ellos han visto esta partícula de la Hostia transformarse en esta gota de sangre”.

El Oficial, tras haber examinado la parte ensangrentada del paño y haber escuchado los testimonios, declaró que había que creer en el milagro. El Obispo lo aprobó. 

Al año siguiente, el Papa Juan XXII concedió indulgencias a todos los que hicieran celebrar Misas en la iglesia de Blanot o bien ofrecieran ornamentos sagrados o acompañaran a la Eucaristía en procesión. 

La reliquia se colocó en una urna de cristal. 

En el siglo XVIII el Obispo de Autun, Mons. Montazet, examinó el paño y vio que el tejido aún estaba rojo y perfectamente conservado, a pesar de la humedad de la iglesia.

Durante cuatro siglos, acudían a Blanot procesiones de los alrededores. Los párrocos las suspendieron hacia 1740, porque la gente se dedicaba después a diversiones de mal gusto.

Durante la Revolución Francesa, el sagrario fue destrozado y la iglesia asaltada y robada. Querían romper el relicario, pero un habitante de Blanot lo impidió y dos buenos cristianos, Dominique Cortel y su hermana Lazarette, se llevaron la reliquia a su casa. Los domingos y fiestas los fieles acudían para orar ante este tesoro. Pasada la tormenta revolucionaria, volvió a la iglesia.

Hoy se sigue venerando el paño con la sangre. A pesar de los siglos no se ha convertido en polvo y las manchas de sangre se siguen viendo claramente. 

Anualmente se le rinde especial veneración el día del Corpus.

 

Bolonia

Esto ocurrió en 1333, en la ciudad italiana de Bolonia, porque una niña de once años tenía un amor muy grande a Jesús en la Eucaristía.

La esposa del Conde Eagno Lambertini sufría por su esterilidad. Pidió insistentemente a la Virgen, con el rezo del Rosario, poder tener hijos.

En 1322 tuvo una hija, Imelda, que fue una niña muy piadosa.

A los nueve años pensó que tenía vocación consagrada.

Sin atender a las múltiples razones de familiares, entró decidida en el Monasterio de las Dominicas de Val-di-Pietra.

Desde pequeña amaba muchísimo a la Eucaristía. No entendía cómo la gente no moría de amor al recibir la Comunión. 

Su mayor deseo era comulgar, pero no tenía todavía doce años, que era la edad requerida entonces para hacer la Primera Comunión.

El  Señor le quiso hacer un regalo: En la Fiesta de la Ascensión, el 12 de mayo de 1333, al acabar la Misa, Imelda se quedó orando, desconsolada por no haber podido comulgar. En un momento dado, el coro se iluminó y se llenó de un perfume suavísimo que, esparciéndose por el convento, atrajo otra vez a la Comunidad. Vieron aparecer frente a Imelda una Hostia suspendida en el aire. 

Comprendieron que el Señor quería darse en Comunión a la niña. Llamaron a un sacerdote y se la administró. Ésta juntó las manos, cerró los ojos y se concentró en oración. 

Como ésta se prolongaba mucho, las monjas se acercaron y comprobaron que la niña, que seguía arrodillada ante el altar, había muerto en éxtasis.

Murió de amor al recibir su Primera Comunión. 

Comenzó una gran devoción a Imelda. Su cuerpo incorrupto descansa en la iglesia de San Segismundo, cerca de la Universidad de Bolonia. El Papa S. Pío X la nombró Protectora de los que hacen la Primera Comunión.

 

Alboraya

En una noche de verano de 1348, el párroco de Alboraya, (pequeño lugar cercano a Valencia) llevaba el Viático a un moribundo, llamado Masamardá, que vivía en una alquería al otro lado del barranco de Carraixet. 

Como era un sacerdote muy fervoroso, no se arredró ante la tormenta que amenazaba.

Cuando regresaba, descargó una fuerte tormenta. El sacerdote agarró el Copón fuertemente junto a su pecho. 

La tormenta arreciaba y el camino estaba oscuro y embarrado. Al llegar al barranco de Carraixet, el agua, que estaba muy subida, hizo perder el equilibrio a la mula que montaba, y cayó el Copón al torrente.

Aunque se lanzó valientemente al agua para rescatar las tres Hostias que llevaba, fue inútilmente: Las aguas se tragaron el Copón.

Fue al pueblo para avisar y se presentaron muchos hombres, trabajando toda la noche para ayudar al rescate. Sólo encontraron el Copón, pero vacío. ¡Se habían perdido las tres Hostias que contenía!  

Los vecinos de Alboraya, sin desanimarse, redoblaron sus esfuerzos. Llegaron hasta su desembocadura en el mar, y allí vieron con asombro tres grandes peces que, con las cabezas levantadas, mostraban en sus bocas las Formas que tan afanosamente venían buscando.

Mientras unos caían de rodillas, otros corrieron a llamar al párroco. 

Los tres peces siguieron inmóviles en medio de la corriente hasta que el sacerdote, revestido de ornamentos sagrados, se acercó a la ribera. 

Mientras todos cantaban al Señor, los tres peces, uno tras otro, fueron depositando las tres Formas en un hermoso cáliz que doña Teresa Gil de Vidaurre, tercera esposa del rey D. Jaime el conquistador, había regalado a la iglesia de Alboraya.

Organizaron espontáneamente una procesión para trasladar el Santísimo hasta la iglesia del pueblo. 

El párroco celebró a continuación una solemne Misa, en la que consumió las Formas.

Al terminarla, dio cuenta del milagroso suceso a D. Hugo de Fenollet, Obispo de Valencia, quien mandó formar el correspondiente informe ante Notario eclesiástico, que confirmaron más tarde Escolano, Ballester y otros cronistas que se inspiraron en el proceso original instruido en el año 1349.  

El Copón del milagro se conserva todavía como perpetuo recuerdo del milagro. En él se han grabado las siguientes palabras: \»¿Quién negará de este Pan el Misterio, cuando un mudo pez nos predica la fe?\»

 

Macerata

La ciudad italiana de Macerata se llama la \»Ciudad del Santísimo Sacramento\» porque allí ocurrió un Milagro Eucarístico y porque fue una de las primeras ciudades del mundo en organizar la \»Confraternidad en honor al Santísimo Sacramento.”

En el siglo XIV se discutía si la presencia del Señor permanecía igual en la Hostia consagrada a partir del momento en que el sacerdote la parte y pone una pequeña parte en el cáliz, con el Vino consagrado. Este milagro es la respuesta. 

En la mañana del 25 de abril de 1356, se celebraba Misa en la Iglesia de las monjas Benedictinas. En la consagración, el sacerdote dudó de la presencia real de Jesús en la Eucaristía y de su permanencia en las partes de la Hostia partida. 

En el momento que partía la Hostia consagrada, comenzó a brotar y derramarse Sangre fresca de los bordes de la Hostia. El sacerdote comenzó a temblar de tal modo que la Sangre del Señor cayó fuera del Cáliz, manchando el corporal.

Al concluir la Misa se apresuró a informar de lo sucedido al Obispo, Nicolo di St. Martino, el cual ordenó que se llevara a la catedral el corporal manchado de Sangre y que se investigara lo acontecido. 

La Comisión canónica estudió el hecho y lo declaró auténtico. 

Colocaron el Corporal Milagroso en la Catedral. 

El primer domingo después de Pentecostés se llevaba en procesión, a la que asistían personas de las ciudades vecinas.

La exposición del Corporal y las procesiones continuaron a través de los años, hasta 1807, en que Napoleón suprimió las confraternidades y prohibió las procesiones tradicionales. Entonces escondieron el santo Corporal en un armario detrás de un altar en la catedral. 

Pasada la persecución francesa, los Corporales fueron nuevamente expuestos para la veneración en 1932, en un relicario de cristal en la capilla del Santísimo Sacramento.

Durante la Segunda Guerra Mundial el Corporal fue nuevamente escondido. Terminada ésta, fue devuelto nuevamente a la Catedral de Macerata, donde se conserva.

En la Fiesta de Corpus se expone junto al altar principal. 

Las manchas de sangre que tienen más de 600 años pueden todavía distinguirse, aunque últimamente se han descolorido un poco.

 

Bruselas

Un banquero judío que vivía en Enghien, consiguió por medio de otro judío un copón robado en una iglesia de Bruselas, con varias Hostias consagradas. Las profanó, con sus amigos. Dos semanas después fue asesinado.

Su viuda entregó las sagradas Hostias a los judíos de Bruselas. 

Ocho de ellos se reunieron el Viernes Santo, 4 de abril de 1370, pusieron las Hostias en una mesa y las clavaron con cuchillos. Vieron atónitos cómo de ellas comenzaba a salir Sangre. Para deshacerse de ellas, se las dieron a una mujer que las entregó al Párroco de Nuestra Señora de la Chapelle.

Se abrió un proceso y los judíos confesaron la verdad de los hechos.

Tres de estas Hostias se conservan en Bruselas, en la Colegiata de Santa Gúdula.

 

Middleburg – Louvain

En 1374, un joven belga fue a comulgar con un pecado grave. Cuando puso el sacerdote la Hostia en su lengua, se convirtió en Carne,  y no pudo tragarla. La sangre caía de sus labios y manchó el paño colocado en el comulgatorio. El sacerdote retiró la Forma y la colocó en un recipiente sobre el altar.

La noticia del hecho corrió por toda Bélgica y la Hostia milagrosa fue lleva a Colonia y colocada en un Ostensorio. 

En 1803, llevaron un trozo del mantel manchado de sangre a Lovaina, así como una parte de la Hostia. Se puede distinguir perfectamente que es carne. 

Los documentos sobre las reliquias están en el archivo de la iglesia de Santiago.

 

Boxtel – Hoogstraten

Este milagro ocurrió en la iglesia de San Pedro de la ciudad holandesa de Boxtel, poco antes del año 1379. 

Durante la Consagración de la Misa, el Padre Van de Aker perdió el equilibrio y vertió el contenido del cáliz sobre el corporal y el mantel del altar. Por razones desconocidas había usado vino blanco para la Misa, pero lo que estaba sobre el corporal y los manteles del altar era sangre roja. 

Acabada la Misa, el sacerdote trató de lavar el corporal y el mantel del altar. Tras muchos intentos, no lo consiguió. Entonces puso el mantel en una pequeña caja y lo escondió.

Poco después, ya en su lecho de muerte, en 1379, confesó a su Párroco el hecho y le indicó dónde había escondido los corporales y el mantel, todavía manchado de rojo por la sangre que se había derramado sobre ellos. 

En 1380, el Cardenal Pileo decretó que fuera expuesta la precisa reliquia de la Sangre el 25 de junio de cada año.

En 1652, el corporal y el mantel del altar fueron llevados a Hoogstraten, en la frontera belga. 

En 1924, el corporal fue devuelto a Boxtel, pero el mantel permanece en Hoogstraten. Todavía hoy se hace la procesión del milagro en Boxtel en la Fiesta de la Sma. Trinidad. El pueblo nunca vaciló en su devoción por su Señor en la Eucaristía.

 

Bagno di Romagna

En 1412 Don Lazzaro tuvo una duda sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía mientras celebraba Misa.

Tras consagrar el vino pudo ver que en el cáliz bullía Sangre viva, que se expandía y salía fuera, hasta empapar los corporales. 

Hoy Don Lázaro tiene el título de Venerable, a causa de su piadosa vida a partir de ese milagro. 

En 1912, con ocasión del 500º aniversario del milagro, hubo una gran celebración. 

En 1958 una investigación confirmó que los corporales contienen sangre humana.

 

Guadalupe (Cáceres)

El protagonista de este prodigio es el Venerable Padre Cabañuelas, que fue uno de los que ilustraron con su virtud la incipiente vida religiosa en el monasterio guadalupense en los primeros tiempos de su ocupación por la Orden de San Jerónimo, en 1389.

Fue uno de los discípulos del Venerable Fray Fernando Yáñez de Figueroa, primer Prior del monasterio, que brillaron por su santidad. Quedaron inmortalizados por el pincel en los once lienzos de Zurbarán, que decoran la sacristía del Santuario de Guadalupe.

El Padre Cabañuelas entró religioso siendo muy joven. Siempre se distinguió por su devoción a la Sagrada Eucaristía, en cuya contemplación y meditación empleaba gran parte de las horas del día y de la noche. 

Quiso el Señor aquilatar su fe eucarística, permitiendo al demonio que perturbara su imaginación con grandes dudas sobre la presencia real de Cristo en el Sacramento del Altar, que le producían tremenda angustia mientras celebraba el Santo Sacrificio. 

El suceso que disipó todas sus dudas para el resto de su vida se sitúa hacia 1420, cuando él tenía 50 años de edad

Él mismo nos lo refiere, en tercera persona, en una relación de su puño y letra:

«A un fraile de esta Casa, le sucedió que un sábado, celebrando la Santa Misa, después que consagró el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, vio una cosa como nube que cubrió el ara y el cáliz, de manera que no veía otra cosa sino un poco de la cruz que estaba detrás del ara: lo cual le inculcó gran temor y rogó al Señor con muchas lágrimas, que le tuviera piedad y le manifestara qué cosa era eso y que lo librase de tan gran peligro. Estando muy atribulado y espantado, poco a poco se fue quitando aquella nube, y cuando se quitó no halló la Hostia consagrada y vio la hijuela que estaba sobre el cáliz, quitada, y al ver el cáliz lo vio vacío. Al ver esto, comenzó a llorar fuertemente, demandando misericordia a Dios y encomendándose devotamente a la Virgen María.

Estando así afligido, vio venir la Hostia consagrada puesta en una patena muy resplandeciente, y se colocó en la boca del cáliz. Entonces comenzaron a salir de ella gotas de sangre que caían en tanta cantidad en el cáliz que se llenó como antes estaba. Una vez que el cáliz se llenó puso la hijuela encima del cáliz y la Hostia sobre el ara como antes estaba. El fraile que aún estaba espantado y llorando, oyó una voz que le dijo: Acaba tu oficio, y ten en secreto lo que viste

El hecho fue pronto conocido y divulgado por toda la nación, y hasta los mismos reyes de Castilla, don Juan II y su esposa doña María de Aragón, con el príncipe don Enrique (futuro Enrique IV) acudieron a Guadalupe para conocer y tratar al siervo de Dios, elegido ya Prior del monasterio, quedando tan prendados de su virtud, que la reina le eligió por su consejero espiritual, y mandó en su testamento que, cuando trajeran sus restos al Santuario, colocaran a su lado los del Padre Cabañuelas, como en efecto se hizo.

El Padre Cabañuelas murió el 20 de marzo de 1441 en olor de santidad. 

Tenemos un precioso testimonio de la Misa milagrosa: los corporales y la hijuela, con unas gotas de Sangre.

Tras ser reconocidos ante el Notario apostólico en el siglo XVII, fueron declarados auténticos, y hoy son la reliquia más preciada del monasterio de Guadalupe.

En 1926, con ocasión del Congreso Eucarístico de Toledo, fueron expuestos a la veneración de los fieles.

Zurbarán representó en el lienzo este milagro en uno de sus mejores cuadros, por la belleza de su composición, expresión de los rostros, luminosidad y colorido

 

Zaragoza

En 1427, una mujer, cansada de aguantar el mal carácter de su marido, se fue a visitar a un moro brujo, para que éste hiciera algún brebaje para cambiar la forma de ser de su esposo. El moro dijo que podía hacerlo, pero necesitaba una Hostia consagrada. La mujer fue a la iglesia de San Miguel donde, tras comulgar, puso la Forma en una cajita que llevaba preparada. 

Al abrir la caja en casa del moro, en vez de la Hostia, encontraron un Niño lleno de resplandor. El moro pidió que lo tirase al fuego, y así lo hizo ella. La cajita se quemó en un momento, pero el Niño se conservó intacto, sonriente. 

La mujer quería acabar con Él, y fue precisamente el moro el que aconsejó a la mujer que fuera a la Seo para comunicarlo a los sacerdotes. 

El Arzobispo, Don Alonso Arbuello, nombró una comisión que estudiara el hecho. El dictamen fue positivo. 

Se organizó una procesión para llevar la Hostia a la iglesia. Asistió toda la ciudad. El mismo Arzobispo, bajo palio, llevaba la Forma en una patena. Todos siguieron viendo al Niño. Aquella tarde quedó expuesta la Hostia en el altar, continuando el prodigio. 

Al día siguiente, domingo, el Prelado celebró Misa en ese altar y, al llegar al ofertorio, desapareció el Niño de la vista de todos, quedando sólo la Hostia normal, que el Arzobispo sumió en la Comunión.

Los documentos que acreditan este hecho se conservan en el Archivo del Cabildo Metropolitano, y su recuerdo se perpetúa en las pinturas que decoran la capilla de Santo Domingo del Val.

 

Avignon

Para poder entender el significado del milagro eucarístico de Avignon (Francia), ocurrido en 1433, tenemos que remontarnos al año 1226. 

La herejía Albigense se propagaba por todo el sur de Francia. Rechazaban todos los sacramentos, especialmente el matrimonio y la Eucaristía. Aunque fue condenada por la Iglesia desde el siglo XI, sólo fue puesta en práctica esta condena cuando los albigenses empezaron a atacar seriamente otras ciudades desde sus fortalezas.

En 1226 los albigenses llegaron a ser muy poderosos, especialmente en el Sur de Francia, donde se encuentra Avignon. 

Para rebatir sus ataques contra la Presencia de Jesús en la Eucaristía, el Rey Luis VIII, padre de San Luis, construyó una iglesia cerca del río Sorgue en honor del Santísimo Sacramento. Además, el 14 de septiembre de 1226, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, hizo un acto público de reparación por los sacrilegios cometidos por los albigenses. Se hizo una procesión con el Santísimo Sacramento por toda la ciudad, terminando en la nueva iglesia de la Santa Cruz. El Rey iba en la procesión de penitente, vestido de saco, con una soga ceñida a su cintura y una vela en su mano. A su lado estaba el Cardenal Legate, toda su corte y muchos fieles. El Santísimo permaneció expuesto varios días, hasta que el Obispo decidió que el Santísimo debería quedarse perpetuamente expuesto. 

Esta costumbre fue continuada por sus sucesores y aprobada por el Santo Padre. 

La Iglesia fue custodiada por los Penitentes Grises, de la Orden Franciscana 

A los 217 años de adoración perpetua ocurrió el milagro que nos ocupa.

A fines de noviembre de 1433 hubo una gran inundación del río Sorgue, que pasa por la ciudad de Avignon. Fue una de las peores conocidas. 

En las noches del 29 y el 30 de noviembre, el nivel del agua subió a gran altura. 

Los Penitentes Grises de la Orden Franciscana pensaron que la pequeña iglesia de la Santa Cruz se habría inundado y decidieron ir para salvar la Eucaristía y traerla a tierra seca. 

Dos de los superiores se subieron en un bote y remaron hasta la iglesia. 

Cuando llegaron, descubrieron que el agua había subido hasta la mitad de la altura de la puerta de la entrada. 

Sin embargo, cuando abrieron la puerta encontraron que el agua de dentro de la iglesia se había acumulado en los laterales, formando dos paredes de agua, a derecha e izquierda del pasillo, a algo más de un metro de altura, de forma que el pasillo central, desde la puerta hasta el altar, estaba completamente seco. 

Nuestro Señor, en la Hostia Consagrada en la custodia, permanecía completamente seco sobre el altar.

Los Penitentes Grises recordaron cómo el Mar Rojo se abrió al entrar en él los israelitas y más tarde el río Jordán, al pasar por él el arca de la Alianza. 

Buscaron a otros dos Frailes para que verificaran el milagro. 

Los cuatro oraron juntos y llevaron la custodia con el Santísimo a una Iglesia Franciscana en tierra seca. 

Una vez colocada la custodia en el altar, leyeron del libro del Éxodo, donde se narra la división del Mar Rojo (Ex 14,21): Moisés tendió su mano sobre el mar y Dios hizo soplar toda la noche un fortísimo viento solano, que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, sin mojarse los pies, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda. 

Los Franciscanos escribieron el testimonio en los registros de su comunidad, donde se conservan hasta hoy día.

Entonces comenzó una tradición que todavía hoy sigue en práctica. El 30 de noviembre de cada año, en la capilla de la iglesia de Avignon, los Penitentes Grises se ponen una soga alrededor del cuello, y arrastrándose de rodillas, repiten el episodio, recordando los pasos que siguieron sus antepasados, por el mismo camino que siguieron la noche del milagro.

Hoy los frailes le siguen dando gracias a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento por haberles dado una señal tan clara de su Presencia real en la Eucaristía. 

Los Peregrinos siguen visitando la pequeña iglesia a la orilla del río, para venerar y dar gracias al Señor por este regalo.

 

Ettiswyl

El párroco de Ettiswyl, cantón de Lucerna (Suiza), un día de fuertes lluvias llevó el Santo Viático a un enfermo que moraba en el campo. Llegó a un sitio en que el camino estaba convertido en un verdadero pantano, donde tropezó y cayó. En su caída se abrió el portaviático, y la Santa Hostia desapareció entre el barro, sin que pudiese encontrarla. En este trance, exclamó entre sollozos: “¡Señor, tened piedad de mí!  No me levantaré de este lugar hasta que me mostréis donde se encuentra el Santísimo Sacramento…”

En ese momento, del fango brota una plantita terminada en un botón. Ante la sorpresa del sacerdote, crecen planta y botón rápidamente; el botón se abre y se transforma en una hermosa flor de bellos colores y suave perfume, dentro de la cual apareció, brillante e inmaculada, la Sagrada Forma que se había caído, y que, sin duda, habían recogido los ángeles para honrar al que en las Escrituras es llamado \»Flor de los campos y Lirio de los valles\».

Con alegría recogió el Sacramento tan milagrosamente conservado y siguió su camino hacia la morada del moribundo.

 

Frómista

En 1452 se incendió el hospital de San Martín de Frómista (Palencia). 

Su mayordomo, Pedro Fernández, pidió dinero prestado para reconstruirlo a un judío de los muchos que poblaban la villa, llamado Matutiel Salomón. 

Al vencer el plazo no pudo pagar el préstamo y el judío le denunció a la justicia eclesiástica, que excomulgó al mayordomo. 

Más tarde, éste obtuvo dinero y pagó al judío, pero no se confesó. 

El mayordomo cayó gravemente enfermo y pidió confesarse con el cura de San Martín, Fernández Pérez de la Monja. 

Después de confesarse pidió comulgar. Cuando el sacerdote le fue a administrar la Comunión, comprobó con asombro que la sagrada Forma estaba fuertemente adherida a la patena y no podía despegarla. 

El sacerdote pidió quedarse a solas con el enfermo y le preguntó si había dejado de confesar algún pecado. 

El mayordomo se acordó entonces de lo que había sucedido con el judío y así se lo explicó al confesor, quien le absolvió y le dio otra Forma para comulgar, porque la del Milagro se quedó allí para ejemplo. 

La patena con la Hostia del milagro fue llevada a la iglesia, donde se conservó incorrupta hasta 1573.

En la casa del mayordomo un mojón lo recuerda todavía. Por eso a esta localidad se la conoce con el sobrenombre de \»La Villa del Milagro\».

 

San Lorenzo de Munt

El 7 de mayo de un año de mediados del siglo XV, el sacristán del Monasterio Benedictino de San Lorenzo de Munt (Barcelona) preparaba por la noche los ornamentos para la Misa del día siguiente. Sin darse cuenta, dejó una vela encendida dentro del armario. 

Cuando fueron los monjes a la iglesia por la mañana, encontraron el armario totalmente quemado. La cruz de bronce y los cálices de plata que había en él habían quedado fundidos por el fuego. 

Removiendo las cenizas, encontraron la caja de plata en la que conservaban tres Hostias consagradas. Tras enfriarla con agua, lograron abrirla, encontrando totalmente quemados los corporales. Sin embargo, las tres Formas estaban intactas. 

Se construyó una capilla, en la que conservaban las Hostias en una urna de cristal. 

El Papa, enterado del caso por el Rey Alfonso V de Aragón, escribió al Arzobispo de Tarragona y al Abad del Monasterio, invitándoles a propagar el hecho, para que “los devotos se confirmen en su devoción, y los que no lo son, sean excitados sinceramente a la devoción y a la firmeza de la fe”. 

 

Turín

A mediados del siglo XV varios países europeos estaban en guerra. 

El año 1453, Mohammed II aprovechó uno de estos conflictos, y conquistó Constantinopla, asesinando atrozmente a cientos de miles de cristianos. Su plan era continuar su conquista por toda Europa.

Los italianos estaban tan envueltos en la guerra de Milán, que no prestaron atención a las intenciones de Mohammed.

Francesco Sforza, Duque de Milán, tenía como único aliado en Italia a Florencia, pero no era suficiente y pidió ayuda a otras potencias extranjeras. El Duque de Anjou y Lorraine, que quería poseer el Reino de Nápoles y Sicilia, consintió ayudarle a cambio de este Reino.

El ejército de Anjou y Lorraine marchó hacia Milán en defensa de Sforza. Tenía que pasar por Piamonte, que estaba gobernado por los enemigos de Milán. Por tanto cuando el ejército se acercó a Piamonte, tuvieron que luchar. Tras una batalla sangrienta, las tropas de Anjou se retiraron. Esto sucedió en las afueras de Exiles, donde ocurrió nuestro milagro.

Al acercarse ambos ejércitos, los habitantes de esa zona huyeron.

Los soldados de Piamonte saquearon las casas e Iglesias de la ciudad. 

Un soldado entró en la Iglesia de Exiles, forzó la puerta del sagrario y robó la custodia, junto con la Hostia Consagrada que estaba en ella. Lo echó en su saco, y lo puso sobre su burro.

El animal se caía continuamente. Por ello, el soldado quiso deshacerse de lo que había robado, y vendió el saco y su contenido al primer mercader que cruzó su camino, que iba camino de Turín.

Éste entró en la ciudad el 6 de junio con el burro cargando el saco. Frente a la Iglesia de San Silvestre el burro tropezó y cayó. Su dueño trató de levantarlo, pero el animal se negó a moverse. El dueño empezó a pegarle y se juntó una muchedumbre. Cuanto más aumentaba la muchedumbre, más frustrado se sentía el mercader y golpeaba al burro más fuerte. El burro se movía de un lado a otro tratando de escapar a los latigazos de su amo. En esos movimientos, el saco resbaló y cayó al suelo, esparciéndose por la calle todo su contenido.

Todos los ojos de los espectadores se fijaron en la custodia: La Hostia que estaba en ella brillaba tanto que tenían que apartar los ojos a causa del resplandor. 

La Custodia se elevó en el aire unos cuatro metros, y así quedó. La muchedumbre estaba muy impresionada. 

Uno de los testigos, don Bartolomeo Coccono, corrió para dar la noticia al Obispo Lodovico dei Marchesi di Romagnano. 

El Obispo acudió inmediatamente. Cuando llegó, la custodia se abrió y cayó al suelo, quedando la Hostia suspendida en el aire y rodeada por una aureola deslumbradora. 

Todos se postraron en adoración y el Obispo oró con las mismas palabras de los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros”. 

El Obispo alzó un cáliz y la Hostia comenzó a descender lentamente, depositándose en él.

Todos siguieron al Obispo en procesión hasta la Catedral, donde bendijo al pueblo, agradeciendo a Dios este prodigio eucarístico, que mereció para Turín el título de “Ciudad del Santísimo Sacramento”.

Inmediatamente comenzó la veneración de este Milagro Eucarístico. 

Todo Turín se conmovió ante este Milagro. Pusieron una señal donde ocurrió el milagro, que se convirtió en un lugar de peregrinación tan visitado que los peregrinos no cabían en esa pequeña área. 

En el lugar donde cayó el burro en 1453 se erigió un sagrario de mármol.

En el año 1584, llegó de la Santa Sede la orden de que el Milagro Eucarístico debía de ser consumido. La razón dada por el Vaticano fue para no obligar a Dios a mantener este Milagro Eucarístico sin corromperse por siempre.

La Hostia Sagrada fue entonces consumida, tras estar perfectamente conservada durante 131 años. 

En 1598, una plaga amenazó, durante otra sangrienta guerra entre Piamonte y Francia. 

Los turineses hicieron una promesa al Señor: si libraba a la ciudad de esa enfermedad mortal, le construirían una iglesia nueva en honor del Santísimo Sacramento. El Señor escuchó las oraciones y la plaga terminó.

Se construyó una nueva iglesia. A la derecha del altar hay una zona cercada por una barandilla que corresponde al lugar donde cayó el burro. Hay una placa con una inscripción en latín. San Juan Bosco la tradujo así:

Aquí, el 6 de junio, de 1453, cayó el burro que llevaba el Cuerpo del Señor.

Aquí la Sagrada Hostia, libre de sus ataduras, se elevó en el aire.

Aquí descendió suavemente a las manos suplicantes de los Turinenses.

Aquí, por lo tanto, recuerden el milagro, arrodíllense en el suelo, veneren y miren con temor un lugar sagrado. 

En los diferentes Centenarios de la Fiesta han tenido lugar procesiones solemnes y diversas celebraciones. 

En 1853, San Juan Bosco escribió acerca de la fiesta y de los grandes preparativos que se hacían. 

A estas fiestas asistieron la Reina Adelaida, esposa de Vittorio Emmanuele II, y la Reina María Teresa, viuda de Carlos Alberto. 

Muchos Papas han reconocido el Milagro de Turín: Pío II, Gregorio XVI, Clemente XIII, Benedicto XIV, San Pío X, Pío XI y Juan Pablo II.

 

Asti

En la mañana del 25 de julio de 1535, durante la Misa que se celebraba en la iglesia de San Segundo (Asti, Italia), en el momento de la fracción del Pan, de las dos partes de la Hostia consagrada salieron gotas de Sangre, que cayeron sobre el cáliz y sobre la patena, empapando también los dedos del celebrante. 

A diferencia de otros casos similares, tras algunos minutos todo desapareció y hoy no tenemos ningún signo visible del prodigio. 

 

Morrovalle

El milagro eucarístico de Morrovalle consiste en la perfecta conservación de una Hostia consagrada, aunque la iglesia donde se conservaba ardió. 

 

Alcalá de Henares

En el mes de mayo del año 1597 llegó un forastero a la iglesia de los jesuitas, hoy de Santa María. Le atendió el Padre Juan Juárez, al cual le comunicó que había robado en una iglesia sus vasos sagrados con las sagradas Hostias. Arrepentido, le entregó las veinticuatro Formas envueltas en un paño.

El Padre Juárez informó de este hecho a su Superior, P. Gabriel Vázquez, el cual, por conocer que por este método habían sido envenenados otros sacerdotes en Segovia, Murcia y otros lugares, decidió no consumir esas Hostias, sino guardarlas. Las pusieron en una cajita de plata con la siguiente nota; \»Léase esta nota y hágase lo que se dice. Una vez descompuestas háganse desaparecer en el fuego o en el agua\».

Pasados once años, las sagradas Hostias permanecían frescas, por lo que, en 1608, el Provincial de los jesuitas, P. Luis de Palma, ordenó que fueran colocadas junto a otras veinticuatro formas sin consagrar en un subterráneo húmedo con el fin de acelerar su descomposición. 

Transcurridos unos meses, se comprobó que estas últimas se habían estropeado mientras que las otras se mantenían en buen estado.

Seis años después el P. La Palma hizo que fueran examinadas por el Doctor García Carrero, Catedrático y Médico de Su Majestad, el cual, tras un pormenorizado estudio, declaró que aquel fenómeno no se debía a causas naturales. La Universidad de Alcalá admitió las pruebas aportadas por el Doctor. 

El 16 de julio de 1619 el Rector, Francisco Robledillo, se dirigió al Vicario general de Alcalá de Henares, Cámara y Murga, para solicitarle que declarase público el milagro, lo que se realizó en pública procesión por las calles de Alcalá. 

Cuando Carlos III expulsó de España a los jesuitas, las sagradas Formas fueron llevadas a la iglesia Magistral.

En 1936 las turbas incendiaron dicha iglesia, entre otras. Previamente tres sacerdotes habían ocultado la Custodia en que se conservaban las Hostias. Pero estos sacerdotes fueron asesinados por las hordas marxistas, por lo que no pudieron revelar dónde las habían escondido. 

Hoy no se sabe dónde están, si es que todavía se conservan.

Así lo explica el biógrafo de Alcalá de Henares, Don Anselmo Raymundo Tornero. 

 

El Escorial

En la sacristía del Convento del Real Monasterio de El Escorial se guarda una singular reliquia: La Sagrada Forma, de cuatro siglos de antigüedad y que se expone para la veneración de los fieles dos días al año: 29 de septiembre y 28 de octubre. 

Esta reliquia llegó al Monasterio el 7 de noviembre de 1597, procedente de la ciudad alemana de Gorkum. 

La Iglesia de Gorkum había sido profanada por un grupo armado de protestantes, llamados \»zeeguezen\» o \»mendigos del mar\», los cuales habían pisoteado las Sagradas Hostias. 

Ante el asombro de los soldados, una de ellas, tras haber sido aplastada con la suela claveteada de su bota militar, comenzó a sangrar. 

El soldado que la pisó, al ver la sangre que brotaba, se convirtió al catolicismo y entró en la Orden de los Franciscanos. Era uno de los zvinglianos, «protestantes armados», de Gorkum, que se dedicaban a profanar templos en el siglo XVI. Esta conversión se ve expresada en los medallones que rodean la sagrada Forma. 

La noticia de este milagroso suceso pronto se extendió por toda Alemania. 

Todavía hoy pueden verse las tres perforaciones de los clavos de la bota del soldado, bordeadas por unas manchas de color rojizo. 

Su traslado a España:

El párroco de la iglesia de la localidad holandesa donde sucedió el milagro, el Padre Juan Van der Delft, decidió su traslado en 1572 ante el peligro de una nueva profanación. 

Estuvo en distintas ciudades: Malinas, Amberes, Viena y después Praga. 

Su llegada a España se produce por deseo de Felipe II. 

El embajador español en Austria, el barón Maximiliano II, estaba casado con doña Margarita de Cardona quien, al enviudar, envía la sagrada Forma a su hija, casada con el Marqués de Navárrez. Así llega a Madrid en 1594, veintidós años después de su salida de Gorkum. 

Esta reliquia está acompañada de documentos acreditativos de los testigos de estos traslados, incluido el del Padre holandés Juan Van der Delft. 

La Sagrada Hostia se encuentra en la sacristía de El Escorial, tras el cuadro de Claudio Coello, que representa a Carlos II adorándola. 

 

Faverney

La Abadía francesa en cuya iglesia sucedió este milagro fue fundada por San Gude en el siglo VIII. Se estableció bajo la Regla de San Benito y se denominó “Notre Dame de la Blanche”.

La vida espiritual en torno al 1600 no era excesivamente fervorosa. El influjo protestante estaba haciendo mucho daño. Para mantener la fe del pueblo los monjes introdujeron la adoración del Santísimo el día de Pentecostés y el lunes siguiente.

En la noche del Domingo de Pentecostés de 1608, cuando los monjes cerraron la iglesia y se retiraron a descansar, dejaron dos lámparas ardiendo ante el Santísimo, que estaba en el altar en Exposición Menor. 

El día siguiente, lunes, 26 de mayo, cuando fue a abrir las puertas el sacristán, Dom Garnier, encontró la iglesia llena de humo y llamas en torno al altar. Corrió a avisar a los monjes, que acudieron inmediatamente. Mientras apagaban el incendio, un joven novicio, el Hermano Hudelot, se dio cuenta de que el Ostensorio estaba suspendido en el aire, y ligeramente inclinado hacia ellos.  

La noticia de este prodigio corrió rápidamente y pronto vinieron de todos los pueblos cercanos, incluidos los frailes Capuchinos de Vesoul. 

Durante el resto del día y la noche todos los que quisieron pudieron comprobarlo, moviéndose libremente en la iglesia. 

A las primeras horas del martes, los sacerdotes de los pueblos vecinos celebraron la Misa en turnos sin interrupción mientras el prodigio continuaba. 

Hacia las 10 de la mañana, en el momento de la Consagración de la Misa celebrada por el P. Nicolás Aubry, Párroco de Menoux, todos vieron que el Ostensorio dejaba su inclinación para tornar a una posición vertical y descendía suavemente al altar que había sido puesto para sustituir al que había sido destruido por el fuego. 

El Ostensorio estuvo suspendido en el aire al menos 33 horas.

El 31 de mayo, el Arzobispo Ferdinand de Rye ordenó una investigación. Se reunieron 54 testimonios entre los monjes, sacerdotes y habitantes. Aún existe en la iglesia el documento firmado por los testigos. Declararon entre otras cosas que la suspensión del Ostensorio no fue alterada por las vibraciones de la gente que se movía alrededor, ni de los que entraban y salían continuamente, ni por los que tocaban la verja, ni por el trabajo de los monjes para quitar los restos del fuego y colocar provisionalmente un altar en el mismo sitio.

Dos meses más tarde, el 30 de julio, tras estudiar los informes y el material reunido, el Arzobispo declaró el hecho como milagroso. 

Otros datos sobre el Milagro:

El altar fue reducido a cenizas por el fuego. Incluso un candelabro que lo decoraba se fundió derretido. Sin embargo, el Ostensorio no padeció ningún daño. Las dos Hostias que estaban en él quedaron intactas. Tampoco sufrieron daño los objetos que estaban dentro de un tubo de cristal sujeto al Ostensorio, entre los que estaban una reliquia de Santa Águeda, una proclamación papal de indulgencias y una carta del Obispo.  

En el lugar en que estuvo suspendido el Ostensorio se colocó una placa de mármol, en la que se lee: “Lieu Du Miracle” (Lugar del Milagro)  

En diciembre de ese mismo año, una de las dos Hostias que estaban en el Ostensorio fue solemnemente llevada a la ciudad de Dole, entonces capital de la región. 

Durante la Revolución Francesa, el Ostensorio del milagro fue destruido, pero la Hostia fue guardada por los miembros del Ayuntamiento de Faverney, que la escondieron mientras duró el peligro. Más tarde, se hizo una reproducción del Ostensorio, basándose en pinturas anteriores.  

En el nuevo Ostensorio está la misma Hostia que se mantuvo milagrosamente suspendida en el aire durante más de 33 horas, tras haber sobrevivido a un incendio tan fuerte que hasta redujo a cenizas los mismos candelabros.

 

Huesca

La noche del 29 de noviembre de 1648 entraron en la Catedral de Huesca unos ladrones robando, entre otras cosas, un copón con Hostias consagradas.

Cuando el día 30 subió el campanero para tocar las campanas, anunciando la primera Misa, vio que en un estercolero, próximo al Seminario, había algo que brillaba de forma extraordinaria. Fueron él y el sacristán a ver qué era aquello. Llegados al estiércol, comprobaron que luz procedía del interior del montón. Excavando en aquel punto encontraron el copón con las Hostias robadas la noche anterior.

La noticia corrió por toda la ciudad, que acudió al lugar, y acompañó en procesión al Santísimo, que fue devuelto a la Catedral.

 

Siena

En 1730 Siena ya no era la ciudad devota de los tiempos de Sta. Catalina y San Bernardino. La Europa renacentista se ocupaba más del arte y la cultura que del amor a la Eucaristía y a la Virgen. Se necesitaba una gracia de Dios para la renovación espiritual. 

Historia del Milagro 

En las Misas del 14 de agosto, víspera de la Asunción, los sacerdotes de las iglesias de Siena consagraron Hostias abundantes, previendo la gran muchedumbre que recibiría la Comunión al día siguiente. 

Unos ladrones entraron en la Basílica de San Francisco, abrieron el Sagrario y se llevaron el copón de oro, que contenía 351 Hostias consagradas.

Nadie se dio cuenta del sacrilegio hasta la mañana siguiente, cuando fueron a celebrar la Misa de la Asunción. 

El Arzobispo pidió oraciones públicas para que aparecieran y no fueran profanadas las Hostias. 

Dos días más tarde, el 17 de agosto, mientras oraba en la Iglesia de Santa María en Provenzano, muy cerca de la Basílica de San Francisco, un hombre notó que había algo de color blanco dentro de la caja de limosna para los pobres. Tenía forma redonda y brillaba. Le informaron al Arzobispo, quien mandó a uno de sus oficiales.

Abrieron la caja y encontraron en ella las 351 Hostias.

Hubo un suspiro de alivio y de alabanza al Señor. El temor que todos tenían era que las hubieran tirado en cualquier basurero.

Las llevaron en procesión a la Iglesia de San Francisco, donde las expusieron para adoración y reparación. 

La historia del robo se extendió por todo el país y muchos empezaron a peregrinar a la Iglesia de San Francisco para orar ante las Hostias Consagradas. No fueron distribuidas en comunión para que la gente que acudía pudiera verlas y adorarlas.

Lo normal es que, con el tiempo, se hubieran deteriorado, en cuyo caso la Presencia real del Señor hubiera desaparecido. Pero, ante el asombro de todos, las Hostias se mantenían frescas y con olor muy agradable. Los Franciscanos comprobaron que se estaba realizando un milagro continuo de preservación.

Investigaciones

Cincuenta años después, se realizó una investigación oficial. 

El General de la Orden Franciscana, P. Carlo Vipera, examinó las Hostias el 14 de abril, de 1780, consumiendo una y comprobando que estaba fresca e incorrupta. Ordenó que las 230 Hostias restantes fueran colocadas en un nuevo copón y prohibió que continuaran distribuyéndose. 

Nueve años después, en 1789, el Arzobispo de Siena mandó hacer una investigación más detallada, incluyendo teólogos y otros especialistas. La Comisión declaró que estaban perfectamente intactas y no mostraban signo de descomposición, ni cambio de color. En esta investigación el Arzobispo ordenó que una cantidad de hostias sin consagrar se colocaran en un envase herméticamente sellado, por diez años, en la oficina de la Cancillería. Las Hostias Milagrosas se guardaron en un Copón, no sellado herméticamente, sino como habían estado reservadas los últimos 59 años. Pasados los 10 años, abrieron el envase de las hostias no consagradas en presencia del Arzobispo y varios oficiales: Estaban descoloridas, desfiguradas y deterioradas. Revisaron las Hostias milagrosas y comprobaron que estaban en perfecto estado. 

En 1850, 61 años más tarde, se hizo una prueba similar, obteniendo los mismos resultados. Las hostias sin consagrar se reducían a polvo y las Hostias milagrosas mantenían su frescor. 

Se hizo otra investigación en 1914, a petición del Papa Pío X. Seleccionaron investigadores, científicos y profesores de Siena y Pisa, así como teólogos y oficiales eclesiásticos. 

Sacaron en conclusión que las Hostias robadas habían sido hechas de harina de trigo cernido, preparadas sin precauciones científicas, y guardadas bajo condiciones ordinarias que deberían haber causado su rápido deterioro. Pero estaban tan perfectamente preservadas que, tras 184 años, podían ser consumidas. 

En 1922 se llevó a cabo otra investigación en presencia de los Obispos de Siena, Montepulciano, Folignno y Grosseto. 

Los resultados fueron similares. No había explicación natural para que las Hostias permanecieran sin corromperse por un período de tiempo tan largo (192 años). Lo proclamaron como hecho milagroso.

En 1950, sacaron las Hostias Milagrosas de su antiguo copón y las colocaron en uno más artístico y costoso que llamó la atención de otro ladrón, que en la noche del 5 de agosto de 1951 se llevó el copón, dejando las Hostias en una esquina del sagrario. Después de contar 133 Hostias, el Arzobispo las guardó selladas en un precioso relicario, en el cual se encuentran hoy.

Estas Hostias se exponen en varias ocasiones, pero especialmente el 17 de cada mes, conmemorando el día que fueron encontradas en el año 1730. 

En la fiesta del Corpus se llevan en procesión por las calles de Siena. 

Los viernes, tras la Misa, se da la Bendición con Ellas.

Entre los muchos que han visitado las Hostias milagrosas para adorar al Señor, están San Juan Bosco y el Beato Juan XXIII. Los Papas Pío X, Benedicto XV, Pío XI y Pío XII hicieron declaraciones oficiales de gran interés y admiración.

El 14 de septiembre, de 1980, el Papa Juan Pablo II fue a Siena para adorar al Señor en las Sagradas Hostias del Milagro Eucarístico, al celebrarse el 250 Aniversario del Milagro de las Hostias.

Unánimemente, los fieles, sacerdotes, obispos, cardenales y Papas han adorado las sagradas Hostias, reconociendo que en ellas se da un milagro permanente, que ha durado más de 270 años. Las Hostias han permanecido en perfecto estado y con el olor característico del pan sin levadura.